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El legado de Quino, más allá de ‘Mafalda’

* Joaquín Salvador Lavado Tejón fue un humorista gráfico cuyo trabajo tomó vuelo en los 60. A sus 88 años, deja en luto a todo un continente.

Hijo de inmigrantes andaluces, Joaquín Lavado nació en Mendoza en 1932. Comenzó a dibujar desde los 18 años, inspirado y alentado por su tío, un ilustrador que también se llamaba Joaquín. Gracias a este homónimo, a este joven dibujante lo llamaron ‘Quino’, para diferenciarlo de su tío.

En su juventud, quino ingresó a la Escuela de Bellas Artes de su natal Mendoza, donde estudió un tiempo hasta la muerte de su madre en 1945. Allí se retiró con la idea de dedicarse de lleno a las historietas, campo donde daba rienda suelta a su talento para la ilustración. Si bien atrajo la atención de algunos con su primer compilado de historietas, las editoriales no le abrieron las puertas y Quino terminó por enlistarse en el Ejército argentino. Para 1954 terminaría su servicio y se iría a vivir a Buenos Aires.

En el semanario Esto es consiguió hacer su primera publicación. Más tarde se interesarían en él medios como Vea y Lea, Che y Leoplán, entre otros. Sin embargo, Quino también tuvo que vivir del dibujo publicitario en sus inicios.

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Justamente, creando un dibujo para una campaña fue como llegó a Mafalda. La pequeña iba a ser parte de un anuncio de lavadoras, pero la campaña nunca se llevó a cabo. Así, Quino tomó la idea del personaje de Mafalda para sus historietas y la primera se publicó en Leoplán. Luego de ello, regularmente aparecía Mafalda en el semanario Primera Plana.

23: El número de libros que publicó Quino, sin contar las reediciones de varias de sus obras

Pronto, Mafalda llegó a publicarse en países como Italia, España y Portugal, y después se tomaría las páginas de los países latinoamericanos. La niña de mente inquieta supo llegarle al corazón de muchos lectores que agradecieron sus cuestionamientos sobre la política, la burocracia y el egoísmo de la sociedad. Si bien hoy en día algunas de sus reflexiones parecen parte de un pensamiento progresista ya compartido por otros humoristas gráficos, lo cierto es que en los 60 sus comentarios tomaron por sorpresa a más de un sector tradicional.

Pero Quino no solo habló desde las viñetas de Mafalda y sus amigos. También les llegó a los lectores con personajes anónimos, que podían ser cualquiera de nosotros. De esta manera expandió la base de seguidores de su trabajo y descansó de las tiras de Mafalda, personaje que comenzaba a pesarle en 1973, año en que decidió que haría una pausa porque se había quedado «sin ideas».

Desde sus otros personajes sin nombre, este ilustrador logró hablar de temas como la desigualdad, el tedio de la rutina, la incesante necesidad de aparentar y otras ironías cotidianas. Allí se autorretrató también algunas veces. Estas tiras quedaron plasmadas en libros como Mundo Quino (1963), Qué mala es la gente (1997), Esto no es todo (2001), ¡Qué presente impresentable! (2005) y Simplemente Quino (2016), entre otros.

3 datos curiosos de la trayectoria de Quino

  1. En 1977 ilustra la Declaración de los derechos del niño a petición de Unicef, donde Mafalda explica los diferentes apartados y comparte con personajes de diferentes nacionalidades creados por Quino.
  2. Otro de los personajes que tomó vuelo fue Felipe, quien comenzó en las historietas de Mafalda pero también tendría sus propias viñetas aparte.
  3. Las historietas de la niña que odiaba la sopa y cuestionaba el autoritarismo fueron tan populares, que también se publicaron en Braille,
  4. Recibió más de 25 premios y reconocimientos a su obra, incluyendo dos doctorados Honoris Causa en la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza).

En entrevista

Dado el alto volumen de reporteros que querían hablar con Quino en sus últimos años, el mismo ilustrador compartió las preguntas más frecuentes en su página web y las respondió. Rescatamos algunas de sus acotaciones:

«Mi trabajo se parece mucho al de un director de cine, ves en qué ángulo ponés la cámara, si tomás un plano grande o chico y después ponés a los actores, que son los «monitos».

«[Me parezco a] Felipe y Miguelito, una mezcla de los dos. Supongo que me debo parecer a todos. En Susanita y Manolito he puesto lo que más me molesta de mí».

«La sopa es una metáfora sobre el militarismo y la imposición política».

«Yo la hacía [a Mafalda] para la página editorial, no para la página de historietas. Salía en la página de comentario político y de actualidad. Siempre la hice pensando en gente adulta, no para chicos. Pero ahora los chicos tienen tal nivel de información que más o menos pescan todo lo que dice en las historietas de Mafalda».

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