Con escobas y palas ecuatorianos borran huellas de las protestas. Este lunes salieron a la calles de Quito para recuperar el aspecto que tenía la capital de Ecuador antes de las protestas, que durante once días convirtieron a la ciudad en un escenario de devastación, más típico de una guerra.
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Sin esperar a que los servicios públicos de limpieza hicieran la tremenda tarea de recoger los escombros dispersos por el centro de la urbe, los vecinos de Quito protagonizaron una ejemplar y masiva «minga», como se conoce en los países andinos a la labor comunitaria que se realiza de manera conjunta y gratuita.
En ella estuvieron muchos de los manifestantes que en los días anteriores habían destrozado el mobiliario urbano y que habían dejado patas arriba el centro urbano para protestar contra el polémico decreto del Gobierno que eliminaba los subsidios a los combustibles, que finalmente va a ser derogado.
La mayoría acudió al parque El Arbolito, la «zona cero» de estas protestas, cuyos alrededores eran una maraña de barricadas formadas con adoquines callejeros y cúmulos de cenizas aún humeantes de las fogatas que prendieron durante los disturbios en la zona.
Los primeros en llegar se encontraron allí de todo tirado por el piso, incluso los escudos de cartón con los que se defendían los manifestantes en los enfrentamientos con la Policía.
«Nos ha conmovido ver mucho los escudos. Ahí está el corazón de Ecuador realmente, en indígenas que se defendían con un escudo de cartón. Ahí se ve que somos gente pacífica y que no buscábamos dañar a nadie», con a Efe Karina Machado, madre de 39 años con dos hijos.
«Hemos venido con el único objetivo de demostrar que estamos unidos por un bien común, en medio de todas las circunstancias que nos ha tocado vivir», añadió.
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Mientras unos barrían por una esquina, otros borraban los grafitis de las paredes, se sumaban voluntarios que recogían la basura en sacos, y al mismo tiempo había quienes repartían agua a los denodados voluntarios que desafiaron al intenso sol quiteño para recuperar la normalidad cuanto antes.
Con cadenas humanas formadas por cientos de personas, como si de un camino de hormigas se tratase, poco a poco se fueron recogiendo los ladrillos del pavimento para colocarlos de nuevo en su lugar a golpe de martillo.
En una de esas cadenas estaba Rocío Pilamunga, de la Federación de Iglesias, quien durante las protestas apoyó al movimiento indígena con donaciones de comida.
«Ahora estamos aquí nuevamente para limpiar la ciudad. Es nuestro deber y nuestra responsabilidad mantenerla siempre limpia», señaló Pilamunga.
Ayudando a cargar adoquines en un camión junto a un semáforo derretido por las llamas que incendiaron el sábado la sede de la Contraloría, estaba Carlos Guatemala, un universitario que se declaró a Efe reconfortado por la unidad demostrada por los ecuatorianos.
«¡Qué reconfortante es ver unidos a propios y extraños! Me satisface mucho ver esa unidad de mi cuidad, de mi pueblo y de mi tierra», apuntó.
No fue el único universitario en la minga, pues los estudiantes fueron mayoría en esta tarea comunal, y allí también estaba Yomara Maila, una estudiante de medicina de 24 años que durante las protestas brindó auxilio a los heridos en los fuertes disturbios acontecidos en la capital.
Al rato llegaron cientos de policías también armados con escobas, así como un gran contingente de la Agencia Metropolitana de Tránsito (ATM), quienes al inicio no fueron bien recibidos, pues les recordaron los siete muertos y más de 1.100 heridos que dejaron las protestas en los enfrentamientos con la fuerzas del orden.
Entre los más de 500 trabajadores de la ATM estaba Alejandra Alvarado, quien aseguró a Efe que «los buenos somos más», y consideró que la protesta no justifica los daños a la ciudad, cuyo centro es patrimonio cultural de la humanidad desde 1978.
Para mediodía, El Arbolito lucía un aspecto muy distinto al de los últimos días, comenzaba a recuperar el tránsito de vehículos y así poco a poco a olvidar las violentas escenas que dejó este conflicto del que los ecuatorianos quieren pasar página cuanto antes.