“Agradezco a PLAN y a OCHA por este proyecto, nos apoyaron y nos enseñaron principios básicos de higiene y nutrición que nos sirven tanto para nosotros mismos, como para nuestros hijos y comunidad”.
Chocó, se destaca por su belleza y por su gente luchadora, en gran mayoría afrodescendientes, aunque también hay mestizos, blancos y población indígena. Su naturaleza es exuberante, exótica, dominante, salvaje. La selva chocoana se impone y caracteriza a esta región como una de las más húmedas y lluviosas del mundo.
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Al contrario de la abundancia de su naturaleza, Chocó es uno de los departamentos más pobres del país marcado por la corrupción de sus gobernantes, el conflicto, la falta de inversión, el desempleo, el desplazamiento forzado y miles de historias de vida que resaltan las difíciles condiciones pero también el valor de su gente, su fuerza y sus ganas de salir adelante.
Es el caso de Celmira Ochoa, una joven indígena de 26 años, participante de los proyectos de PLAN, quien sueña con darle un mejor futuro a su comunidad Embera Citará, originaria de la serranía del Baudó. Las condiciones de vida de las comunidades indígenas en general no han sido fácil; ella y su familia tuvieron que irse de su tierra natal, desplazados por la violencia, en búsqueda de un nuevo hogar en Quibdó donde viven hace 5 años.
Desde hace unos meses se vinculó al proyecto de PLAN y OCHA, Asistencia Humanitaria para familias indígenas desplazadas y víctimas del conflicto armado, diseñado para brindar atención humanitaria en temas como: seguridad alimentaria y nutricional, agua, saneamiento básico e higiene, en el cual hasta el momento han participado 275 familias, un total de 1.269 personas de 13 comunidades indígenas. Reciben capacitaciones para mejorar sus condiciones sanitarias y de salubridad y cuentan con el seguimiento nutricional de especialistas para luchar contra la desnutrición sobre todo en las niñas y los niños.
Celmira está comprometida con las capacitaciones y quiere aprovechar al máximo todas estas enseñanzas y apoyo para mejorar las condiciones de vida de sus dos hijos con quienes vive en el barrio Uribe Vélez, en la comunidad Playa Bonita en Quibdó, donde la mayoría de sus habitantes están en situación de desplazamiento.
Hace 2 años, Celmira es docente de niñas y niños de su propia comunidad donde su labor va más allá de enseñar temas académicos, se dedica a crear lazos de amistad, trabajo en equipo y de respeto hacia los demás. “Quiero que la comunidades indígenas se vean representadas en estas niñas y niños, que serán el futuro de nuestro país”, expresa Celmira.