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El cura y capitán de armas tomar

Nación. Un militar se convirtió en el guía espiritual de los soldados que enfrentan a la guerrilla en la selva

El padre Benedicto Peña, capitán del Ejército Nacional, tiene como misión ser el acompañante espiritual de las tropas. Actualmente en Arauca, en su vida como sacerdote ha recorrido las selvas colombianas en épocas difíciles para los uniformados, por la lejanía con sus familias.

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“Llegar hasta donde se encuentra el soldado allá en los picos de esas montañas no es sencillo. Hay que hacer movimientos tácticos, a veces se puede en helicóptero. Uno sube, luego en medio del frío, se abre el morralito donde cargan la munición y se saca un pesebre, se arma un altar, se dispone un lugar para el santísimo y a veces hay luces”, explica el sacerdote, quien dedica su tiempo a alentar el alma y la fe de los militares en las bases a donde asiste.

El padre Peña tiene 30 años. A los 21 ascendió a subteniente y ocho meses después, este boyacense, quien fue comandante de compañía, e hizo cursos de contraguerrilla, de paracaidismo, que tiene intercambio de Alas con el Ejército de los Estados Unidos, se enroló en el Seminario Castrense de Colombia.

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 Según el propio sacerdote fue una respuesta a un llamado que le hizo Dios, una vocación que fue encontrado con las visitas de los capellanes a las unidades militares que le traían esperanza. Ahora su misión es llevar la palabra del Evangelio a los hombres y mujeres de las Fuerzas Militares, a sus familias. Se trata de ser un asesor espiritual en medio de la guerra.

Desde enero de 2011 está asignado como Capellán del Batallón de ingenieros ‘Rafael Navas Pardo’ en la región de Tame, Arauca, y de la Brigada Móvil 5 y su trabajo es igual de riesgoso como el de los soldados.

Sus vistas a los soldados son misiones que tiene que tener una planeación de seguridad como cualquier traslado de tropa. Cuando el padre Peña no está en lugares alejados visitado a los uniformados está en la sede la unidad militar, como guía y listo siempre para cuando llegan soldados o guerrilleros heridos en combate.

El helicóptero desciende y al lado del equipo médico que recibe a quienes llegan de la guerra, sin importar bando, está el padre Peña. Se procura salvarles la vida, pero se les da los santos óleos porque cualquier cosa pude pasar en la zona donde se libra el conflicto.

“A ellos (los guerrilleros) también he tenido la oportunidad de preguntarles si creen, me dicen que sí, nos cuentan cómo se sienten. Es muy agradable ver cómo ellos y otros desmovilizados varios se acercan a uno y le cuentan que hace muchos años no escuchaban nada de Dios”, afirma el sacerdote.

El padre Peña dice que el rostro de los guerrilleros le dice que han sido engañados.  

“Estos muchachos se dan cuenta que hay posibilidades de trabajo, que hay profesiones, que un médico lo es porque estudió, que hay una vida afuera. Es muy triste”, sentencia el sacerdote.

COLPRENSA

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