Cultura

Ómar Rayo sigue “vivo y brillante” a 10 años de su muerte

Ómar Rayo sigue "vivo y brillante" a 10 años de su muerte. Nacido en Roldanillo, Valle del Cauca, el artista fue uno de los pintores más destacados del país

Sobre la Avenida Caracas con calle 19 en Bogotá, un edificio resalta por la pintura de una de sus fachadas, de 360 metros cuadrados. Un corbatín rojo y blanco resalta sobre un fondo negro, y una textura tridimensional da la impresión de estar ante una gigantesca pieza de origami hecha de papel satinado. Esa capacidad, la de crear obras que parecen saltar y moverse a pesar de estar en un plano de dos dimensiones, es la firma inconfundible de Ómar Rayo.

¿Quién era Ómar Rayo?

Quienes lo conocieron lo describieron siempre como una mente ágil, un artista disciplinado y enigmático que vivió siempre según su propia convicción. Comenzó siendo ilustrador y caricaturista para algunos periódicos y revistas de Cali, y poco a poco fue acercándose a estilos que ya daban cuenta de su mirada diferente. Así, pasó por momentos como el maderismo (finales de la década del 40) y el bejuquismo (años 50), en los cuales mostró una faceta que algunos han definido como muestra de surrealismo, pero sobre todo un talento especial para representar texturas y conceptos de manera abstracta.

En las siguientes décadas vendrían varios viajes en los que Rayo encontró el estilo que lo haría reconocido en el país y fuera de él. A finales de los 50, el contacto con comunidades indígenas lo acercó a la geometría y el simbolismo de esta, y luego llegó el Intaglio, una técnica que consiste en moldear papel sobre una superficie, de modo que el relieve del mismo sea parte del cuadro, con algunos toques de color específicos.

En sus viajes a Nueva York en los 60 y 70, Rayo se acercó al Op-Art (Optical art), que juega con el espectador para engañar el ojo con movimientos que no están ahí a través del contraste y el juego de sombras. Su obra en los siguientes años continuó superándose a sí misma, cada vez con más claroscuros y formas que parecían salidas de un computador, pero que eran obra de su trazo y estudio disciplinado del color.

Rayo tuvo más de 200 exposiciones dentro y fuera del país, y aún hoy su trabajo es reseñado por galerías en Nueva York y Barcelona. Pero quizás la colección más importante reposa en el Museo Rayo ubicado en su natal Roldanillo, donde se conservan y exhiben más de 2000 piezas entre pinturas, ilustraciones y esculturas bajo la dirección de su esposa, la poeta Águeda Pizarro, con quien hablamos para recordar al maestro a 10 años de su muerte.

Del maestro se conoce la anécdota de cómo rechazó una beca para estudiar artes en España porque prefirió viajar por Sudamérica, ¿por qué este viaje fue decisivo para su formación?

Ya a los 20 años Omar Rayo estaba muy consciente de ser latinoamericano, de lo que significaba su identidad y la de los artistas de su generación. Sabía que, con La Conquista, España había introducido su arte al continente. Pero también sabía que existía el arte y la cultura de las civilizaciones precoloniales. Su espíritu de aventura y la búsqueda de sus raíces lo impulsaron a rechazar esa beca con una respuesta irónica característica: “prefiero conocer primero a mi madre y no a mi abuela”: se refería a la madre latina que contenía todo ese sincretismo. El viaje que emprendió sin beca, solo y mochilero, lo transformó. Conoció las culturas precolombinas y su geometría, así como a los artistas latinoamericanos que buscaban una voz propia. Su obra se geometrizó inspirándose en las telas Paracas de Perú, las arquitecturas, cerámicas y otras manifestaciones. También se inspiró en los grandes artistas latinoamericanos a quienes conoció. Su estilo no es de ninguna manera derivativo, sino que incorporó todos los elementos de lo que vivió en ese viaje a su propia visión para transformarlos en un estilo único, consciente de sus orígenes.

Rayo era conocido por ser muy exigente consigo mismo, ¿cómo era el proceso de sus pinturas y qué parte de éste cree que fue un diferencial clave?

