Subway se convirtió en el nuevo corrientazo, el almuerzo diario de la clase media emergente de la que tanto habla Santos. Y no está mal. Un buen producto a un precio más que competitivo tiene que ser un éxito, y eso es lo que pasa con la cadena de sándwiches norteamericana: ofrece un plato de comida de calidad que vale menos que un almuerzo en un sitio de condiciones inferiores.
Le ha ido bien a Subway. De no sonar para nada pasó a subir como arroz. El último año creció 97% y hoy tiene cerca de 380 franquicias en el país. Estrategias como vender sándwiches hasta a 4700 pesos y sacar promociones ‘compre uno y lleve dos’ que no tienen trucos, asteriscos ni letra menuda han hecho que su clientela crezca. Según un análisis del diario La República, montar un local de la marca vale entre 290 y 422 millones de pesos y se puede lograr el punto de equilibrio entre tres y seis meses, lo que dice que es un buen negocio.
Yo dejé de comer allá porque entré en una dieta en la que prefiero evitar la comida de la calle, pero sus sándwiches me encantaban, en especial el de atún. A lo que voy es que más allá de que sea una excelente opción para alimentarse, Subway deja al desnudo la mentalidad del colombiano.
Esta foto fue tomada el pasado jueves 3 de marzo, día en el que la cadena lanzó una promoción 2×1. Y uno entiende que somos un país emergente, que nuestra economía es frágil, que la inflación nos está ahorcando, que los sueldos son malos y que al colombiano le gusta el rebusque, pero las filas que se vieron ese día en los locales de Subway eran de no creer. No sé ustedes, pero yo no me aguantaría una fila de estas dimensiones ni por un pedazo de comida de la Última Cena,
Y aunque no me sobre la plata, prefiero usar ese tiempo para producirla, para ir a un restaurante menos concurrido, incluso para descansar, porque nada, nada paga hacer fila por comida habiendo tanta. Porque alimentos hay, y por muy doloroso que sea el caso de los niños de La Guajira, por ejemplo, en Bogotá sobran las opciones para comer bien y barato, pero sobre todo, cómodo. No soy quién para decirle a la gente dónde comer, y si alguien quiere pasarse la hora del almuerzo en una cola, que aproveche. Yo no la hago ni en Subway ni en Crepes & Waffles ni en El Corral ni en Wok, por mencionar cuatro restaurantes donde la gente suele perder la dignidad, haciendo filas interminables por un pedazo de comida. Yo me quiero y mi vida, mi tiempo, valen más que un sándwich gratis.
*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de PUBLIMETRO Colombia S.A.S.