Federer ganó en tres horas y cinco minutos y alcanzó por sexta vez la final de este torneo en la que se enfrentará contra el ganador del encuentro de este viernes entre el español Rafael Nadal y el búlgaro Grigor Dimitrov.
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La última vez que Federer levantó la copa de campeón en estas tierras fue en 2010. Wimbledon 2012 ha sido el último de sus 17 Grand Slams ganados, y el Abierto de EE.UU. 2015 la última vez que pisó la final de un grande.
El domingo, con 35 años y 177 días, Federer se enfrentará a la historia, para intentar ganar su partido número 100 en este torneo, ya convertido en el finalista más longevo en alcanzar la final de un grande, en la Era Open, después del australiano Ken Rosewal, con 39 años y 310 días en el Abierto de EE.UU. en 1974.
«Siento que todo ha sucedido muy rápidamente. Y es increíble, porque nunca, nunca, incluso en mis sueños más salvajes, pensé que llegaría tan lejos en Australia», dijo Federer.
«Uno nunca quiere jugar contra jugadores con tanta confianza, pero es él (Dimitrov) o Rafa», añadió el suizo que cuando se refirió al zurdo español dijo sin contemplaciones: «soy el seguidor número uno de Rafa» .
«Daré todo lo que tengo para dejarlo en la pista. Y si no puedo caminar en seis meses, me dará igual», añadió el de Basilea, que recordó las épicas batallas que ha librado contra el español, y como meses atrás visitó la academia de Rafa Nadal en Mallorca.
«Hace unos meses Rafa y yo estábamos más para hacer un partido de caridad. Ahora podríamos jugar la final del Abierto de Australia. Increíble», dijo.
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Federer ha ido de clase en clase hasta las semifinales, y este jueves ha dado el do de pecho al no bajar los brazos pese a que al perder el cuarto set pidió tiempo para ser atendido por el médico en el vestuario por un problema en el aductor, que luego restó importancia.
Animado por los casi 15.000 aficionados de la Rod Laver Arena, Roger convirtió el Día de Australia en el «Día de Federer«, pues el público que acudió al recinto se decantó descaradamente hacia el jugador de Basilea, que jamás había disputado un partido a cinco sets completos con el de Lausana en 21 duelos anteriores.
En ese ambiente, con rugidos animándole y con continuas muestras de aliento, Federer dio cuenta de Wawrinka en los dos primeros sets, como si estuviese jugando con él en el patio de su casa.
Stan, ganador en 2014 cuando derrotó a un Nadal lesionado, ni siquiera levantó la voz para protestar, ni cuando Roger le envió una dejada traicionera a la que no llegó, dejándole en ridículo. Tampoco alzó el puño para darse ánimos, y su gesto tocándose la cabeza con un dedo, mostrado en días anteriores cada vez que mantenía la calma y ganaba un punto, no existió esta vez.
Roger suele decir de Stan que necesita tiempo para explotar del todo, y el tercer set y cuarto set le dieron la razón porque la reacción de Wawrinka estaba por llegar y tras 81 minutos de estar más pasivo que su rival, tomó la iniciativa, para ganar dos sets en los que puso más pasión y en los que Federer sumó demasiados errores no forzados (acabó con 50).
La esposa de Federer, Mirka Vavrinek, se tapaba los ojos, llena de desesperación, y más cuando su marido tomó la decisión de llamar al doctor y se retiró de la pista. Stan aprovechó esos siete minutos para hacer ejercicios de ‘crossfit’ y estirar sus músculos.
Federer salió dispuesto a luchar y salvó dos puntos de rotura en el tercer y quinto juego del set decisivo, y apretó lo justo para que Wawrinka notara el acoso en el sexto. Stan entregó su saque con una doble falta que anunciaba ya su derrota.
Federer ha ganado cinco veces a Wawrinka en Grand Slam, sexta con esta, pero en ninguna de las anteriores salió campeón del torneo.
Wawrinka, ganador de tres títulos del Grand Slam, obtuvo el primero de ellos hace exactamente tres años en estas pistas. Al año siguiente se hizo con el de Roland Garros, y en el 2016 con el del US Open.
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