Sí, era disciplinado y exigente. Hablaba de la disciplina. Pero como todo creador su arte era una compulsión, nada podía impedir que siguiera ese camino. Trabajaba solo en su estudio, primero en Nueva York y luego en Roldanillo. Era prohibido interrumpirlo. Luego, como un mago, sacaba de la oscuridad la obra terminada. Era una performance lleno de misterio. Pero antes de empezar hacía obsesivamente miles de bocetos quizás con algún tema visual en común. Esos me los mostraba y me pedía que escogiera. Pero siempre hacía otros. Le gustaba intrigar a sus espectadores. El diferencial era que buscaba representar lo irrepresentable. Su geometría no admitía otra interpretación sino ella misma. Admiraba a artistas como Escher. Le interesaban paradojas visuales como el cinturón de Moebius, el nudo ciego y el trampantojo, y trabajaba sus bocetos sobre estos temas, que además admitían interpretaciones metafóricas.

Parte importante de su obra era hacer algo de crítica social, ¿cuál diría que fue la pieza más representativa en esta faceta del artista, y por qué?

Siempre tuvo una conciencia social muy fuerte que se basaba en la observación de su entorno.  Sus primeras caricaturas fueron de los personajes de su pueblo, Roldanillo, de todos los estratos sociales. Luego se dedicó a los rostros de los famosos. En cada una de estas representaciones hay un conocimiento de las circunstancias que rodeaban cada rostro. En su viaje por Suramérica dibujó, además de paisajes y símbolos precolombinos, a las personas que se encontraba. Hay muchos retratos geometrizados de indígenas de los diferentes países. Se ha dicho de este viaje que era el mismo que hizo el Ché en moto, pero de norte a sur. Este viaje hizo que Rayo se concientizara sobre “las venas abiertas de América”, las inequidades e injusticias. La obra que demuestra más claramente esta conciencia son los Intaglios, en particular la serie del papel herido que se mostró en varios países de Europa hasta Rusia y en toda América Latina. Él tenía una ironía sutil: imponiendo títulos sugerentes y mordaces hacía su crítica de las dictaduras y torturas en el mundo entero.


1970: el año en que fue premiado por el Salón Nacional de Artistas de Colombia


Sin duda, la obra de Ómar Rayo nos da pistas de los 60, 70, y del movimiento cultural que lo inspiró en sus viajes. ¿Qué podemos leer del contexto histórico que vivió desde sus pinturas e intaglios?

La época de los 60 y 70 es la de su contacto con el arte internacional.  En el 60 estaba todavía en México que representa dos facetas del desarrollo de su obra. Primero, es una continuación de su viaje por América del Sur porque en México vio la arquitectura, los artefactos, en fin… el arte de las diferentes culturas precolombinas. En Suramérica observó los efectos de estas civilizaciones en las generaciones después de la conquista, el sincretismo tanto religioso como ideológico, artístico y literario. Fue amigo de los artistas y poetas de su generación y de los muralistas que todavía vivían.

Su obra se transformó aún más a causa de su pertenencia a los grupos que constituían la «ruptura» que eran o abstractos o expresionistas y que lo impulsaron a desarrollar su geometría. México era un crisol de razas, ideas, épocas históricas y un hervidero de revoluciones repetidas tanto políticas como artísticas, lo que sirvió como eslabón entre la experiencia de Rayo en Suramérica y la de Nueva York donde pasó los 60 y 70. En Nueva York se enfrentó con el Arte Pop, donde coincidía su interés por los objetos de uso cotidiano que representaba en los intaglios que inventó en los talleres de gráfica de México. También en Nueva York coincidió con el auge del arte óptico que hacía eco de su tendencia hacia la representación de paradojas visuales. Empezó a producir pinturas donde creaba una vibración con rayas blancas y negras o de colores que contrastaban y también utilizando la sombra para producir la ilusión del trampantojo. Al mismo tiempo se afirmaba con muchos de sus amigos que residían en Nueva York como latinoamericano y específicamente como colombiano. Hizo parte del latinoamericanismo vigente y criticaba el establecimiento artístico y político norteamericano estando consciente de que él y sus amigos nunca iban a tener todo el éxito que merecían por ser del sur.

