Ritos de brujería (título original Dachra) sigue la historia de Yassmine (Yassmine Dimassi), una joven que vive con su abuelo y estudia cine. Con dos de sus compañeros se enfrenta a la tarea de conseguir un reportaje original, que planean grabar a modo de documental. Con la presión de que se trate de una historia impactante, se van en busca de una leyenda urbana.
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25 años atrás, periódicos locales reportaron la extraña aparición de una mujer muy lastimada que no podía hablar en una carretera solitaria. La mujer (interpretada por Hela Ayed) fue internada en un hospital, y pronto notaron que su caso era psiquiátrico por sus erráticos y violentos comportamientos. Mongia, llamaron a esta mujer, y la recluyeron en un pabellón oculto de un hospital psiquiátrico. Allí, la mujer fue tildada de bruja.
En su investigación, estos tres compañeros intentan hablar con ella en un encuentro lleno de torpezas y donde Yassmine tiene una conversación breve aunque frenética con la mujer, que nunca ha hablado en 25 años. Esto será clave más adelante, pues se encontrarán con una aldea escondida en el bosque de la carretera donde fue hallada Mongia. Allí las cosas se tornarán más sórdidas y oscuras que nunca.
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Este director se arriesga a usar elementos narrativos y visuales propios del terror moderno, con lo cual presenta por momentos una película que podría parecer predecible, pero se salva con un giro que renueva el interés en la historia. Para el espectador del mundo occidental, además, puede resultar llamativo el uso de la simbología propia del mundo musulmán y sus definiciones de lo que es la brujería, la muerte y los espectros. Aun así, también es interesante constatar que, sin importar la geografía, hay elementos que siempre representan terror y misterio, como un bosque lleno de niebla o un sueño tétrico y recurrente.