Opinión

Lo que callamos los hombres… ¡gay!

Juan Carlos Prieto reflexiona sobre ser gay en la sociedad colombiana: “A los hombres homosexuales históricamente nos ha tocado luchar contra una masculinidad que, debo mencionar, vive una crisis letal”.

 

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Desde hace algunos días ronda en mi cabeza una idea algo confusa, por cierto, de lo que los hombres gay representamos en esta sociedad. A pesar de mis debates internos, he tratado de alejarme de lo que ha significado construirme como hombre homosexual, que a pesar de estar en un lugar de privilegio ha tenido que enfrentar también vulneraciones, por supuesto diferentes a las que puede vivir un chico que vive, por ejemplo, en Arauca.

Ser un hombre “algo público”, con una relación sentimental estable de casi diez años, vivir en Chapinero, encarnar el prototipo de hombre sin plumas, puede ser sinónimo para muchas personas de aquel imaginario en el cual: “¡a los LGBTS no les hace falta nada….no ve que no tienen hijos!”. Lo cierto es que esta frase, como muchas otras, dista bastante de la realidad de los hombres gay, incluso la mía.

A los hombres homosexuales históricamente nos ha tocado luchar contra una masculinidad que, debo mencionar, vive una crisis letal: nacimos siendo hombres, pero no cualquier tipo de hombre sino aquel que traicionó la masculinidad y pone en quiebre algunos de los sentimientos más sinceros y honestos de la humanidad: los besos, el llanto, las caricias, la creatividad e incluso la fortaleza.

En muchas oportunidades los hombres gays somos el estandarte de lo sucio, lo oscuro e inclusive lo delictivo; no es extraño que los argumentos en contra del matrimonio y la adopción igualitaria nos relacionen a los hombres gay como los presuntos violadores, los promiscuos, los irresponsables, rumberos, causantes de cuanta aberración hay en el mundo y con una vida no apta para conformar familia. De hecho, creo que son pocos los casos en los cuales, por más años que lleve una pareja de hombres gay, la sociedad nos vea solo como un par de hombres viviendo bajo el mismo techo.

Debo confesar que nunca en mi vida he sentido la discriminación golpeando a mi puerta: no se me han cerrado oportunidades laborales, mis padres nunca han tenido que enfrentar algún tipo de rechazo en razón a quien soy, la vida me ha puesto al lado de personas que han valorado más la persona que soy que mi orientación sexual o simplemente soy un sobreviviente a muchas violencias que he naturalizado y sin darme cuenta soy una víctima resistente al dolor.

Este llamado que hoy me hace escribir, está dirigido a las personas que consideran que los hombres gay tenemos todo para ser felices, que nada nos preocupa, que la vida sólo nos sonríe y nos facilita caminos sin ningún obstáculo. Hoy este escrito es una invitación a quienes nos construimos de maneras diversas en Colombia: ¡A unirnos! Es el camino para vencer el odio con amor; luchar juntos por la igualdad y no por lo que representamos o nos identificamos. Las voces unidas resuenan más duro, las voces del amor frenan buses, tumban referendos, esclarecen y ratifican que los seres humanos somos diversos y con derecho a vivir plenamente nuestros derechos.

Hoy más que nunca el ímpetu me llena el corazón, hoy más que nunca creo que nada es igual que ayer y que a pesar de personajes públicos nefastos, cada vez somos más luchando por un mundo de posibilidades para todas las personas. Esta no es una lucha en contra de ninguna persona o postura religiosa, política o ideológica, es una lucha por la posibilidad de ser, de vivir y de amar sin restricciones.

Por: Juan Carlos Prieto García / @jackpriga

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