Apenas se acaban de cumplir tres años desde que la colombiana Natalia Ponce de León sufriera uno de los ataques con ácido más salvajes que se recuerdan en su país, tres años en los que además de decenas de cirugías para sanar su cuerpo ha sido capaz de romper ese silencio que, en sus palabras «lo mata todo».
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Era el 27 de marzo de 2014 cuando un vecino al que apenas había visto, Jonathan Vega, le arrojó un litro de ácido sulfúrico por la cara, parte de los brazos, las piernas y el abdomen. Uno de las decenas de ataques de este tipo que se registran en Colombia al cabo del año.
Hoy, tres años y treinta operaciones después, Ponce de León lució sonriente, llena de fuerza y orgullo en los pasillos del Departamento de Estado de EE.UU., donde ha sido galardonada en la gala anual «Mujeres Valientes», homenaje de la diplomacia estadounidense a aquellas mujeres de todo el mundo que han marcado la diferencia en la lucha por sus derechos.
«Es un premio para todo mi país y también para visibilizar internacionalmente los casos con ácido porque están pasando en todo el mundo. No solo en Colombia. Tenemos que acabar esto, creo que la forma de acabarlo es realmente cambiando esa forma de pensar y de educar y decir no al silencio», aseguró la colombiana en entrevista con Efe.
Sus esfuerzos por salir adelante, por salir de ese dolor, la han convertido en uno de los iconos de superación más reconocidos en su país, creó la fundación que lleva su nombre para ayudar a «los cientos de víctimas quemadas por químicos» que hay en Colombia y logró que se rubricara una ley, inspirada en ella, para endurecer las penas a los victimarios.
Apenas ha pasado un año desde que entrara en vigor, explica, y todavía no se ha juzgado a nadie bajo sus preceptos «porque las investigaciones llevan mucho tiempo», pero Ponce de León confía en que el máximo de 50 años de cárcel que ahora pueden enfrentar los perpetradores haya ayudado a disminuir el número de casos.
«Se han reducido pero estamos trabajando en el tema de estadísticas, porque no tenemos unas estadísticas reales en Colombia. Sin esa base no se puede trabajar, pero creo que es un cambio grande», explicó.
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En países como Colombia, donde la violencia contra la mujer aún experimenta cifras muy elevadas, casos extremos como el suyo se han convertido en símbolos de concienciación.
Precisamente hoy fue sentenciado a casi 52 años el joven abogado Rafael Uribe Noguera, acusado de secuestrar, violar y asesinar a una pequeña de siete años, Yuliana Samboní, otro de los episodios que conmocionaron el país.
«Creo que son almas que vienen a entregarse como el caso de Yuliana, que es un caso muy aberrante. Claro que visibilizan, pero eso está pasando cada veinte minutos en el mundo entero, no solo en Colombia», reflexionó Natalia.
«La violencia de género es muy alta pero por eso mismo, porque hay mucho silencio, porque el silencio lo mata todo, y hay que acabar con él», reiteró.
Ponce de León insiste en que es «necesario» que leyes como la que ella impulsó funcionen, y reconoce que desde que se sancionó «empezó el trabajo duro» para su fundación y para todas las supervivientes: «acabar con la impunidad, con la injusticia» y que la asistencia sanitaria responda.
«Lo más importante es que se les hagan los tratamientos porque así sí se puede salir adelante. Creo que soy un caso que demuestra que con ayuda, con amor y con la protección que merecemos sí se puede superar», agregó la homenajeada.
Su organización está pensada para «proteger, defender y promover» los derechos de las personas víctimas de ataques con químicos, y trabaja con agencias del estado colombiano e instituciones universitarias para dar asesoría legal y acompañamiento, además de impulsar el incremento de unidades médicas que traten este tipo de quemados.
«Abrirles las puertas y devolverles la vida. Sacarles de ese silencio en el que llevan tanto tiempo escondidas», insistió. EFE