Una vida juntos en medio de la adversidad, de eso hablan en escenario Wenses y Lala, una pareja que le sacude el azúcar a su novela de amor para darle un nuevo significado a esta palabra a partir de su propia cotidianidad e historia. Humor, nostalgia y complicidad: así es la obra de la que hablamos con Adriana Arango, y que estará en temporada hasta el 26 de marzo.
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Hay bastante expectativa con esta pieza por el prestigio que tiene Adrián Vásquez en el mundo teatral, ¿qué nos cuenta de esta versión colombiana?
Nosotros (con Robinson) conocimos a Adrián a través de Rafael Fermín, que también es mexicano. Él nos dijo que había una obra que teníamos que ver, y después dijo que la teníamos que hacer. En una de las idas a México Robin vio la obra, entonces quedó ‘matado’ y encantado. Nos pareció espectacular con el texto. Después ya Rafael nos presentó a Adrián, que es el escritor y director de la obra. Él es un tipo muy serio, es un actor comprometido y yo creo que el aprendizaje de conocer a estos mexicanos que viven solo del teatro ha sido impresionante para nosotros. Adrián nos analizó primero, y se tomó su tiempo para decidir que sí quería montar la obra aquí en Colombia. Después adaptó el guion, que varía en el lenguaje y el contexto, tiene adaptaciones de diferentes situaciones. Tuvimos la maravillosa oportunidad de ser dirigidos por él durante un mes completo en México, hicimos el montaje allá y luego él vino con nosotros a estrenarla aquí en Casa E. Adrián se despidió de nosotros muy contento, sintió que habíamos logrado hacer un buen trabajo. Se sintió tranquilo de entregarnos su obra y de tener esta versión colombiana rodando. Para nosotros fue un orgullo conocerlo y actuar este texto tan divino, él es un escritor genial.
Algo bueno de esta obra es que no necesita un montaje espectacular sino que los vemos solo a los dos en un escenario sencillo ¿cómo se consigue cautivar sin tanto bombo?
Yo siempre he escuchado en todas las profesiones que lo más sencillo es lo más difícil de hacer. Esta es la muestra de la genialidad de Adrián. Él hace una puesta en escena sencilla, dos personas en una banca, y lo convierte en algo muy profundo que toca el alma. La historia es tan buena que uno se divierte, se conmueve y se emociona de todas las maneras posibles, pero yo creo que es el poder de la historia que escribió Adrián. Él cogió todo su mundo en Tijuana, toda la historia de amor de sus papás y otros personajes que conoció en vida, y los plasmó ahí. Todos nos sentimos identificados. Nosotros, Robin y yo, hacemos obras que nos parezcan espectaculares, no hacemos nada solo por hacerlo. Esta sencillez es espectacular, y por eso la quisimos hacer.
En esta historia pasa algo particular, incluso muy «mexicano», y es que los protagonistas están muertos. ¿Cómo afecta esto la construcción de los personajes?
Yo creo que el estar muertos y poder hacer un recuento de sus vidas les da una superioridad frente a los demás mortales, que todavía tenemos que sufrir cuántas cosas más todavía antes de morir (risas). Entonces les da la superioridad desde el punto de vista de la distancia, con la que pueden mirar las cosas maravillosas y las cosas terribles y todo lo que les pasó con la distancia de algo que, justamente, ya pasó, ¡ya pasó! Yo he tenido con esta obra el gran aprendizaje de que cuando pasan cosas no tan chéveres, eso se llama vida. ¿Por qué me pasa esto? Porque se llama vida, porque no estamos muertos todavía. Tenemos muchas cosas que vivir y superar.
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¿O sea que esta obra es una celebración de la vida?
Es exactamente esto. Adrián siempre nos insiste en eso, él dice: ‘estamos celebrando la vida, esta obra la hice para compartir, que nunca se nos olvide’.
Cuando se tratan temas relacionados con el amor es fácil caer en romanticismos tal vez innecesarios, ¿cómo se logra abordarlo de forma que se pueda mezclar con el humor y la cotidianidad?
Eso lo logró Adrián en su texto. Él logra que uno vuelva a conectarse con el verdadero significado de esa palabra tan vilipendiada, maltratada y mal utilizada llamada ‘amor’. Logra con la historia hacer esto que dices, que uno entienda que el amor sí existe y no son los muñequitos rosaditos ni los corazoncitos que me he pintado. Viene con la aceptación verdadera del otro y lo que el otro sea, sin importar cómo sea. Es la gran fortaleza de esa historia, quitarle el melao’ y el dulce. A veces se confunde con que esta sea la historia de Robin y mía, por lo que somos esposos, y no tiene nada que ver. Es una reflexión sobre el amor y la vida. A nosotros nos toca, pero no es nuestra vida, aunque sí hemos aprendido muchas cosas de la vida actuando esta obra.
El eslogan de la obra es «más allá del amor», conociendo tan bien el guion, ¿qué diría que significa esta frase?
Esa frase viene de que el amor es algo que va más allá de los imaginarios y las cositas rosaditas de las que hablábamos. Es algo más que hace parte de la vida, aunque el amor no es la vida, porque también vivimos en una cultura donde el que no ha vivido el amor no ha vivido nada… el que no tiene una pareja no está en nada… ¡no! La vida y el amor son más potentes y más fuertes que tener un novio o una pareja. Más allá del amor hay muchísimas cosas.
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