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El exguerrillero que encontró en la fotografía una forma de construir paz

Marcos Guevara (30) alguna vez hizo parte de las Farc, pero hoy vive de tomar fotos y sueña con inspirar a los jóvenes para que aprendan el oficio

El nombre de este excombatiente barranquillero aparece en Google junto a varias imágenes a blanco y negro de personas con cicatrices y heridas de balas. Estas son algunas de las imágenes que han pasado por el lente de este fotógrafo que se fue con las Farc cuando la vida en su barrio se volvió demasiado peligrosa y las oportunidades escaseaban. Sus fotos, de alguna forma, revelan cómo ha sido su vida.

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Varios años atrás, Marcos estudiaba filosofía en la Universidad del Atlántico, y hacía parte del Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3). Allí, un amigo lo adentró en el mundo de la fotografía análoga. «Yo siempre le contaba que me gustaba la fotografía aunque nunca había tomado una cámara», cuenta Marcos por teléfono desde Manaure, Cesar, donde vive actualmente. «En unas vacaciones me compré una Pentax y cinco rollos. Me puse a estudiar y a aprender por internet. Hacía fotos muy básicas», recuerda.

El gusto que sentía por la fotografía se vio reflejado en lo rápido que aprendió, y pronto comenzó a ser reconocido por su habilidad. «Yo vendía mango en Barranquilla, y muchas personas que llegaban allí se iban con una foto que yo les hacía. Así fue como me enamoré de la fotografía. Luego compré una cámara Nikon que fui pagando de a pocos con plata de la frutera».

Al tiempo que su amor al arte crecía, también crecían las ganas de irse de la ciudad, y aunque en la crudeza de la guerrilla encontró la forma de alejarse de la hostilidad citadina, también se alejó un poco de la fotografía, su nueva pasión.

«Por situaciones adversas relacionadas con el abuso de sustancias yo decidí irme un tiempo al monte, donde estuve tres años y medio. En ese momento la única opción que tenía para salvarme, para rescatarme, era estar ahí. A veces la gente relaciona el tema de la guerrilla con narcotráfico, pero para mí fue lo contrario por la dinámica en las filas y la disciplina. Yo supe que allí podría encontrar una forma de terapia. Me fui para salvar mi vida. Allá cargaba una cámara pequeña que me dieron. Tomé fotos en varios eventos, pero me tocaba devolver la cámara cuando terminaba, así como el material, entonces no tenía oportunidad de revisar las imágenes como hacía normalmente», recuerda Marcos.

«A veces la gente relaciona el tema de la guerrilla con narcotráfico, pero para mí fue lo contrario (…) Me fui para salvar mi vida»

Proceso de paz y vida civil

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Su salida de la guerrilla llegó, como la de muchos, con el proceso de paz. Regresó junto a otros 162 hombres, con quienes entregó sus armas con la esperanza de un renacer: «todos veníamos alegres a la zona donde nos íbamos a concentrar. Llegamos con un fusil y un equipo al hombro», cuenta Marcos.

A su regreso consiguió trabajo en comunicaciones gracias a que sabía manejar una cámara y algunos programas de edición. Aunque inicialmente él y otros excombatientes se dedicaron a hacer pedagogía en el campo audiovisual, pronto se encontraron con que regresar a la vida civil no era tan sencillo, y se fueron alejando. «La reincorporación fue como esos trompos que ponen en los parques», compara, «nosotros estábamos en el centro del trompo, y los que no iban aguantando el trajín se iban saliendo. En últimas quedé solo asumiendo la responsabilidad de esa pedagogía».

«La reincorporación fue como esos trompos que ponen en los parques (…) los que no iban aguantando el trajín se iban saliendo».

 

Afortunadamente, después se vio recompensado cuando recibió algunos equipos por parte de una organización de cooperación internacional: «ahora le enseño a tres muchachos con mi esposa. Yo les enseño lo básico de fotografía, de modo que tengan algo de motivación y curiosidad por las artes visuales. En comunidades aledañas también. Pronto vamos a dictar un tercer taller de fotografía en una biblioteca de Manaure (Cesar) del cual saldrá una exposición. Este tipo de talleres no los cobro; es mi forma de reparar el territorio y hacer pedagogía, pero también memoria».

Marcos no solo enseña sin cobrar. También hace fotoperiodismo en la zona de la serranía y crónicas audiovisuales con historias que se encuentra en el camino: «a veces hay situaciones difíciles que merecen ser mostradas, siempre con el compromiso ético para no abusar de la imagen de las personas. No me veo haciendo fotografía de moda. Lo social es lo fundamental. Sin interés económico, eso es lo que más me motiva: mostrar realidades y personas, algo de lo que cargan en sus hombros, sus virtudes».

Para este excombatiente, la forma de reparar el territorio es por medio de la fotografía, con la que espera reescribir y contar una mejor historia, sin que le den un trato especial por su pasado, sino que le den un lugar como la persona que quiere ser en el presente: «tengo una responsabilidad como alguien que hizo parte de una organización que estuvo en confrontación por muchos años. El simple hecho de haber tenido principios farianos me hace sentir un peso enorme con el territorio, por eso quiero hacer estas cosas mientras tenga fuerzas. No me gusta que me dan oportunidades solo por ser reincorporado. Si me dan una oportunidad, que sea por mis capacidades», asevera.

Un sueño de cámara al hombro

Marco habla con timidez sobre lo que sería su gran sueño, pero poco a poco se emociona al pensar en las posibilidades. Quiere documentar la Serranía del Perijá y las comunidades de esa zona. Después sí pensará en estudiar formalmente fotografía, cuando sienta que le ha dado todo lo que sabe a su gente. «No quiero irme del territorio, quiero enseñarle a los pelados aquí en la Sierra el verdadero valor de la fotografía como herramienta de comunicación, de denuncia, como herramienta para mostrar otras realidades para quienes están lejos. Acá tenemos un proyecto muy bonito que se llama La rotativa, es un taller de arte gráfica donde tenemos pensado construir un laboratorio audiovisual. La idea es que se convierta en un espacio de formación, de búsqueda, de reflexión, sobre todo para los jóvenes que no encuentran otras opciones acá, porque la pobreza abunda. Que lo vean como una opción de empleo y trabajo. Cuando haya hecho todo eso, me puedo dar por bien servido».

«Quiero enseñarle a los pelados el verdadero valor de la fotografía como herramienta de comunicación, de denuncia, como herramienta para mostrar otras realidades»

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