Estilo de Vida

Amelia Toro: El lujo de crear un paraíso propio

La diseñadora bogotana muestra por qué el valor actual de un creador va más allá de imponer tendencias.

Sería muy sencillo definir el trabajo de Amelia Toro desde lo que ha hecho con las comunidades indígenas, al ser una de las primeras diseñadoras colombianas en trabajar con elementos originarios en términos de co creación y así integrarlos a su visión de la moda. Sus abrigos de molas son el sueño de todo aquel que aprecie la artesanía y sus formas traducidas en prendas en códigos más globales, pero la diseñadora bogotana es eso y mucho más: sabe que el valor del diseñador, en medio de la sobreoferta de piezas virales y sus múltiples réplicas radica en saber cómo contar una historia desde los cortes, las telas, su propio background y así crear prendas irreplicables.

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Y esto lo logra con su sutil, pero complejo trabajo en lo textil y en evocar sus recuerdos de una manera contemporánea, traducida en una línea versátil y en un hilo conductor: las flores.

 

De hecho, “El Jardín de mis memorias” cuenta esa historia de los años 70 y 80 enmarcada desde la nostalgia, pero también desde el dinamismo del relato que el Prêt-àporter dio a las mujeres como fuerza de trabajo desde los años 70 y 80, con el revival de Chanel, las chaquetas y trajes estructurados de Armani y Saint Laurent. Empoderamiento reflejado en películas como “Working Girl”, (1989) donde Melanie Griffith se transforma en una ejecutiva de armas tomar.

Amelia mezcló este concepto en lo textil también con el arquetipo floral femenino a través de telas ricas como el jacquard y los brocados. “De la colección pasada conservamos algunos patrones gráficos, pero en esta hay muchas más flores, estampados, brocados. Tenemos todo tipo de telas y muy poca geometría. En los negros y ciruelas (el violeta en sus múltiples gamas es ahora el tono que trabaja con complementos más oscuros) tenemos telas más compactas. De esta manera creamos looks que heredamos de los ochentas, con esas estructuras de la época, que dan más fuerza. También regresamos a las piezas clásicas de estas décadas y al working suit”, explica la creadora a PUBLIMETRO.

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Y en medio de una ola imparable de nostalgia (la moda ha oscilado entre los 70, 80 y 90 por varias temporadas), ella, en medio de un cuidadoso proceso de ensayo y error ha creado vestidos, una línea de trabajo y otras prenda con flores traducidas de maneras menos literales. Todo se plasma en la construcción de siluetas y el cómo las telas dan el sentido a una pieza. 

“Lo más importante es que un diseñador siempre pueda aportar algo nuevo a la sociedad” 

Pero, ¿cómo recrear nostalgia sin que sea una alegoría literal, ya siempre vista en miles de pasarelas y retailers? Claro, con una atención a detalles, cortes y en mezclar texturas de una forma única. Y Amelia tiene la ventaja de que puede apartarse para construir sus propias referencias. “Nos mantenemos en nuestra esencia, aunque la influencia de fuera siempre está presente. No es fácil. En la colección anterior estaba influenciada por la revolución de los diseñadores japoneses en la París de los 80 (Rei Kawakubo, Yamamoto, etc.).

En esta ocasión me voy a Chanel y a Saint Laurent y al tema de la mujer en su cambio de rol y su poder a través de eas piezas tan estructuradas. Ahora bien, no es fácil. En el proceos, yo miro la prenda y esta me dice lo que necesita. Y siempre buscamos, en ese lenguaje, el toque final. También es un gran esfuerzo contar los colores de otra manera. Yo jamás había usado estos tonos, que en esta colección son más otoñales”, explica.

La diseñadora también reflexiona que en un mundo ya sobresaturado de ofertas, pocas tienen una visión honesta del proceso. “Hoy en día la industria rechaza a los diseñadores mayores, por el tema de lo digital”, reflexiona. Y al preguntársele sobre el auge de una moda repetitiva y mediocre, hecha para la efímera sorpresa e indignación viral, pone más en cuestionamiento el papel del creador. “Venimos de otra época. No teníamos tantos accesos a muchas cosas. Deberíamos volver a eso, un poco, para cuidar nuestro planeta. No es comprar algo, es invertir en algo que tendrás siempre”, explica. Pero algunas personas pueden invertir en tenis o ugly shoes de 1200 dólares.

“Hay una crisis. Mucha gente dice, uy, cómo está la moda de fea. Hay sobreoferta de todo, de diseñadores. ¿De verdad el mundo necesita otra línea de ropa? El mundo no necesita más diseñadores. Necesita es que pensemos cómo hacemos las cosas, cómo las mejoramos y resolvemos los problemas. Asimismo, uno debería tener un propósito, cualquiera que sea su profesión. Y pasión. Yo siempre me cuestiono si aún puedo aportar algo a la sociedad. Y eso es lo más importante: que un diseñador pueda aportar algo nuevo”, afirma, con una honestidad equiparable al proceso creativo que la ha consolidado como un referente en sus propios términos.

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