Nada que se encuentran ellos mismos. La búsqueda parece ser más estéril cuando pareciera que las piernas no fueran capaces de responder y cuando el fervor es capaz de hacer espesar a la inteligencia y la paciencia. Millonarios hoy es eso: una maraña de profundo desorden que en la cancha termina dejando una imagen de pobreza no conducente con su historia. Esta vez la escenografía la completó un equipo llamado Rionegro, pero antes había sido Jaguares. Y antes Alianza Petrolera.
PUBLICIDAD
El nivel es flojo aunque la autocrítica parezca escasa, de acuerdo con las declaraciones del entrenador en las varias ruedas de prensa que lleva el campeonato. Las fórmulas ofensivas están ausentes y los hinchas jóvenes, que son más bien una especie de hijos del aguante, quedan más conformes si hay huevos. Explicable: a los fanáticos jóvenes pocas veces les tocó ver un Millonarios que jugara muy bien, como sí nos tocó a los viejos, esos mismos que preferimos ver jugar bien al equipo, a que los 11 jugadores abandonen la cancha con la pantaloneta embarrada.
La semana pasada el clima no fue el mejor: los triunfos de Nacional en América hacen que el hincha se sienta rezagado en la lucha por ser el mejor. Sin embargo eso no da tampoco como para andar amenazando directivos ni cosas de ese estilo. Que debe haber una protesta, es legítimo; que alguien se tome el disparatado derecho de desestabilizar la vida de alguien, es un delito.
Y es justo en ese punto de la historia en el que el fanático, el que paga por el espectáculo, el que ve en cada ingreso al estadio esa posibilidad de redención con la vida al ver que su club lo deja con una victoria después de 90 minutos como trofeo para exhibir durante la semana hasta que el ritual se repite religiosamente, debe entender que si hay inconformismo debe manifestarlo, pero dentro de los canales de la cordura. Nunca a través de los disparates, de la anarquía y de la violencia porque es ahí donde el poder del hincha pierde inteligencia y pierde validez frente al resto.
Hay fanáticos que entendieron ese mensaje y decidieron no ir al juego ante Rionegro Águilas. La entrada estuvo rondando los 8000 espectadores para un encuentro programado el sábado a las cinco de la tarde, lo que usualmente garantiza un buen ingreso de personal en las graderías. Y para aquellos que ven válida esa manera de protestar, es un método magnífico, porque la moraleja no es que ellos estén abandonando la causa: es que si no se ponen las pilas para hacer de Millonarios un club grande, ellos no pueden estar siempre remando en soledad.
Así como se les pide inteligencia a los dirigentes, también hay que pedírsela al hincha. Porque el dolor de una derrota o de un anodino empate en casa jamás justificará una amenaza o una agresión.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.