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‘Jinetes del paraíso’, una película que canta “los versos” del llano

*Documental. Hablamos con la directora Talía Osorio, quien tardó una década haciendo este largometraje, donde resalta las costumbres y la vida en el campo de esta región del país. *Voz musical. El ‘Cholo’ Valderrama le da vida a esta producción desde su vida como llanero y su música.

Además de la naturaleza sobrecogedora de los paisajes del llano, Jinetes del paraíso repasa las costumbres de las personas que viven en esta región al oriente del país. Desde los niños que aprenden a cabalgar al mismo tiempo que aprenden a caminar, hasta el rol de la mujer llanera y la música que acompaña estos parajes, este documental transmite la paz de vivir en las llanuras de «horizonte infinito».

Este documental se demoró 10 años en estar listo, cuéntenos cómo fue mutando la idea inicial hasta llegar al resultado que tenemos en pantalla

Con el paso del tiempo y a medida que grabábamos, el llano empezó a hablar y a dictarnos con canciones su ritmo y su esencia. Fue así como terminamos haciendo un documental musical y no uno meramente social. Al comienzo teníamos la idea de seguir a un niño y a su mejor amigo, un caballicero, en el proceso de una ganadería que recogía durante 40 días. Poco a poco el niño y el caballicero fueron perdiendo protagonismo para dejar que registraramos el ciclo de los llaneros y llaneras junto a sus caballos, desde su nacimiento hasta su muerte. Esta es una cultura de jinetes que grita presente al mundo. Quisimos festejar y engrandecer nuestras raíces como colombianos con la película, convertir el proyecto en una película para las familias donde se accede al vértigo del llano, a sus cantos de vaquería, a la presencia de ‘El Cholo’ Valderrama, pero sobre todo, a los valores del campo colombianos con la presencia de historias campesinas y de su fauna.

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¿Cuándo supo que la cinta estaba lista, cuál fue ese sentido que logró capturar y que le dio el sentido de haber culminado el proyecto?

Hacer una película es como armar un rompecabezas: de pronto las piezas encajan, te hacen sentir. Tardamos dos años editando, teníamos más de 400 horas de material y debíamos seleccionar lo mejor que teníamos para organizarlo de tal manera que estuviésemos seguros de que el espectador lograría sentir mil emociones. Un día me desperté segura de que solo faltaba un cambio, llamé a Yuri Alvarado, la montajista y le dije: «me vas a matar pero necesitamos hacer un cambio», se trataba de la secuencia en la que muere un caballo zaino. Hicimos los cambios, yo tenía unas imágenes olvidadas de un cementerio llanero y meterlas le daba mucha fuerza a la película en ese momento. Nos sentamos, las metimos y supe que habíamos terminado. Después hicimos otros cambios porque recibimos unas imágenes de fauna hermosas donadas por Endémica Studios. Eso engrandeció la factura de la película y mucho después hicimos los créditos donde se le da un toque esencial a la experiencia del espectador en cómo inicia y termina la película. Todo es un proceso de mucha paciencia, mucha, combinada con amor a lo que se hace. Este es el resultado final.

¿De qué manera ‘El cholo’ Valderrama se convirtió en un narrador paralelo a las imágenes de los llanos?

Él llegó a la película al final, no lo teníamos previsto. El llano mismo me lo puso de frente como diciéndome: si no lo mete a narrar este documental, algo muy importante se va a quedar por fuera. Yo fui a grabar un cortometraje a su casa, nos conocíamos de hacía muchos años, pero solo fue cuando editamos el cortometraje que lo entendí: ‘el Cholo’ era la persona que necesitaba para que el campo conectara con la ciudad y eran sus versos los que encerraban también el poder de las imágenes que teníamos. Así que me demoré seis meses pensando y ya tenía la película editada. Decidir involucrarlo era volver a grabar y volver a editar, algo en el corazón me decía que debía hacerlo. Cogí el teléfono, lo llamé, se lo propuse y me dijo que sí. Organizamos para irnos a grabar, tenía algunos apuntes de las cosas de las que quería que habláramos. También quería grabar videoclips en su fundo pero no sabía si lo lograríamos. Viajamos 14 horas hasta nuestro encuentro, iba con Daniel Triviño el director de fotografía, fue el rodaje menos planeado que tuvimos en todos estos años y al mismo tiempo el más gratificante para todos. Lo que allí se dio fue mágico. No estábamos haciendo una película, estábamos construyendo una bella amistad.

De ese acercamiento a lo que es la vida en el llano, ¿qué fue lo que más le resonó de toda la cultura llanera?

Para mí, fue entender el valor de la palabra ‘libertad’: desde el paisaje de horizontes infinitos, hasta la posibilidad de ver todo lo que allí vive suelto, salvaje, cimarrón. Yo quiero una vida así para el mundo, donde sea posible juntar la piel del pie con la de la tierra y saber que nos entendemos. Donde la raza humana y su entorno puedan ser uno solo.

¿Cómo nos describe a las mujeres llaneras que hicieron parte de la película?

La mujer llanera es «completa para todo»: sabe andar de a caballo, cuida a todos los suyos como una gallinita que mete a todos sus pollitos debajo de sus alas. Es una mujer suave y al mismo tiempo fuerte. Sabe hacer los mismos trabajos de un hombre porque desde chiquita participa en todo lo que le enseña su papá, ella canta cuando ordeña, cría y pare esta raza de llaneros que hacen parte de la mitad de Colombia y que se extiende hasta Venezuela por toda la Orinoquía.

La mujer llanera es como dice la canción que más me gusta de ‘El Cholo’, Campirana:

‘Campirana manojito sabanero, suave rumor de totumos en madrugadas de ordeño, el patio lleno de luna, huele a laurel y a romero… mientras que la pomarrosa va madurando en tu pecho. Campirana vino al mundo según los viejos llaneros, sentada sobre una nube una mañana de enero, y era tan bella su voz y tan alegre su acento que quiso llenar de trinos la soledad de su pueblo’.

¿Qué faceta suya diría que nos muestra como directora a través de Jinetes del paraíso?

La de una mujer comprometida con nuestras raíces como colombianos, la de alguien que cree que el cine se hace con poesía, la de quien logró dirigir un equipo a quienes les entregó todas las herramientas para que desde el comienzo hasta el fin se enamoraran de esta tierra llanera, la de una mujer con corazón campesino.

‘Campirana tú tienes toda la culpa, de que mi llano se esté llenando de versos, porque tú como los ángeles tienes media luna y treinta cuerdas para cantarle a tus sueños. Campirana tú tienes toda la culpa, de que mi llano se esté llenando de versos, porque tú como los ángeles tienes media luna y treinta cuerdas para cantarle a tu pueblo’.

Yo en esta película me siento como esa campirana.

***

Dada la emergencia por coronavirus, la película se estrenó de forma virtual en la plataforma de Mowies.com, donde puede ser comprada o alquilada.

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