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La realidad que viven los afrodescendientes en Medellín

Aunque el racismo pareciera que se ha extinguido, en Medellín aún existe.

Cuando se piensa en racismo se cree que es un término antiguo, que lo experimentaban solo aquellos africanos que habían sido llevados a los países nórdicos, que en la actualidad no existe y que eso no sucede en un país como el nuestro, en donde la mayoría de la población es mestiza, es decir, de padres de diferentes de razas. Sin embargo, contrario a lo que se piensa, sí existe.

Arley Robledo Ibarguen, es medellinense, tiene 22 años, es afrodescendiente y está estudiando producción audiovisual. Su piel es oscura como el ébano, que lo hace sobresalir en cualquier lugar en el que se encuentre; mide más de 1.85 cm, tiene cuerpo atlético y es impecable en su apariencia. Su familia es originaria del Chocó, pero él ha vivido toda su vida en Medellín.

Sus padres llegaron a la capital antioqueña en búsqueda de nuevas oportunidades para sus hijos. En principio se ubicaron en San Antonio de Prado, uno de los corregimientos del municipio de Medellín, de donde debieron salir desplazados por la violencia que se desató entre el 2008 y el 2012.

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“Desde entonces estamos viviendo en Santa Cruz, comuna 2. De inmediato aprendimos cómo funcionaba ese sector de la ciudad, tanto así que de la primera casa a la que llegamos debimos irnos muy rápido porque fuimos testigos del consumo y la venta de drogas. Nos trasladamos a una vereda más arriba hace ocho años, ahí encontramos tranquilidad y nos quedamos”, dijo Arley.

Cuando recuerda si durante en su infancia si se sintió discriminado por su color de piel, Arley es enfático al afirmar que “la discriminación en Medellín siempre ha existido. Desde muy pequeño escuchas expresiones como ‘negro tenías que ser’ y eso es feo. Se supone que nosotros como negros hemos apoyado mucho al crecimiento del país y a la educación y eso no debería suceder”.

Destaca que del Chocó han salido grandes profesionales, bachilleres calificados con excelentes resultados en las pruebas de estado y que aportan en temas de educación en el país. Es una región en la que se promueve mucho  el aprendizaje y hay en muchos lugares clubes de literatura para los jóvenes. Como todo, dice que existen otros a los que les gusta más la fiesta y el desorden.

“Cuando llegamos a Santa Cruz conocí muchas frases despectivas y discriminatorias. Además, tuve que vivir desde ese momento situaciones en las que un mestizo, una persona de piel más clara que la mía, se cambiaba de acera por verme caminar en la misma orilla o que me miraba de arriba abajo o que apretaba su bolso como si yo se lo fuera a arrebatar”,  recuerda  Arley.

Aunque todo esto parece un mal recuerdo, la realidad que esas situaciones hacen parte de su día a día y dice que eso siempre lo tendrá que vivir, pero también es consciente que eso ha cambiado un poco, porque depende del nivel de educación de las personas que ese tipo de actitudes son diferentes.

En cuanto al entorno educativo con el que se enfrentó, dice que su popularidad por ser aplicado académicamente y deportista le facilitó su desarrollo y socialización con sus compañeros. Sin embargo, el racismo siempre está presente, pero aprendió que “depende de la persona que lo diga, porque si no es importante en tu vida, no es importante su comentario”.

Respecto al acceso a la educación considera que hace falta mayor difusión de las oportunidades que tienen los afrodescendientes, porque sí existen muchas opciones, pero poca comunicación.

En relación al acceso laboral, recuerda que hace poco tuvo una entrevista en una empresa conocida en la ciudad, cuando terminó se dirigió al baño y sus dos entrevistadores pocos minutos después entraron, él decidió esperar al escucharlos hablar y quedó congelado cuando “uno le dijo al otro: muy bueno el trabajo, muy buenos sus proyectos; y el otro lo interrumpió y le dijo: pero es negro”.

¿Qué dice la administración?

Nelly María Castillo, miembro del equipo de Étnias de la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos humanos en la ciudad de Medellín, considera que el panorama para los afrodescendientes que habitan en la ciudad de Medellín es esperanzador.

Castillo considera que la movilización de las organizaciones que existen hoy en día de la población afrodescendiente y el trabajo con el Estado ha permitido que se les reivindiquen los derechos. “Hay una normatividad a nivel nacional y local que permite que esta población sea atendida de una manera pertinente y con un enfoque apropiado para su desarrollo”.

En la actualidad la población cuenta con el programa de diversidad étnica, que tiene como objetivos la implementación de la política pública para la población afro, que está basado en el acuerdo 056 del 2015, y la trasversalización de los asuntos étnicos.

“También compartimos otro indicador con Cultura ciudadana que es diversidad étnica y en ese estamos trabajando estrategias de prevención del racismo, la discriminación y la xenofobia en la ciudad. Estos indicadores nos han permitido trabajar con todos los ciudadanos en Medellín”, dijo Castillo.

Según la última caracterización que se realizó en el 2010, se indicó que la población afrodescendiente representa el 10% de la población general de Medellín, en ese entonces el registró era de 236.222 personas.

El racismo y el trabajo

El racismo estructural, que según la experta tiene más de 500 años, ha perpetuado algunas conductas que orientan a que la población afrodescendiente negra, palenquera o raizal, deba quedarse en algunos oficios.

“La realidad es que la población es muy diversa en sus quehaceres y niveles académicos. Entonces, no solo están en oficios de construcción u oficios varios, sino que ya están en planos de la salud, la atención social, las ingenierías; ya hay una diversidad que se puede evidenciar en diferentes contextos, como los jóvenes que están en el proceso laboral y académico”, indicó la experta.

Los retos

Los principales retos que tiene la administración, según Castillo, están enfocados en la construcción colectiva de ciudad, en donde se invita a la creación de un plan municipal afrodescendiente a 10 años.

“Ya se está construyendo en las diferentes comunas, cuenta con la participación activa de las organizaciones afro y la población civil. Esto marca un panorama a 10 años en términos de indicadores, para realizar proyectos y programas con pertinencia para cerrar las brechas en diferentes sentidos, en lo laboral, del acceso a la educación, en el desarrollo de competencias y en cada línea que tiene brechas que a lo largo del tiempo no se han logrado cerrar”, puntualizó la funcionaria.

Si bien se ha logrado un avance, aún hay mucho por hacer, mucho por trabajar y sobre todo, mucho por cambiar.

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La frase

“Una ciudad que acepta su diversidad étnica y reconoce que hace parte de esa diversidad, es una ciudad que logrará el desarrollo sostenible de su sociedad”, Nelly Castillo.

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La cifra

Se calcula que el 10% de la población de Medellín en afrodescendiente, cerca de 250.000 personas.

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