Se equivocó y mal porque, en lugar de esperar al martes para hablar con el presidente del club en el que juega y contarle de sus tristezas e inconformidades porque no es titular, o porque no fue tenido en cuenta por su DT para la charla posterior al entrenamiento preclásico al cual estaba convocado, decidió explotar y enviar un mensaje incendiario a través de sus redes sociales para avisar que no iba más con Santa Fe porque le habían faltado al respeto.
Ese capricho de ventilar lo que tanto defienden los jugadores, que es la intimidad de su universo, le dio resultados de inicio a Pérez, porque claro, la gente molesta, encontró de inmediato un culpable y fue a buscarlo: ese señor se llama Gerardo Pelusso, es uruguayo, y como entrenador le dio a Santa Fe una de sus más grandes alegrías: ganar un torneo internacional de la talla de la Copa Sudamericana. Los mismos que fueron sin temor a apretar al DT con una insólita marcha frente al hotel de concentración y que le cantaron coros hirientes y lanzaron insultos contra Pelusso, se abrazaban entre lágrimas en diciembre porque eran campeones continentales, gracias a, mire la paradoja, Pelusso.
Fue una movida ruin la de Pérez porque no tuvo ambages en utilizar la pasión del hincha a sabiendas de que el hincha -y con sobradas razones- lo idolatra por todo lo que en el campo dio. Lo que pone a pensar esta situación es que Pérez no pensó en el hincha, sino en él mismo y decidió usar al hincha simplemente para refrendar su poder dentro del equipo. Es decir, Pérez, en un acto de embriagada egolatría, se sintió más importante que Santa Fe. Y algunos fanáticos se olvidaron momentáneamente que el motor de sus pasiones es Santa Fe y no el Atlético Omar Pérez.
¿Qué consiguió el 10 con su pataleta? Que Santa Fe se quedara sin DT -la renuncia de Pelusso fue irrevocable, por lógicas razones-, que sus compañeros estuvieran concentrados en el entorno y no en el juego que tenían que disputar y que al final perdieron -a varios de sus coequiperos no les gustó para nada todo este episodio-, que su club se vea obligado a mirar cómo demonios encuentra un reemplazante para que ocupe el cargo de entrenador que tendrá que apagar el incendio aunque no haya agua en las mangueras por los calendarios apretados: Santa Fe debe jugar dos partidos atrasados (Junior y Huila), sin contar que tiene que ponerse las pilas para rematar su grupo de Libertadores frente a Corinthians y Cerro Porteño.
Pérez es un tipo grande, de los buenos futbolistas extranjeros que hayan pisado estas tierras. Nadie lo obligó a irse -si es que no le aceptan la renuncia, casos se han visto- y que eso quede claro. Él fue el que decidió decir adiós cuando nadie le estaba pidiendo que se fuera.
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