En Nueva York y los Estados Unidos expuso en Museos y Galerías importantes y descubrió arte y artistas de otros mundos, participó en Bienales de Grabados internacionales y viajó a estos sitios incluyendo la España que no quiso conocer de joven. Era un intérprete sensible del arte y los artistas del mundo, disfrutaba mucho de las visitas a los museos  y las exposiciones en galerías, así como sus encuentros con artistas y literatos de todas partes. Se amplió su imaginario y desarrolló un pensamiento sobre las artes plásticas y la poesía que expresaba en sus entrevistas y escritos.

Algunos críticos no gustaban de Rayo por considerar sus obras como “carentes de emoción”, sin embargo el artista fue invitado a exponer en varios países, contradiciendo esa idea, ¿qué les diría hoy a esos críticos?

Los críticos carecían de la capacidad de profundizar en la obra. Tenían sus propias teorías y preferencias que querían insertar a las obras que criticaban. La geometría de Rayo es más mística que emocional, hace parte de una exploración de los misterios de la forma. Es metafórica más que anecdótica. Además sus obras reflejan los estados anímicos, los conflictos psicológicos que vivía, sus predilecciones estéticas y humanas. No revelaba esto directamente sino que lo insinuaba. Hoy les diría a los y las críticos que se equivocaron, pero que una de las cualidades de Rayo era la persistencia y la claridad de sus metas.

Rayo era conocido por el uso del color y los juegos de sombras, ¿por qué solo usaba algunos cuantos colores en cada pintura?

No es verdad que usara pocos colores, su obra temprana está llena de tonos y de colores sutiles.  Usaba resinas, tintas, crayolas, de todo hasta la década del 60, cuando inició sus experimentos con el arte óptico. El blanco y negro dominaba por su efecto óptico pero también porque expresa las contradicciones y paradojas que le interesaban a Rayo; el yin y el yang, vida, muerte y muchas más.  Los colores primarios y secundarios son a la vez simbólicos de ideas, emociones y elementos estructurales en las composiciones geométricas, pero que no son tan abstractas como se cree. Se limitó a partir de esa década para mayor impacto visual. Este impacto seduce al observador para descubrir el secreto de la trama mágica. Hay siempre un balance o un juego entre forma y color.  Rayo creó series en que predominaban los azules o los rojos y cada una de estas tenía una razón de ser.  Un ejemplo es Criaturas abisales, donde el color alude a los seres en el fondo más negro del mar que emiten luz propia frecuentemente azul. Las formas geométricas blancas o blancas y negras tienen áreas iluminadas de turquesa, aguamarina y otros. Hay una intencionalidad tanto poética como estructural en las obras que les da otro significado. Rayo exploró teorías del color diferentes como las de los indígenas para aplicarlas a su obra.

¿Cómo cree que al maestro le gustaría ser recordado a 10 años de su muerte?

Como lo estamos haciendo en el Museo. El está enterrado en el Museo Rayo y hace parte de todo lo que hacemos.  Está presente en su obra, siempre expuesta, y en el diseño de todo lo que hacemos.  El quería que su Museo lo representara después de su muerte. Está aquí. Le da continuidad y vida. Pero también creo que estaría satisfecho con el giro que ha tomado el museo al exponer a artistas diferentes con obra variada. El museo no refleja a Ómar Rayo y su vida sino a su comunidad, su país y su continente. Creo que estaría particularmente contento con las actividades para niños que desarrollamos. Aquí Rayo sigue vivo y brillante como su nombre lo indica.

El Museo Rayo recordará al artista

Para celebrar la vida y obra de Ómar Rayo, el museo prepara actividades especiales este 7 de junio con una transmisión en vivo a través de su página oficial de Facebook desde las 3:00 p.m.

Algunas de las obras de Ómar Rayo

 

 

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