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“La herencia en nuestra música es más poderosa de lo que valoramos”: Carlos Vives

• Lanzamiento. El samario combina su voz con la de invitados como Alejandro Sanz, Rubén Blades, Elkin Robinson y Ziggy Marley en su nuevo álbum, ‘Cumbiana’. • Documental. En este álbum, Vives no solo canta sino que repasa la historia de la cumbia, y para ello grabó un documental que complementa el disco.

A sus 58 años, Carlos Alberto Vives ha dedicado la mitad de su vida a la música. Y en vez de llevarla a cuestas como una carga pesada, la disfruta y la estudia con la inquietud fresca de un novato. Todavía se pregunta si le quedan cosas por aprender de los sonidos que lo acompañan, y fue en esa exploración donde se devolvió a sus raíces, a las aguas que lo vieron nacer en la Sierra Nevada de Santa Marta.

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Cumbiana es su decimocuarto álbum, donde, sin abandonar el sonido pop, recorre entre gaitas, tambores y sonidos de aves. También da protagonismo a la salsa, el vallenato, algunos guiños a la champeta y hasta calypso sanandresano. Le canta al amor, la familia (Rapsodia en La Mayor está dedicada a su hija Elena), la nostalgia y la tradición con ritmos que recuerdan álbumes como Clásicos de la provincia (1993) o El amor de mi tierra (1999), pero producidos en este 2020, con todo lo que eso implica a nivel de fusiones y exploración tecnológica.

Aunque el disco habla por sí solo del momento artístico que atraviesa Vives y su intención de redescubrir el sonido de la cumbia raizal, hablamos con el cantante para entrar en los detalles de esta Cumbiana, que más que un género musical es un punto geográfico del pasado que se asoma entre el paisaje sonoro de cumbias.

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10: el número de canciones de Cumbiana

“A ti y a mí nos enseñaron en el colegio que Colombia tenía como capital Bogotá. Nos hablaron de las fronteras, y que la música era la cumbia”, comenta Vives con la emoción de quien lleva tiempo estudiando un mismo tema: “yo he descubierto que tiene más fundamento de lo que creímos alguna vez. Mi palabra ‘Cumbiana’ es una que yo adiciono a las palabras derivadas de la palabra ‘cumbia’, como cumbiamba, cumbiambero, cumbianchar, cumbiero, un pocotón de palabras. Yo digo que Cumbiana es un mundo perdido. Es un mundo que está perdido en nosotros”.

“Apareció por primera vez escrito, y los cronistas y los historiadores que nos contaron la historia de la cumbia, unos más americanistas, otros más africanistas, nos hablaron del país de los Pocabuyes, que apareció en las crónicas de Indias. ¡El país! Imagínate el tamaño en estas ciénagas. La nación Chimila es otro término que escuché. Hablamos de 1539, muy temprano, 1537. De esos años ya sabíamos que había gaitas y tambores, y no habían llegado los africanos. Cumbiana es un mundo perdido, una herencia indígena. Es la herencia en nuestra música, que es más poderosa de lo que siempre valoramos de estos chimilas, estos pueblos anfibios que vivieron en la Ciénaga grande donde está la depresión momposina. No por nada es Totó (La Momposina) una de las herederas de esa cultura, no por nada es la cumbia soledeña… no por nada es Mompóx, no por nada El Banco (Magdalena)… es una memoria que perdimos, y repetimos siempre que la cumbia vino de África y entró por el Río Magdalena, y lo seguimos repitiendo. Al final los historiadores están de acuerdo en que es la fusión de lo africano con lo indígena y Europa, las Canarias por un lado, Andalucía por otro. Lo que yo hago fundamentalmente es hacer un álbum que muestra que las canciones que yo he hecho antes vienen de esa cultura anfibia. La cumbia se enrazó también con cosas africanas y nacieron nuevos patrones que hemos usado siempre”, agrega.

