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La comida que termina en la basura: una crisis global en un mundo con hambre

Un informe de las Naciones Unidas reveló recientemente una realidad devastadora. Confirmó que el 17% de los alimentos disponibles en el mundo acaban en la basura. A nivel global per cápita, cada año se desperdician 121 kilogramos de alimentos a nivel de consumidor, de los cuales 74 kilogramos se producen en los hogares.

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La investigación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estimó que 931 millones de toneladas métricas de alimentos fueron a parar a los cubos de basura de los hogares, minoristas, restaurantes y otros servicios de alimentación en 2019. La mayor parte, el 11%, provino de los hogares, mientras que los servicios de alimentación y los comercios minoristas representaron el 5% y el 2% del total de residuos, respectivamente.

Una de las conclusiones más llamativas es que no hay grandes diferencias entre los países ricos y los países en desarrollo. Por ejemplo, Nigeria es uno de los países del mundo donde más alimentos se tiran en los hogares, con 189 kilos per cápita al año, frente a los 59 kilos de EE.UU. En México se desperdician 94 kilos; en España, 77; y 70 en Colombia. 

“Hay infinidad de razones por las que se desecha la comida y cómo se desecha”, explica a Publimetro Bethaney Turner, profesora adjunta de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad de Canberra (Australia). “Esto puede ir desde el deterioro durante el almacenamiento o el transporte (un problema particular en los países en vías de desarrollo), el rechazo por parte de los proveedores de los supermercados en la puerta de la granja por razones estéticas, y que los clientes no lleguen a utilizar todos los alimentos que han comprado en su compra semanal”.

Y añadió: “Algunos consumidores también pueden comprar de más como resultado de aceptar las ofertas de ‘dos por uno’ o de tener sólo acceso a alimentos preenvasados (incluidas las frutas y verduras) que les obligan a comprar más de lo que necesitan. Muchos estudios indican que la gente no quiere desperdiciar alimentos e intenta evitarlo, pero la complejidad de la vida cotidiana y la forma en que se envasan los alimentos y se accede a ellos hace que todavía pueda ocurrir”.

El hecho de que se produzcan cantidades considerables de alimentos que no se consumen tiene importantes repercusiones negativas: medioambientales, sociales y económicas. Se calcula que entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están asociadas a los alimentos que no se consumen.

“Reducir el desperdicio de alimentos en el comercio minorista, en los servicios de alimentación y en los hogares puede aportar múltiples beneficios tanto para las personas como para el planeta”, afirma el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

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Sin embargo, hasta ahora no se conocía bien la verdadera magnitud del desperdicio de alimentos ni sus repercusiones. Por ello, las oportunidades que ofrece su reducción han quedado en gran medida sin explotar. 

“Si queremos tomarnos en serio la lucha contra el desperdicio de alimentos, tenemos que aumentar los esfuerzos para medir los alimentos y las partes no comestibles que se desperdician en el comercio minorista y en los consumidores, y hacer un seguimiento de la generación de desperdicio de alimentos en kilogramos per cápita a nivel nacional. Sólo con datos fiables podremos seguir el progreso del Objetivo de Desarrollo Sostenible, que pretende reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita a nivel de minoristas y consumidores y reducir las pérdidas de alimentos a lo largo de las cadenas de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha”, concluyó el PNUMA.

Para saber más, Publimetro habló con Kristen Lyons, profesora de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad de Queensland (Australia):

Recientemente, un informe de las Naciones Unidas estimó que el 17% de los alimentos del mundo se desperdicia… 

—Es una cifra impactante pero no sorprendente. Este altísimo nivel de desperdicio de alimentos es un indicador de las ineficiencias y desigualdades que han llegado a definir los sistemas alimentarios modernos. El hecho de que casi una quinta parte de todos los alimentos procedentes de los hogares, los minoristas, los restaurantes y otros servicios alimentarios se tiren a la basura forma parte de nuestra sociedad de consumo y de usar y tirar, y una economía distorsionada nos dice que es más barato desperdiciar alimentos que distribuirlos de forma más justa.  

¿Cómo se puede resolver este problema?

—Uno de los principales impulsores del desperdicio de alimentos es el control empresarial del sistema alimentario, ya que los fabricantes y los minoristas de alimentos -incluidos los grandes supermercados- ejercen una gran influencia en nuestro sistema alimentario. El resultado de esto es la distribución desigual de los alimentos en todo el mundo, con la brecha entre los desnutridos y los saciados, que sigue creciendo. Un sistema alimentario descentralizado y democratizado será vital para abordar la justicia alimentaria y el desperdicio de alimentos.  

¿Cómo beneficiaría al medio ambiente?  

—La alimentación y la agricultura contribuyen significativamente a los gases de efecto invernadero y a la actual crisis climática. Los alimentos contienen una gran cantidad de energía incorporada por la forma en que se cultivan, se procesan, se envasan y se transportan. En este sentido, entre el 8 y el 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están relacionadas con el desperdicio de alimentos. La reducción del desperdicio de alimentos debe formar parte de un conjunto de estrategias que garanticen que los sistemas alimentarios y agrícolas estén en consonancia con la realidad de un clima en crisis.  

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