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Cientos de personas corrían hacia la iglesia. La construcción de material se había convertido en uno de los sitios predilectos por los habitantes del municipio para huir del cruce de balas entre la guerrilla de las Farc y los paramilitares. La guerra era cruda en ese municipio del Chocó. Bojayá, que se vuelve tendencia en estos días por el cumplimiento de 15 años de la tragedia que cambió la vida del norte del departamento azotado por la pobreza y la desigualdad.
Hacia las 10:20 de la mañana, luego de horas de escuchar las balas que iban y venían y tras sentir que se acercaban, cerca de 300 personas se refugiaron en la iglesia del pueblo en donde un cilindro de gas cayó con toda su fuerza y su potente actuar al interior y dejó un mar de desolación que solo quienes vivieron la tragedia o la registraron, pueden definir con mejores palabras.
En relatos ampliamente contados y reproducidos durante estos 15 años, el panorama es el mismo. Mutilación, sangre, lágrimas y muerte. Sobre todo muerte. Un color vino espeso salpicó las paredes del recinto sagrado y se mezcló con el ‘polvillo’ del escombro, esa tierra que queda tras un martillazo en cemento solido. Una escultura de Cristo mutilada y con la pintura despellejada, pareciera ser el mejor gráfico de lo que quedó en los cuerpos de las víctimas mortales que hoy, de nuevo, levantan la escama de los corazones de los sobrevivientes.
Han pasado 15 años desde el 2 de mayo y ayer, entre caras de congoja que de una u otra manera han superado el dolor que conlleva a las lágrimas, pero que no olvidan, los que sobrevivieron al fatídico desenlace que tuvo un enfrentamiento por el poderío del río Atrato y la parte alta del departamento chocoano entre dos fuerzas que parecían implacables, han mermado el dolor, pero enfrentan el recuerdo de cada uno de los 119 habitantes que perdieron la vida.
Hoy, el recuerdo es diferente, la situación es diferente, las víctimas son diferentes, pero lo que más ha cambiado son los victimarios.
Tras 15 años, las Farc, quienes decidieron lanzar ese cilindro contra la población civil, con miras a realizar un golpe militar importante en contra de los paramilitares comandados por alias “El Alemán”, que había llegado poco antes del atentado y quien estaba convencido de que obtendría una victoria territorial.
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Las Farc que se vistieron de verdugos y quienes diseminaron las entrañas de todo un pueblo, hoy son otra cosa. Más allá de ser la guerrilla más grande del país, hoy su situación es tan diferente como los colores de las calles bojayanas.
Tras 15 años del atentado más grande perpetrado por el entonces grupo terrorista, la situación de Bojayá sigue siendo de pobreza, y aún necesitan perdonar y ser reparados. Tras el aniversario de la mañana del terror que mató a 49 niños y niñas y a 70 adultos, según cifras de los bojayaseños, hasta ahora se iniciará con el proceso de exhumación de los cadaveres y la reapertura del duelo y el cierre del mismo.
La portavoz del Comité por los Derechos de la Víctimas de Bojayá, Adgero Atin, aseguró que el proceso de exhumación empezará el 3 de mayo en la vecina localidad de Riosucio y concluirá el 30 en Bellavista, núcleo urbano de Bojayá.
“Todo el proceso de identificación, individualización y entrega de los cuerpos va a llevar entre cuatro y siete meses para tener de vuelta los seres queridos y poder hacer el rito y posterior entierro a todos y cada uno de nuestros seres queridos”, explicó Atin.
Y es que en aquella ocasión, no hubo la oportunidad de velarlos o enterrarlos, según la líder comunitaria, es la primera vez que las víctimas se enfrentan a un procedimiento como lo es la exhumación “de tantos restos de familiares y seres queridos” pero que a la vez permitirá cerrar duelos que llevan más de una década sin cicatrizar.