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La foto de los US$2.000

Un fotógrafo holandés hizo un retrato de una vendedora. Tres años después ella recibió dos mil dólares por ello.

San Juan de Luringacho de los distritos más pobres de Lima, la capital del Perú, que tiene más de ocho millones de habitantes. Hay zonas ya urbanizadas, con sus calles trazadas, pistas asfaltadas, servicios de agua y luz, pero a los cerros más lejanos siguen llegando inmigrantes del interior, que van a la capital en busca de un futuro mejor.

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No tienen casa, así que se acomodan en estos cerros como pueden y poco a poco van haciéndose ellos mismos sus propias casas. Con cartones, maderas, techos de calamina. Se organizan para hacer rondas de seguridad, comedores comunes, buscar trabajo… sobrevivir en la ciudad. En el Perú a estos lugares se les llama ‘asentamientos humanos’, son los barrios más pobres entre los pobres. En uno de ellos, llamado Los Nogales, vive Mariela Valera Huanca.

¿Quién es Mariela? Nació en Pallasca, Áncash, una provincia andina, en 1981. Buscando mejores oportunidades, hace 12 años llegó a Lima con su hermano Gilmer. Se instalaron en uno de los cerros de San Juan de Lurigancho. Mariela conoció a Juan Chura, sastre de oficio, y tuvo dos hijos con él: Lady, que ahora tiene 11 años, y Roy, de seis.

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Para ganar algo de dinero, Mariela iba al Centro de Lima a vender pasteles de choclo como vendedora ambulante. Llevaba con ella a sus hijos porque no tenía con quién dejarlos. A Roy lo cargaba a la espalda, en una manta multicolor, muy usada por las mujeres de los Andes peruanos. Eso hizo que su historia sea especial: el fotógrafo holandés Robin Utrecht le tomó una foto hace tres años y prometió pagarle un porcentaje si vendía esa foto en Europa. Ahora cumple su palabra.

Pero había un problema. Robin le tomó la foto a Mariela hace tres años y, para ubicarla desde Ámsterdam, sólo tenía su nombre completo. Entonces se contactó con METRO Holanda, había visto que el diario también salía en el Perú, y nos dio el encargo de encontrarla.

En los registros de identificación peruanos sólo figuraba una Mariela Valera Huanca. Su dirección estaba registrada en el asentamiento humano Los Nogales. En los registros comerciales había otro Valera Huanca, Gilmer, con dirección en otro asentamiento humano de San Juan de Lurigancho: Nueva Jerusalén. Presumimos que podía ser su hermano.

Llegar hasta esa zona periférica de Lima puede tomar más de hora y media en taxi en un domingo sin tráfico. Preguntamos a los policías del distrito por Los Nogales y buscaron en sus planos, pero no tenían registrado ese asentamiento humano. Sólo en San Juan de Lurigancho viven más de un millón de personas y los cerros más lejanos se siguen poblando desordenadamente de nuevos inmigrantes. Por allí debía andar Los Nogales, pero ni los taxistas, ni los vecinos, sabían dónde quedaba.

Después de mucho preguntar, un taxista dijo conocer Nueva Jerusalén. Subió por un cerro sin carretera, entre casas humildes, hasta que el auto ya no pudo avanzar más. “Tienen que seguir subiendo a pie”, nos dijo.

Después de caminar un trecho preguntamos en una bodega por Gilmer Valera. El dueño no conocía a nadie con ese nombre, pero una señora que estaba comprando verduras nos miró con sorpresa: “Yo soy su tía”, nos dijo. “Vivimos juntos, ¿para qué lo buscan?”.

La explicación fue breve. En realidad buscábamos a Mariela, le mostramos la foto y reconoció a su sobrino nieto, Roy, “pero ya está más grande”. Sí, Mariela era la hermana de Gilmer, pero vivía en otro cerro. “La puedo llamar por teléfono”, nos dijo la tía Yesenia. Cada vez más cerca después de días de búsqueda, Mariela usaba un celular registrado a nombre de su esposo.

La tía Yesenia entendió que se trataba de algo importante. Dejó las verduras, el almuerzo podía esperar, y nos acompañó hasta la casa de Mariela, solos no íbamos a llegar nunca.   A bajar a pie de nuevo, subir al auto, unos 15 minutos más hasta llegar al pie de otro cerro (una decena de casas de madera con un letrero que dice Los Nogales). Mariela nos vio desde lo alto cuando bajamos del auto. Bajó corriendo con su hijo Roy. Confirmamos que era ella, reconoció de inmediato la foto que le tomó Robin hace tres años. Le dimos la buena noticia: iba a recibir dos mil dólares. Sonrió nerviosa, feliz. “Muchísimas gracias”, fue lo primer que dijo. Se notaba que no lo podía creer.

PUBLIMETRO habló con Mariela, quien no pudo ocultar su sorpresa por la noticia.

 

¿Recuerdas cómo fue que Robin Utrecht te tomó esta foto?

Sí, fue hace tres años, el 2008. Yo trabajaba con mi carretilla, como ambulante, vendiendo pasteles de choclo en los alrededores de la Plaza del Congreso, en el Centro de Lima. No sabía el nombre de él, como no hablaba castellano, más hablé con una señorita que lo acompañaba, que fue la que me explicó de qué se trataba.

 

¿Y qué te dijeron?

Que me querían hacer unos retratos, y que si se vendían las fotos, podrían pagarme por eso. Parece que les gustó la manta con la que cargaba a mi hijo. Yo acepté, no me quitaban mucho tiempo, pero nunca imaginé que algún día me pagarían, ya hasta me había olvidado. Y llegan ustedes con esta noticia…

 

¿Cómo te vienen ahora estos dos mil dólares que te pagarán por la foto?

Es la mejor noticia que me han dado, todavía no lo puedo creer. Estaba preparando el almuerzo y de pronto me recuerdan la foto esa y el dinero que tienen para pagarme. Muchísimas gracias.

 

¿Sigues vendiendo pasteles de choclo en el Centro de Lima?

No, hace tres meses que nos desalojaron. La Municipalidad ya no permite que haya vendedores ambulantes en el Centro. No sabía qué hacer, ahora estoy trabajando como costurera con mi esposo en la casa, en un tallercito de costura que tenemos.

 

¿Es mejor este trabajo de costurera?

Trabajamos con pantalones, con jeans. Como estamos en la campaña navideña ahora hay trabajo, pero después no sé qué vamos a hacer.

 

Este dinero podrá servirte para pasar una buena Navidad y recibir mejor el 2012.

Nunca había visto tanta plata junta. Muchas gracias, esta va a ser una buena Navidad.

 

Luis Carlos Arias Schreiber/Pubimetro Lima

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