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El optómetra con inventos patentados que es orgullo para Colombia

Hernando José Hernández tiene 45 años de edad, de los cuales lleva 20 dedicado a la docencia, inculcando en sus estudiantes el valor de la innovación y del creer en ellos mismos.

Este optómetra tiene cuatro inventos patentados, está trabajando en un quinto de la mano de la Universidad El Bosque, donde es profesor, y fue ganador en la categoría de innovación de Titanes Caracol 2018 con la votación más amplia que se conoce hasta el momento.

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Hernández se crio en una familia humilde. Aunque sus padres solo cursaron hasta segundo de primaria, siempre le inculcaron la responsabilidad y fueron exigentes con él para que fuera un gran estudiante. Sin embargo, por iniciativa propia, Hernández siempre era el mejor de la clase e incluso llegó a ser representante estudiantil en la universidad. Primero estudió Ingeniería Química en el Atlántico, y el gusto por la optometría llegó a su vida de manera casual e inesperada.

“Compré una óptica porque uno de mis mejores amigos me dijo que era buen negocio”, dice Hernández. El encanto por curar la vista surgió después.

“Uno como ingeniero está acostumbrado a hacer cálculos y ejercicios matemáticos todo el tiempo. Me llamaba la atención que los pacientes salieran felices y que se les hiciera una formula sin hacer muchas operaciones. Yo quería aprender cuál era el truco y saber manipular el aparato que ellos usaban. Es ahí cuando decidí entrar a estudiar optometría”, cuenta Hernández.

En Barranquilla, siendo siempre alumno destacado, no en vano se ganó el cariño y la admiración del señor Gabriel Acosta Bendek, fundador y rector de la institución donde estudió. Inspirado por él, sin saberlo creó su primer invento, un simulador de defectos refractivos, reflejos retinianos y neutralización, que llevó a cabo cuando apenas cursaba tercer semestre.

“Me di cuenta de que él, el señor Acosta Bendeck, usaba unos lentes con una fórmula muy alta, eso me hizo pensar: él que es tan inteligente y tan brillante, ¿cómo hará para ver con esos lentes? Fue entonces cuando reflexioné que todas las personas ven el mundo diferente”, dice Hernández.

Y un día, de manera intrépida, tomó sin permiso las gafas al rector durante una conferencia y se las llevó para el laboratorio. “Así pude saber cuál era su aumento y podía entender perfectamente cómo funcionaba su ojo”, cuenta con curiosidad el optómetra y docente de la Universidad El Bosque.

“Pensé que tenía que diseñar un ojo que se corrigiera con ese aumento. La idea era hacer un ojo que viera cómo él sin usar sus gafas. Empecé a hacer el simulador con sus medidas, la córnea, la retina el cristalino. La diferencia es que a este ojo artificial le hice una ventanita por la que cualquiera se podía asomar y entender cómo veía esa persona. Esa ventanita fue la que medio la patente del invento”, dice Hernández.

Y es que, con este simulador de defectos refractivos, reflejos retinianos y neutralización, revolucionó la manera de explicar al paciente los defectos y enfermedades de sus ojos y también la forma de enseñar optometría a los estudiantes.

El segundo invento, la caja de lentes de prueba y sensor óptico, surgió gracias a un comentario de su padre. “Mi papá conmigo siempre era muy exigente y me dijo: -a mí me parece que a eso le hace falta tecnología-. Yo esperaba que él me diera un aplauso o un abrazo, pero me hizo esa crítica constructiva que me dejó pensando. Y tenía razón. Yo hice un ojo que funcionara anatómicamente como tal, pero no tenía ningún software. Me puse a la tarea y le coloqué sensores y le hice un algoritmo y un programa. Ahora mientras el estudiante está haciendo el examen y le está colocando lentes para ver si corrige los defectos del ojo, este le dice si va bien o si va mal”, dice Hernández.

“Con el simulador el estudiante tiene todo el tiempo del mundo, no necesita al docente, no necesita pacientes y se está entrenando a su ritmo, entonces se libera del tema de la evaluación y cuando se siente seguro puede acercarse a atender a una persona sin problema”, explica el optómetra.

Actualmente este simulador ha sido adquirido por seis universidades en Colombia y también se conoce en México y en Nicaragua.

Con la tercera patente, el simulador de formación de menisco lagrimal con lente de contacto, se puede saber con exactitud las características del tipo de lente duro que necesita una persona sin tener que pasar por dos o tres cambios, como ocurre normalmente, porque este tipo de lente es muy molesto para los ojos.

Después, hubo una cuarta patente que es un equipo llamado Estación de refracción ergonómica, es una manera personalizada de hacer el examen de los ojos.

Actualmente el profesor Hernández está desarrollando un nuevo invento, que será la primera patente de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque, institución con la que se siente muy agradecido porque le ha dado el tiempo para dedicarse a la innovación tecnológica. “Esta patente tiene que ver con curar enfermedades del ojo y corrección de patologías que no están comprendidas en las tecnologías que he desarrollado antes”, cuenta Hernández.

Debido a todo este trabajo, José Hernando fue el ganador en la categoría de innovación del concurso Titanes Caracol 2018, algo que lo llena de orgullo.

“Ese triunfo lo tomo para mí, para mi Universidad El Bosque, y para que los estudiantes vean posible que se puede ser inventor, innovador, y que se puede amar la investigación”.

“En Colombia yo veo que los estudiantes tienen ideas brillantes, pero se necesita creer. Tenemos un ambiente un poco hostil en cuanto a ese tema de que sí podemos ser inventores. Hay que creer que hay cosas que solo a mí se me pueden ocurrir y que tengo la capacidad para desarrollarlas. También se trata de tener la mentalidad de que tú le puedes brindar soluciones al mundo, y no que los demás te las tengan que dar a ti”, dice Hernández.

La otra razón por la que este optómetra está tan feliz con este premio es porque le ha dado visibilidad para conseguir donaciones con las que ahora puede ampliar el impacto en sus brigadas de salud en zonas vulnerables de la costa Caribe, labor que comenzó a hacer desde el 2016, cuando murieron sus padres, como una manera de replicar el cariño que ellos le brindaron.

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