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“La cosa más difícil que alguien puede afrontar en su vida es la muerte de un ser querido”: Gilmer Mesa

Gilmer Mesa, el escritor paisa habló con PUBLIMETRO sobre su primera novela “La Cuadra”, su inspiración, su experiencia, su barrio, lo que piensa de la situación actual de Medellín y sus proyectos.

El escritor logra plasmar en su novela lo que sucede, inclusive, hoy en día en Medellín, donde aún predominan los combos y donde miles de adolescentes eligen el camino de la ilegalidad para ganar poder, prestigio y dinero fácil, aunque eso les cueste la vida.

¿Cómo surge esa necesidad de sentarse a escribir una novela en la contaría parte de su propia historia?

Cuando decido sentarme a escribir es después que me cambié de estudiar ingeniería química y empecé a estudiar filosofía y letras. Me empezó a gustar mucho, mucho, la literatura. Era como un reflejo de lo que yo había visto en ciertas historias que me llegaron a mí oralmente en el barrio y también que había oído en la música popular. Ahí me referencié con otras cosas, con Rulfo, que fue de vital importancia, con Cortázar; sobre todo con literatura latinoamericana, con García Márquez, con todos ellos. Empecé a consumirlos duro, duro. Yo tenía amigos que sí habían leído mucho, mientras que yo no. Para estar a la altura de ellos en las conversaciones me puse a leer copiosamente. Cuando pasan cosas como esas llega el punto en el que se le ha cogido tanto gusto por una cosa, que uno cree que puede intentar hacer algún esbozo de esa misma manera. Desde ahí, desde los 19 o 20 años empecé a tratar de escribir.

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¿Cómo fueron esos primeros intentos?

Empecé a escribir cosas que todavía no sé bien qué eran. Era como la intentona de hacer un guion de una película sin saber ni siquiera qué es un guion, -cosa que todavía no sé-, y escribir unos cuentos terriblemente malos, pero por algo se empieza, sobre todo que era muy imitativo de lo que uno leía. Escribí mucho, muchos cuentos, muchas historias y nunca tenía la fuerza de hacer una novela, porque es un lenguaje muy grande.

Y, ¿cómo fue que llegó la novela?

Siempre dije que si algún día escribía una novela, lo primero que iba a escribir era sobre lo que más cercano tuve en mi niñez, en ese paso de la niñez a la adolescencia, que fue la muerte de mi hermano. Siempre decía que fue una situación que me partió a mí y a mi familia la vida en dos.

¿En ese momento cómo estaba conformada su familia?

Somos una familia pobre pero muy amorosa, no tenemos mucha relación con primos, tíos, como esas familias extensas que hay, sino que éramos básicamente nosotros cinco en la casa. Era una familia enormemente llena de amor y muy cariñosos.

¿Cómo veía la vida cuando vivía con su hermano y cómo fue el cambio de él?

Yo veía la vida muy a través de los ojos de él porque era mi hermano mayor, sin embargo, cuando él  empezó a parcharse en la esquina y hacer todo eso, eso fue muy teso, incluso creo que es de las cosas más duras que yo expreso en la novela y es que la gente apenas empieza a coquetear con el hampa y con el crimen, cambia su actitud de alguna manera. Nunca nos separamos, nunca hubo un abismo entre nosotros, sino que adquirió una actitud más acre frente a la vida y yo era muy niño como para entender esas desavenencias.

¿Cómo le cambió a usted directamente la vida con lo que le pasó a su hermano?

Antes  de que lo mataran me cambió la vida, porque empecé a sentir mucho miedo, miedo a que le pasara algo a él, nunca en la vida – salvo contadas excepciones-, nunca he sentido miedo por mí. Pero sí por él. Eso fue muy complicado en ese momento y yo siempre tenía esa historia en la cabeza. Cuando ya dije vamos a ver si soy capaz de escribir una novela, me senté a escribir esa novela.

La muerte de su hermano le cambió la vida…

La cosa más difícil que alguien puede afrontar en su vida es la muerte de un ser querido, eso lo quiebra a uno, lo envejece, lo transforma… lo que más me acuerdo es de dos cosas, de hecho yo supe que a él lo habían matado desde ese mismo día, porque ese era el miedo que sentía. Eso se transformó en la tristeza más grande que yo pueda haber sentido en la vida. Fue una hundida brutal en la tristeza, de la que no creo que haya salido nunca, sino que aprendí a vivir en esas honduras.

