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El papa siembra la semilla de la reconciliación entre los colombianos

La visita pastoral de cinco días que el papa Francisco concluyó a Colombia puede haber sembrado la semilla de la reconciliación en un país que si bien firmó la paz con las Farc sigue sin encontrarse a sí mismo por las profundas divisiones políticas internas.

El pontífice llegó el miércoles a Colombia para una visita cuyo lema fue «Demos el primer paso» y no se cansó de exhortar a este país de 48 millones de habitantes a que busque la reconciliación porque solo así se puede alcanzar la verdadera paz, un mensaje que parece haber calado a juzgar por las reacciones de la gente.

«No nos quedemos en dar el primer paso, sino que sigamos caminando juntos cada día en busca del encuentro con el otro, en busca de la armonía y de la fraternidad, no podemos quedarnos parados», dijo el obispo de Roma al concluir en Cartagena de Indias su última misa en el país.

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Francisco vino a Colombia a mostrar que paz y reconciliación deben formar un matrimonio indisoluble porque sin la segunda los conflictos se reciclan y se perpetúan en el tiempo y la primera no pasa de una buena intención.

Ese es un riesgo que corre un país como Colombia, que acaba de cerrar 53 años de un conflicto con las Farc pero en el que aún persisten otros focos de violencia de grupos armados ilegales como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), bandas criminales de origen paramilitar y mafias del narcotráfico.

Por eso, el Vicario de Cristo insistió tanto en la necesidad de que Colombia ponga en práctica lo que llama la «cultura del encuentro», algo que reiteró en su despedida.

«Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz para siempre», afirmó en Cartagena.

En esta tarea tienen un papel fundamental los jóvenes, las nuevas generaciones que no están tan marcadas como sus padres o abuelos por las cicatrices del conflicto que hacen más difícil perdonar, y por eso el papa, en el encuentro que tuvo con la juventud el pasado jueves en Bogotá, les pidió que ayuden a sus mayores a «dejar atrás el lastre del odio».

Católicos o no, la inmensa mayoría de colombianos parece haber acogido el mensaje papal, a juzgar por los comentarios que se escuchan en las calles, en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Pero como todo no puede quedarse en las buenas intenciones, el papa también llamó a que haya verdad y justicia, pues sin esos dos pilares no se llega a la reconciliación para construir una paz estable y duradera, que es lo que el país sueña.

«La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón», afirmó en Villavicencio, donde tuvo un conmovedor encuentro con víctimas y victimarios del conflicto armado.

A ellos les dijo: «Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos».

Más claro no ha podido ser el papa, que también habló sin tapujos a los obispos colombianos a quienes les recordó que son «pastores» al servicio de la concordia y no «técnicos ni políticos».

Igualmente, puso el dedo en otras llagas que carcomen a la sociedad colombiana, como el narcotráfico y la corrupción, que condenó de manera tajante, particularmente este domingo cuando en una homilía dedicada a los derechos humanos afirmó que el negocio de las drogas «lo único que hace es sembrar muerte por doquier truncando tantas esperanzas y destruyendo tantas familias».

La visita del papa fue también una luz de esperanza para los excluidos, indígenas y afrodescendientes, que tuvieron en su mensaje y su carisma una voz de aliento.

Y más allá del eco que tenga su prédica, la visita de Francisco fue un éxito para los colombianos y su Gobierno, que se esmeraron en una organización prácticamente impecable y dieron al pontífice innumerables muestras de afecto como las apoteósicas bienvenidas y despedidas que le brindaron en las calles de Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.

Por ese cariño el papa dijo hoy al despedirse que los colombianos le tocaron el corazón y le hicieron «mucho bien».

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