Cultura

Jóvenes bogotanos, encargados de no dejar morir el vallenato en la zona andina

Recorren y participan en los festivales del interior del país, aquellos que hacen homenaje al género musical por excelencia en Colombia y promueven a los nuevos talentos.

Crédito: Academia Francisco El Hombre Crédito: Academia Francisco El Hombre

El vallenato es el género musical por excelencia en Colombia. En 2015 fue declarado patrimonio inmaterial de la humanidad, pero ese reconocimiento no ha conseguido rescatar el vallenato tradicional. En toda Colombia se celebró tal galardón. Sin embargo, conforme pasaron las semanas, esa dicha fue quedando atrás. Hoy día, mientras los románticos piden mantener su esencia, otros prefieren fusionar el vallenato con nuevos ritmos.

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En medio del dilema, en Bogotá existe una academia vallenata que lucha por no dejar morir sus raices. La Academia Musical Francisco El Hombre, primera escuela de este género fundada en el mundo y dirigida por Jaime ‘El Pollo’ López, intenta izar la bandera del folclor y conservar su esencia innata. Desde su sede, en el centro de la capital (Calle 5B – 28ª 47), cinco jóvenes tomaron su mochila y salieron a representar a la ciudad en el festival de Nobsa, Boyacá, que combina la ruana con el sonar de los acordeones.

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Jóvenes bogotanos que representaron a la Academia Francisco El Hombre, en Nobsa-Boyacá

José Rosero, Diego Sáenz, Daniel Rocha, Simón Gil y Diego Leal (foto), buscaron llevarse a casa el trofeo al mejor acordeonero, en distintas categorías. Entre ellas la categoría provinciano, que condensa a las mejores promesas vallenatas del interior del país y en la que Daniel Rocha se destacó. El joven, de 15 años de edad, demostró ser un prodigio en los aires tradicionales vallenatos y alcanzó el segundo lugar de la competición, aunque el clamor popular lo consagrara rey de los que se gozaron el festival.

No es la primera vez que Rocha destaca en festivales vallenatos. En septiembre, visitó La Guajira para participar en el Festival Cuna de Acordeones, quedando en tercer lugar entre los jóvenes de su edad. Él, a pesar de su juventud, sabe que tiene la misión de conservar el género musical y demostrar que en Bogotá, la melodía de pitos y bajos también seduce a multitudes.

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A su corta edad, Daniel Rocha ya comparte escenarios con grandes como Jorge Celedón.

“Ser embajador del vallenato en Bogotá es un orgullo y una gran responsabilidad. Seguiré preparándome día a día para que en el interior del país cada vez sea mejor representado”.

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Ahora, que varios expertos del vallenato le están ‘echando el ojo’ a Daniel Rocha para explotar sus aptitudes comercialmente, él no se olvida de sus inicios. En la Academia Francisco El Hombre, a los 8 años, comenzó a digitar las notas de un acordeón y con el paso del tiempo, se convirtió en el acordeonero insignia de la escuela. Reconoce que aprendió de los mejores, entre ellos su fundador Jaime López, un juglar nacido en Sahagún (Córdoba) y quien desde hace 26 años asumió el reto de sembrar la semilla vallenata en Bogota.

“Tomamos la vocería de difundir este hermoso género folclórico, en Bogotá, al servicio de los niños”.

Así sintetiza Jaime, apodado ‘El Pollo’, qué lo llevó a fundar una academia de vallenato en la ‘nevera’. Él considera que enseñar esto en la urbe no solo acerca a los jóvenes a las raíces típicas del país, sino que evita que el patrimonio inmaterial de la humanidad desaparezca poco a poco. Aún así, reconociendo su misión, no lucha contra el nuevo vallenato, al que en vez de verlo como un enemigo, lo considera un aliado.

“A pesar de que muchos lo critican, es oxigenante para el folclor. Estas fusiones engrandecen y recrea los géneros antiguos en cada canción. Lo hacen para crear el éxito musical y en definitiva, es lo que busca cada artista. Así, el vallenato deja de ser cuadriculado”.

Su táctica es cautivar a los muchachos para que amen el vallenato y no lo dejen perder. López sabe que su deber es mantener la esencia del folclor, pero no pretende cortarle las alas a sus pupilos en los tiempos que hoy transcurren. Total, para él y para todos en su Academia, la misión es no dejar morir el vallenato y acompañarlo en su evolución.

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