Aranjuez, un barrio tradicional en Medellín, fue el epicentro de muchas situaciones de violencia en el pasado, ¿considera que ha cambiado con el tiempo?

Los barrios cambian y no. Cambian en la forma, pero en el fondo siguen siendo la misma vaina. Las formas y las dinámicas de las calles son un poco distintas pero Aranjuez se transformó a principios del nuevo siglo con la llegada del Cacique Nutibara, digamos que todas las estructuras delictivas cambiaron, dejó de existir una estructura piramidal que era la que se tenía con el Cartel y empieza una estructura más reticular que es la de estos nuevos grupos armados que se tomaron la ciudad. Entonces, desde esa dinámica, Aranjuez está inmerso en Medellín, pero en el fondo sigue siendo lo mismo, un barrio popular, de mucho arraigo, porque todos los que vivimos aquí queremos mucho Aranjuez. Aprende uno a convivir con las problemáticas sociales que tiene y esto es de los barrios populares en las ciudades latinoamericanas. Es la capacidad de resiliencia que hace tanto bien como mal, nos hace bien porque nos permite mantenernos contentos en la vida y sortear las dificultades diarias; pero también hace mucho mal porque nos olvidamos pronto de la historia y por eso la repetimos con tanta consistencia.

¿Con la novela se puede decir que fue una especie de catarsis por el fuerte dolor que vivió por la muerte de su hermano?

Más o menos, alguna vez me dijeron que eso era una catarsis pero que faltó la explosión final, pero es que yo no me puse a hacer una catarsis y nunca creo que se me vaya a quitar la tristeza por ese evento. Eso seguirá para siempre y tampoco quiero que se me quite, porque eso, de alguna manera, hace que sea lo que soy hoy en día. Al menos en el capítulo que tiene que ver con él si fue muy  catártico, de una cosa tan complicada como la destrucción, el consumo de una familia a partir de ese evento y lo otro, fue un reflejo del entorno que yo conocía. Pero la novela tiene mucho de ficción.

¿La novela logra mostrar esa realidad que se vive al interior de los barrios, todo lo que sucede y se cocina en una cuadra de Medellín?

Sí, aunque yo lo haría extensivo a que es una cosa que le sucede a todos los muchachos de Latinoamérica, incluso ya trascendiendo un poco los estratos sociales. Es que la falta de estructuras gubernamentales, la desconfianza en las instituciones hace que emerjan cantos de sirena en otras cosas. Se crean unos modelos muy difíciles de no emular cuando todo en sus vidas es carencia, que está sustentada en el robo continuado de los gobiernos. Casi que cuando un muchacho no ve la presencia del estado,- que nunca la ha habido-, y la que hay siempre es mala, como la de la Policía. Entonces opta por el otro lado, además que son muchachos que todavía no tienen un proceso mental como para darse cuenta de que al otro lado es peor. Hoy con las redes sociales, la televisión y ese endiosamiento de esas formas de vida, se hace mucho daño, porque está mostrando casi que la parte fashion del crimen, no muestran lo que está detrás de la cortina y lo que es realmente la vida en el hampa.

¿Actualmente en qué proyectos está trabajando?

Estoy en muchas cosas, nunca paro de escribir, voy a escribir con las tintas del más allá cuando me muera (risas)… terminé otra novela corta que no sé si algún día salga y voy en la mitad de una novela larga, que como van las cosas quisiera que sea la próxima en publicarse, que es sobre la familia de mi mamá, de una tierra muy agreste y difícil que son esas veredas de Ituango, creo que máximo estará terminada a mitad del próximo año.

¿Cómo define su la novela?

Es una novela sobre el desagarro total que puede sufrir alguien cuando pierde a una persona que ama profundamente y que es una fotografía en blanco y negro de lo que es la Medellín de las postales, alejada de la Medellín soleada e innovadora. Es sobre una Medellín real, de lo que pasa adentro de los barrios comunes, que tampoco pretende quedarse en la truculencia. La realidad no hay que negarla, porque así ha sido, pero es que adentro hay mucha lealtad, amor, ternura y mucho arraigo.

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