Casi un lustro después de que fuese cerrada y 76 años después de que en ella tomara la alternativa Luis Miguel «Dominguín», la plaza de toros La Santamaría de Bogotá volverá a ver este domingo sobre su arena a un trío de matadores que intentarán llenar un coso envuelto por la polémica.
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La última vez que La Santamaría fue utilizada para un espectáculo taurino fue en 2012, año en que el entonces alcalde, el izquierdista Gustavo Petro, decidió cerrarla y convertirla en un centro cultural «alrededor de la vida».
Antes habían pasado por su arena algunas de las leyendas del toreo desde que fue inaugurada en 1931 gracias al impulso del ganadero Ignacio Sanz de Santamaría, que le dio su nombre.
En pleno centro de la ciudad y construida en un estilo neomudéjar que recuerda a sus hermanas españolas, La Santamaría también se convirtió en uno de los centros de la vida social de la capital colombiana.
Por allí pasaron grandes nombres de la política nacional del siglo pasado, como el expresidente Alfonso López Pumarejo o el caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán.
También ha sido escenario de conciertos o de competiciones de tenis y, sobre todo, termómetro político del país.
Allí fue abucheada María Eugenia Rojas de Moreno, hija del general Gustavo Rojas Pinilla, el único dictador de Colombia del siglo XX, y ovacionado el presidente Alberto Lleras Camargo.
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Sin embargo, desde la decisión de Petro se ha convertido en objeto de una pugna frontal entre partidarios y detractores de la fiesta brava.
La última palabra fue de la Corte Constitucional, que ordenó a la Alcaldía de Bogotá reabrir la plaza para las corridas y que se concluyeran las obras para reforzar su estructura.
La distancia política que separan los postulados de Petro de los de su sucesor, Enrique Peñalosa, no han sido óbice para que este último siga su senda.
Este jueves, Peñalosa escenificó su rechazo al reunirse con organizaciones animalistas y comparecer junto a ellos con una camiseta que rezaba «No al maltrato animal».
«Acatamos las órdenes de esa autoridad suprema y desafortunadamente habrá corridas en Bogotá, pero buscamos todos los posibles mecanismos (…) que lleven a que se acaben las corridas en Bogotá y en Colombia», dijo el alcalde, quien paradójicamente en el año 2000, en su administración anterior, condecoró a uno de los promotores de la tauromaquia en la capital.
Más contundente fue el vocero de los animalistas Juan Carlos Losada, quien consideró que este domingo será «un día de luto» y destacó que la decisión del Constitucional «no tiene en cuenta los derechos de los animales».
Para Losada, el espectáculo del domingo, en el que serán protagonistas los diestros «El Juli», Luis Bolívar, Andrés Roca Rey y seis toros de la ganadería de Ernesto Gutiérrez, «es una involución en la conciencia moral de Bogotá».
Sin embargo, los protaurinos se preparan para vivir una gran jornada y saborean las últimas horas mientras los toreros velan armas.
«Esto es una expresión artística y cultural arraigada aquí en Bogotá durante muchos años y un grupo de animalistas quieren acabar de tajo (con ella)», dijo a Efe Alejandro Henao minutos después de comprar sus entradas.
Para él, la decisión de cerrar la plaza fue una «alcaldada» de Petro y aseguró entender «que no le guste a la mayoría» pero pidió que «se respete a las minorías» que disfrutan de la tauromaquia.
Por todo ello, considera que el regreso de los toros a Bogotá supone una «victoria del Estado de derecho».
«No es la muerte final del toro, es una tradición que viene desde su crianza (…). Lo que sucede en la plaza es una serie de eventos, que incluyen caballos y música; es un todo muy hermoso», subrayó.
No solo los aficionados, también quienes viven del negocio que se genera alrededor de la fiesta están felices del retorno, como Jairo Antonio Guevara que recorre las plazas de Colombia vendiendo cojines, sombreros o las tradicionales botas de vino.
Para él, que desde niño ha acudido a los toros, el regreso de la fiesta brava a Bogotá supone un triunfo y sobre todo una forma de recuperarse del «bajón tremendo» causado por el cierre de la plaza.
En su opinión, el problema es que «ahora la juventud es muy diferente» a la suya, que «nació con los toros y los lleva en la sangre».
«Pero es necesario tratar de reunirse, hablar con ellos, (explicar) que este es un espectáculo lindo y hermoso porque los toros de lidia son para eso: entrar al ruedo y a matar», resume Guevara.
El vendedor confía en que los animalistas «con el tiempo vayan aflojando un poquito», pero mientras tanto «El Juli», Bolívar y Roca Rey harán las delicias de los aficionados, cuyos olés seguro serán acompañados por los gritos de «toros sí, toreros no» a la puerta de la plaza.