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Las fincas silleteras, el corazón del orgullo paisa

Un recorrido que permite conocer la magia del campesino antioqueño, de aquel que sobre su espalda lleva el orgullo de la región.

Santa Elena es la cuna de los silleteros. Su tierra forjó una cultura de hombres y mujeres que sobre su espalda cargaban cajones de madera en los que transportaban mercancías y flores, que cultivaban con sus manos, hacia la ciudad.

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En sus montañas se esconde el tesoro más preciado de los antioqueños. Fincas llenas de tradición, de buenas costumbres, de calor humano, de pasión y, sobre todo, de amor. Sí, amor por las flores, por la cultura de un pueblo que vive en la eterna primavera.

Recorrer una finca silletera es mucho más que admirar los jardines llenos de flores, de encanto y color. Es tener la oportunidad de adentrarse en las profundidades de lo que es un silletero, de conocer su historia, sus raíces y su familia.

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La visita

A cuarenta minutos de Medellín, en la vereda Barro Blanco, en la Finca Londoño, se encuentra la Casa de las Flores. Un hogar en el que viven José Ignacio Rico, su esposa Carmen Cecilia Londoño y sus tres hijos, Juan David, Ana María y la pequeña Mariana.

Al llegar a la finca, como buen anfitrión Don José Ignacio, – vestido con pantalón negro, camisa blanca, sombrero aguadeño, machete, tapapinche, cotiza, perrero, ruana y carriel-, sale de la casa a nuestro encuentro, su sonrisa y amabilidad saltan a la vista de inmediato.

La casa es de arquitectura tradicional antioqueña, de una sola planta, con un zaguán lleno de flores, con paredes de color amarillo suave, en donde reposan algunas fotografías que inmortalizan los desfiles de silleteros en los que han participado varios de los miembros de la familia.

Don José Ignacio nos invita a seguir a la sala de su casa, un espacio acogedor, con chimenea, varios sofás y dos poltronas. En las paredes sobresalen las fotografías de todos los miembros de la familia y en el televisor, que está encendido sin volumen, se observa el último desfile de silleteros, el del 2017, en el que se celebraron los 60 años.

Su esposa, la señora Carmen, nos sonríe y nos da la bienvenida desde la cocina. Tiene lista la bebida que prepara para recibir a los visitantes, se trata de un té florar, que en esta oportunidad es de flor de Jamaica.

“Siempre que nuestros visitantes llegan los recibimos con una bebida florar, sea de manzanilla, flor de Jamaica o caléndula. Es para entrar en calor con una bebida caliente, con una bebida de flores”, explica Don José Ignacio.

Es una mañana fría, así que la bebida caliente es muy agradable. Santa Elena está a 2400 metros de altura, por eso su clima es fresco y templado. Mientras nos tomamos el agua de Jamaica, Don José Ignacio nos cuenta la historia de su matrimonio, porque es su esposa la que lleva el ‘linaje’ de las familias tradicionales de silleteros y él un enamorado de su cultura.

Cuando todos terminamos el té, salimos de la casa. En el costado derecho del terreno se encuentra una enorme regadera para plantas, -tal vez mide tres metros de alto-, está pintada del mismo color amarillo de la casa y en el centro con grandes letras sobresale un mensaje que dice: “Florece lo que sembraste”.

El recorrido

Inicia entonces el recorrido por la historia de las silletas, que se remonta a la época indígena, cuando los cargueros indígenas, que habitaron El Arví, transportaban oro y sal. Poco después, en la época colonial los silleros de la colonia transportaban personas en su espalda. De ahí surge la palabra silleta, que en un principio era una silla como sistema de transporte.

“Aquí podemos ver la herencia de los silleros, que es de los vascos. Antioquia en uno de los lugares del mundo donde hay más apellidos y costumbres vascas, del norte de España. Los silleros transportaban entre Santa Fe de Antioquia y Rionegro a los viajeros. Luego los campesinos adaptaron la silla para crear la silleta, que se convirtió en un cajón”, explicó Don José.

En el relato, se explica que en ese cajón que crearon los silleteros, se empezaron a transportar flores, plantas medicinales, aromáticas, verduras y otros productos; que vendían en Medellín, en el cementerio, en el atrio de las iglesias o por las calles. Durante los siglos XVIII y XIX los campesinos bajaban de Santa Elena con sus silletas para vender sus flores y productos.

Después de la historia, en el recorrido nos cuenta sobre los diferentes tipos de silletas que existen las características de cada una y, lo mejor, es que a pocos pasos nos encontramos con ellas, imponentes, llenas de color y aromas.

La visita continúa por los senderos de la finca en donde se puede observar un jardín hermoso, en donde hay diferentes especies como margaritas, clavellinas, girasoles, begonias, hortensias, cartuchos, geranios y muchas más. Un lugar mágico que se puede visitar durante cualquier época del año porque es un tierra privilegiada, es la tierra de la eterna primavera.

El orgullo

Don José se enorgullece de recibir en su propia casa a cientos de turistas nacionales y extranjeros, a quienes les logra mostrar la cara amable de Medellín. “Todos los que vienen se van maravillados por el hermoso paisaje, el aire fresco y limpio, pero sobre todo, por la calidez de nuestro entorno, por la creatividad y la hermosura de las silletas”.

Considera que la finca es como un jardín botánico, en donde se revela la estrecha relación que tiene la cultura silletera con las plantas y el entorno.

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La frase

“Siempre recibimos al que llega como un amigo, a todos los recibimos con los brazos abiertos”, José Ignacio Rico, silletero de Santa Elena.

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La cifra

El recorrido tiene un valor de $100.000 si es hasta 10 personas, en adelante se cancela $10.000 por persona.

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