“Los vallenatos son hijos de la cumbia cuando uno entiende que el Río Cesar es un afluente del Magdalena, y entiende que ese conectar de aguas marca y diseña una vaina increíble en nuestra cultura. Olvidamos, pensamos que la música indígena era muy aburrida y muy triste, y siempre pensamos que todo lo que eran tambores y ritmo venía del África. Resulta que tenemos una herencia andina. Ahí empezó mi pensamiento. En el 94, viendo la televisión, escucho a José Barros Palomino, compositor de La piragua, decirle a un periodista ‘la cumbia es andina’. Entonces, yo en esa época pensé que era raro lo que dijo José, y nunca se me olvidó. Y en el trasegar de esta música, de hacer vallenatos, de llegar por el Rio Cesar y conectarme con el Magdalena, y con el Mississippi y con Europa, y con las polkas, y con todo lo que me ha mostrado mi música humilde, me di cuenta que había en la base del origen de todo una base de percusiones y líneas melódicas muy espirituales, poderosas y mántricas. A veces la música las usaban para los entierros, o para el nacimiento de un hijo, y darle la gracias al sol, al cielo y la vida. Esa herencia nos dejó un gran poder en nuestra música, un poder de alegría, por el contrario de lo que pensamos y oímos y repetimos, y del cliché del cine y la música con respecto a lo indígena. Para mí es una gran felicidad saber que parte del éxito de mis canciones es esa herencia. Quiero hacerle un homenaje a esa herencia. Hacer canciones nuevas que compitan con las modernas, y con las de J Balvin, Maluma, porque tenemos con qué. No lo digo de manera arrogante, porque no pretendo pelear con la juventud, pero fue la misma juventud la que me invitó a grabar con ellos en esas canciones urbanas. Uno aprende cosas ahí y descubre que todas estas tecnologías nuevas son nuevos acordeones e instrumentos para hacer más música de la que hacemos”, comenta Vives.

«Para mí es una gran felicidad saber que parte del éxito de mis canciones es esa herencia. Quiero hacerle un homenaje a esa herencia»

Un viaje por el Delta del río Magdalena

El arte y la portada del disco dan cuenta de un intercambio cultural de Vives, como caribeño de estos tiempos, compartiendo con los indígenas de su misma región. Pero esta elección no es el resultado de una visión turista, pues el cantante busca resaltar la fertilidad musical de esta tierra (y aguas): “estoy trabajando con esos patrones cumbieros, con los chandés, con las chalupas, con los patrones vallenatos, y eso me remite a este territorio anfibio que es muy amplio y que tiene parte del río Senú, y el río San Jorge y el Cauca, y las ciénagas de Lorica y Zapatosa, es un sistema muy amplio, es el territorio de nuestra buena música. Es el territorio de Andrés Landeros, Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Alejo Durán, todos. Cuando uno va a ver el mapa cumbiero, coincide con el mapa de los lugares donde nacieron los grandes. Para mí es importante poder hablar de ese territorio y de cuidarlo”.

No hay un solo Caribe

No contento con sumergirse en lo que es la música del territorio anfibio del Río Magdalena, Vives reunió a otros talentos para cantarle al Caribe donde la música es un lenguaje común. Primero, explora la conexión colombo-panameña con Rubén Blades, con Canción para Rubén, una pequeña dedicación para su amigo salsero en la que también participa Blades.

“Somos hermanos gemelos siameses musicalmente. Pero Rubén es de la salsa, de la corriente más puertorriqueña, más antillana”, cuenta Vives. “Él la escuchó, y le pregunté si le gustaba, me dijo ‘sí, pero es que habla de mí’, y yo le dije, ‘sí, ¡es que es pa’ ti!’ (risas). Es muy lindo porque es una canción de hermandad donde unimos tamboritos con esos arreglos Big band de él, que te llevan a la época de oro de la salsa. ¡Es una cosa seria! Quedé muy feliz con esa canción que nos hermana y nos alegra. Me conmueve mucho porque la música es la misma. La política a veces hace una vaina, pero la música nos muestra otra”, dice.

Pero ahí no terminó la exploración Caribe. Vives quería incluir una voz de las islas colombianas, y así fue como sumó esfuerzos con el providenciano Elkin Robinson, con quien cantó en El hilo, una canción sobre la hermandad Tayrona representada en la tradición de regalar una manilla a un ser amado.

“Con Elkin es algo muy especial, llevo trabajando muchos años con él. Le dije que teníamos que unir los dos Caribes. Tenemos en San Andrés y Providencia un acervo tremendo donde se conecta el calypso con el vallenato, porque el calypso era la manera de narración de los isleños, y el vallenato era la de otros caribeños que aunque no eran isleños sí vivían aislados. Cuando redondeamos esta canción con Elkin él le puso ese rap al estilo de él, y se lo mandamos a Ziggy Marley sin pensar que nos iba a conocer y se iba a conectar, queríamos que él cantara las líneas más melódicas traducidas al inglés. Mi hijo Carlos Enrique le había hecho la traducción, y no podía creer que Ziggy nos contestara. Es una maravilla, porque es traer una de esas súper figuras jamaiquinas a que le canten a la Sierra y a la colombianidad. Eso me encanta de unir culturas y ver la felicidad de Elkin, esa genialidad y generosidad. La felicidad de ellos dos me llena profundamente y le da a este disco una cosa particular, única, muy de corazón”.

“A veces la industria no valora mucho todo lo que hay. Este disco me da la posibilidad de valorarlo yo y construir cosas que sorprendan. Esto es colombiano, esto es Tayrona, esto es de la Ciénaga, esto es de una isla en el Caribe”.

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