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Una ‘selfie’ mientras se acomodaban el quepis, tal vez para sus redes sociales, marcó el final de una mañana en la que 600 patrulleras fueron ‘entregadas’ al Distrito para reforzar el cuerpo de la Policía de Tránsito de la ciudad.
Una rosa en la mano, como símbolo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, hizo contraste con el verde fluorescente de sus uniformes y ‘adornaron’ sus caras perfectamente maquilladas y su manicure intacto, a pesar de estar en las calles todo el día, mientras realizaban los honores protocolarios.
La vida de las nuevas patrulleras, que recibió la ciudad oficialmente el 8 de marzo, cambió desde hace un año cuando decidieron estudiar para un trabajo poco envidiado y muy difícil: contribuir con el orden y la movilidad en Bogotá. Desde enero, le han dado otra cara a la capital, un poco más amable y, por qué no decirlo, menos hostil a la que ya estábamos acostumbrados.
Uno de esos rostros es el de Edna Medina, quien viene desde el Huila y estudió en la Escuela Provincia de Sumapaz, en Fusagasuga, en donde se formó para este cargo. “Siempre me ha gustado el tema de la Policía y aquí tenemos la posibilidad ascender, podemos seguir estudiando si se distribuye bien el tiempo porque prima el servicio”, comentó a PUBLIMETRO.
Y el servicio es lo que tienen en mente estas 600 patrulleras que decidieron apostarle a la cultura ciudadana; eso sí, nadie dijo que sería fácil, “nos toca llenarnos de paciencia, porque uno en la calle se encuentra de todo: desde el que entiende, hasta el que se pasa el semáforo en rojo y se ‘escapa’, pero gracias a la comunicación constante que tenemos con los demás policías podemos hacer un trabajo más eficiente”, añadió.
Para Heidy Corrales, quien viene de la misma escuela, el trabajo que están desarrollando desde enero ha sido satisfactorio, “con las compañeras hemos trabajo en equipo, cada una desde su punto y usando su método, pero con un solo fin: la cultura ciudadana”.
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Con lo anterior coincide Edna, quien acepta que en realidad lo más duro de ser patrullero en Bogotá es estar alejada de su familia. “Desprenderme de ellos ha sido difícil. Hace dos meses no veo a mis papás, ni a mis hermanas. Todos están en el Huila”, comenta. Ella de vez en cuando puede pedir permisos para visitarlos, “eso lo llamamos internamente ‘franquicias’, que son como dos o tres días en los que aprovechamos para ir a visitarlos”, aseguró.
El caso de Edna, y el de Heidy, quien también tuvo que dejar a su familia por cumplir este sueño, se repite entre ellas. Algunas vienen de la Escuela Provincia de Vélez, en Santander, y tuvieron que pasar pruebas psicológicas y físicas para patrullar las calles bogotanas.
Ellas tienen claro que las cualidades de una patrullero ante todo deben ser la honestidad, la sencillez y la firmeza. “Acá no importa si somos bajitas, altas, gorditas, blancas o negras; lo que importa es enfocarnos en el buen trato al ciudadano y cambiar el concepto que tienen de nosotros”, añadió Edna.
Esta es una gran apuesta de la institución, el general Germán Jaramillo, comandante de la Policía de Tránsito, le aseguró a este medio que cree que la presencia de las patrulleras en las calles bogotanas es positivo y que hará que muchas personas lo piensen dos veces antes de cometer alguna infracción o insultarlas.
Por supuesto, el tema de educación ciudadana es algo que sigue guardado en un cajón, pues se deben establecer campañas o proyectos para que los bogotanos recuperen la confianza en los policías de tránsito y ellos en los ciudadanos.
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