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Quería ir al baño, se ocultó en una cueva y halló ruinas de 49 mil años

Tuvieron que pasar 49 mil años para que otro ser humano pisara el mismo sitio. Al menos otro que tuviera conocimiento de lo que ahí sucedió. Es la historia del arqueólogo Giles Hamm, quien en la búsqueda de un lugar para hacer del baño, encontró importantes ruinas arqueológicas.

¿Un accidente o acto del destino? Puede ser cualquiera de las dos. El hombre se encontraba en un desierto al sur de Australia, en la región conocida como Flinders Ranges. 

Hamm estaba siendo acompañado de Clifford Coulthard, un hombre nativo del lugar. Él fue el que tuvo la impostergable necesidad de ir a un sanitario; o su similar en medio del desierto.

Entonces, Giles Hamm detuvo la camioneta cerca de una cueva; Clifford bajó para ir al baño; sin embargo, para Hamm esas cuevas representaron su curiosidad.

Inmediatamente supo que estaba frente a algo importante. Al entrar en la cueva descubrió algo trascendental: el techo estaba ennegrecido; lo que significaba que en ese lugar hubo alguien haciendo fuego.

Lo motivó a seguir estudiando las ruinas

“Que el cobertizo rocoso estuviera ennegrecido, significa actividad humana”, explicó Hamm a medios locales.

Al continuar con la investigación, descubrió que en la zona había fragmentos de herramientas sofisticadas y restos de huesos de un marsupial que vivió en Australia miles de años atrás.

Después de las respectivas pruebas, Giles Hamm llegó a una conclusión: los restos hallados tienen al menos, 49 mil años de antigüedad. ¿Qué es lo importante de esto? Que son cerca de 10 mil años más que lo calculado previamente. Un dato que podría reescribir los libros de historia.

Este sitio podría ser la evidencia más antigua de un asentamiento aborigen. Se cree que los aborígenes australianos son una de las civilizaciones más antiguas que salieron de África; esto, de acuerdo a un estudio publicado recientemente pro la Universidad de Copenhagen.

Un «accidente» lo hizo encontrar una serie de ruinas arqueológicas que podrían cambiar los libros de historia. Así fue su «golpe de suerte»

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