La palabra estiba, para muchas personas, pareciera muy lejana y desconocida por lo que lo primero que se piensa al escucharla es utilizar un buscador para encontrar la definición. Pues bien, la estiba está más presente en el diario vivir que lo que se imaginan.
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Más de una vez en los hipermercados o en los clubs de compras las personas han experimentado el “no pase” por uno de los corredores, mientras una maquina transporta de un lugar a otro un bloque de cajas de productos que van sobre una base o plataforma de madera, a eso se le conoce como estiba.
Las estibas están presentes es todos los lugares y fábricas que requieren almacenamiento, así como en todos los servicios de carga pesada ya sea en transporte terrestre o marítimo. Por ejemplo, productos como el banano de exportación se debe transportar sobre estibas.
Sin embargo, la producción de estos elementos se estaba realizando, hasta hace algunos años, netamente con madera, lo que implicaba un proceso de deforestación muy fuerte debido a la amplia demanda existente.
En Colombia se estima que cerca de 338.000 hectáreas de bosques son deforestados para la producción de los 11 millones de estibas que requiere el mercado anualmente.
Álvaro Vásquez Osorio, es el fundador y gerente de Bioestibas, un emprendedor por naturaleza, que descubrió a partir de la limpieza de cuerpos de agua como los embalses, las represas, los lagos y los diques, que había una oportunidad debido a la cantidad de residuos que quedaban luego de la erradicación de una planta invasora como el buchón.
“Hasta hace seis años, luego de esa actividad, surgió la pregunta: ¿Qué hacemos con esa cantidad de biomasa que se genera? Entonces, empezamos a explorar oportunidades y surgieron 11 aplicaciones, entre ellas la creación de las estibas”, reveló Vásquez.
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En el mundo existen líderes en este aspecto como lo son los alemanes, que han dedicado esfuerzos para crear estibas con biomasa, pero según Vásquez, esa biomasa son realmente árboles y pinos que talan, para ser molidos con las resinas y así construir las estibas.
“Nosotros empezamos a trabajar pensando en crear estibas sin tener que tumbar un solo árbol y con resinas 100% naturales” Álvaro Vásquez, fundador y gerente de Bioestibas.
“Nosotros empezamos a trabajar pensando en crear estibas sin tener que tumbar un solo árbol y con resinas 100% naturales”, comentó Álvaro. Sin embargo, trabajar con el buchón era muy complejo porque está muy lejos de Medellín y la biomasa era difícil de manejar ya que 93% es humedad y prácticamente estarían transportando agua.
“Descubrimos que en solo Antioquia, sin importar la industria del café ni la del banano, hay más de 60.000 toneladas mensuales de desechos agrícolas que se queman. Conocimos un estudio de la Universidad Bolivariana, pero lo más sorprendente es que en ese estudio no figuraban los desechos de hortensias del oriente antioqueño, lo que hoy es la materia prima de Bioestibas”, explicó Vásquez.
En el oriente antioqueño seis municipios producen hortensias, hay 1100 cultivadores que en promedio tienen una hectárea y en cada una hay 22.000 matas, las cuales llegan a medir entre 1,50 y 2 metros de alto, pero que cada una puede tener entre 100 o 120 tallos.
“Las matas no se cortan, es un cultivo permanente. Cada mes el floricultor define, de acuerdo a cómo está reventando la flor, cuáles son las cuatro, cinco o seis flores que de esa mata va a recortar el mes siguiente para exportar. Entonces, cuando selecciona los que tienen el retoño, que se convertirá en flor de exportación, corta los cuatro o cinco tallos que quedan para que no le compitan por la sabia y por la luz”, reveló Vásquez.
Es entonces cuando los demás tallos, que pesan entre 100 y 200 gramos cada uno, son desechados y al secarse generan más de 9000 toneladas al mes de ese residuo. “Es una fibra finísima y larga que se ha quemado toda la vida, ahí es donde llegamos nosotros a descubrir que ese material nos servía perfectamente para fabricar biomasa aglomerada y es cuando nace el primer proyecto de las bioestibas”, dijo el fundador.
Una estiba tradicional soporta 1800 kilos, mientras que una bioestiba soporta 4300 kilos y en la actualidad pueden crearlas con resistencia de hasta 6000 kilos.
A partir de entonces los floricultores encontraron un aliado para poder manejar sus desechos de manera adecuada, ya que desde enero del 2016 la legislación ambiental les exigía que debían certificar que disposición final adecuada le daban a los desechos de la floricultura.
“Los floricultores nos adoran porque nosotros estamos certificados por Cornare para recibir ese material y certificar qué es lo que estamos haciendo con este. Eso los libera de tener que pagar volquetas para que lleven los tallos al relleno sanitario, lo que les cuesta cerca de $160.000 por cada viaje en el que les transportan dos toneladas, lo que mensualmente podría llegar a representar un gasto de $1.500.000”, comentó Vásquez.
Bioestibas, por ahora, recibe mensualmente 250 toneladas y ha decidido trabajar únicamente con mujeres floricultoras madres cabeza de hogar, “así generamos un impacto social importante, porque las liberamos de tener que pagar ese transporte para poder desechar sus tallos”.
“Sin cortar un solo árbol y utilizando desechos de la floricultura altamente contaminantes producimos una estiba que tiene 16 ventajas concretas frente a las estibas tradicionales. Por ejemplo, son 2,4 veces más resistentes, son apilables por lo que ocupan la cuarta parte del espacio para bodegaje, los bordes son redondos, no le entran los animales, no le entra el agua, entre otros”, resaltó el fundador
Actualmente el proyecto compite en Colombia en el concurso The Chivas Venture, donde el ganador se llevará 1 millón de dólares en asistencia financiera, exposición global para su empresa o idea de negocio y la asesoría de empresarios mentores de talla mundial.