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Afectos robados

Darle un  beso en la mejilla al papá,  la posibilidad de llorar cuando vemos el Rey León, decir un “te quiero” al hermano que extrañaste durante un viaje largo o simplemente reventar de emoción ante un hecho sin precedentes.  Son emociones que a los hombres siempre se nos han negado en esta sociedad que cada día se consume en el radicalismo del machismo, que impide a los hombres expresarnos por miedo a la homosexualidad o a ser tildado como tal, convirtiéndonos en máquinas sin sentimientos.

Hace unos años,  diez para ser exactos, creía de manera radical que los hombres estábamos diseñados para ser personas sin sentimientos. Puede que esta etapa la deba principalmente a una “tusa” por la que pasé gracias al desamor de una mujer. En ese momento pensaba que no valía la pena entregar y abrir mi corazón a nadie. Entedía el juego del amor como algo pasajero y que vivirlo sin ninguna profundidad me resultaba bastante cómodo.

Paradojicamente para esa fecha, o un poco antes, no lo recuerdo bien, decidí (por que en mi caso así lo fue) empezar a frecuentar sitios de hombres y páginas de internet que me permitían conocer personas para desfogar de manera práctica mis deseos más profundos, deseos que a la luz de la cotidianidad eran reprochables y mal vistos.

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Luego de una corta pero complicada estadía en ese mundo de la rumba, licor, sexo y descontrol, con el que la mayoría de las personas asocian a los gais, una etapa a la cual nos enfrentamos todas las personas sin importar nuestra orientación sexual (deseo erótico pero también afectivo que tenemos las personas sobre las otras), conocí a Julián.

Porte de modelo, inteligencia, buen humor y sencillez… En fin, atrapó mi corazón. No podía creer que esto fuera posible: yo me estaba enamorando de otro hombre, estaba rompiendo esquemas y decidiendo enfrentar lo que tantos hombres tenemos -al parecer- dormido: afecto. Habia decidido empezar a explorar nuevos horizontes, nuevas formas de reconocerme y reconocer al otro, expresar con frases y bonitas acciones lo que parecía me había robado el desamor.

Hoy, y a pesar de las problematicas que se enfrentan en cualquier relación, puedo decir con total tranquilidad que me enamoré, sí, y lo hice de otro hombre. Un hombre con el que entendí que el sentir, el vibrar y el caminar de la mano en búsqueda de un futuro es posible. Y aunque se lea algo cursi y romanticón, quiero decirle a usted señor lector o animada lectora que aunque somos diferentes tenemos el mismo derecho a amar, que  usted siendo un hombre, sea o no homosexual, puede darse la oportunidad de expresar la ternura, el amor y el cariño sin miedo a nada. 

Créame: ¡es liberador!

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