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“Para mí el humor es la mirada distinta, la sorpresa”: Alberto Montt

Hablamos con el caricaturista chileno sobre su visita a Colombia para ‘Los ilustres’, un stand-up de ilustración en vivo el próximo 18 de septiembre en el Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán

¿Cómo funciona este stand-up ilustrado que hace con Liniers, es una oportunidad para verlos ilustrar en vivo?

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Exacto, aunque más que vernos trabajar es ver cómo funciona la cadena de pensamientos. Hay mucho de improvisación en cada show. Hay una línea base que seguimos, pero hay mucho de improvisación, entonces es muy divertido ver cómo el dibujo reemplaza un idioma materno, cómo funciona la cabeza del otro mientras el otro está hablando, y viceversa. Entonces, es básicamente ir a ver cómo dos amigos conversan en dos idiomas distintos y que a la vez se complementan.

Cuando se conocieron con Liniers, ¿qué fue lo que más le impactó, viendo lo bien que se llevaron?

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¡Sus ojos! Sus ojos me conquistaron… (risas). Yo creo que fue muy rápido que nos hicimos amigos, porque en la primera conversación ya teníamos mucho en común, ya teníamos mucha historia recorrida en común hasta ese momento sin haber sido amigos. Te diría que nos encontramos y ya al par de horas era como si nos hubiéramos conocido de siempre. Entonces, es una amistad muy orgánica. Desde esa perspectiva es una excusa para juntarnos de vez en cuando en países hermosos donde a uno lo tratan bien para pasarla bien, es el sueño de cualquiera.

En una entrevista previa usted dijo que el cómic es cercano a la literatura, ¿nos contaría más sobre esta afirmación?

Sí, lo que pasa es que yo siempre he sentido que en el tipo de cosas que hago yo o las que hace Liniers, la imagen termina siendo un espacio secundario, y con lo que la gente conecta es el espacio común, es el fondo de aquello que hacemos. desde esa perspectiva, para mí, está mucho más cerca de la literatura que del cómic, o de la gráfica común, digamos, creo que si yo o Liniers hiciésemos exactamente las mismas ideas con dibujos de palitos, tendría el mismo efecto. Hay una conexión que pasa por aquello que decimos, mucho más que por cómo lo decimos. Ahí encuentro yo ese puente.

«Hay una conexión que pasa por aquello que decimos, mucho más que por cómo lo decimos»

El humor ha sido una de las grandes herramientas de su trabajo, ¿cómo le ha funcionado para poner en evidencia ciertas cuestiones morales?

El humor, para mí ni siquiera tiene que ver con la risa. Para mí el humor es la mirada distinta, la sorpresa. Que a veces genera risa, a veces cosquillas, y a veces, incluso, malestar. Causa de eso porque como parte de esa sorpresa parte de ese punto muchas veces te agarra desprevenido. Entonces, cuando te agarra desprevenido es mucho más fácil llegar con una idea potente sin que hayas puesto unas trabas mentales para no entenderla. Llega esa idea potente y pasa directo al cerebro sin pasar por todos esos bloqueos sociales, morales y argumentales, y te implanta una posible idea nueva. Es por eso que gente como Matador y Vladdo en Colombia, o Quino y Fontanarrosa en Argentina se convertían en caballos de Troya de ideas que podían ser un poco más potentes que un discurso elaborado y eterno. Creo que todo es por este caballo de Troya que es la sorpresa.

Hay ciertos personajes que vemos con mucha frecuencia en su trabajo, como Dios y el diablo. ¿Qué los hace ideales para los temas que le gustan?

Son ideales porque los creamos justamente para poder evidenciar todas nuestras características primordiales. Pusimos todo aquello que en teoría es bondad y que está bien, en la idea del dios absoluto. Y lo mismo con lo malo, tenemos este chivo expiatorio que es el diablo. Estamos constantemente, como latinoamericanos que crecimos en una sociedad con 500 años de colonialismo español donde estas dos imágenes han sido muy potentes, estamos todo el tiempo atribuyendo la magia, el realismo mágico de lo cotidiano a través de estos dos personajes. Entonces, para mí es muy fácil llegar con una idea a través de esos dos íconos porque ya todo el mundo tiene una preconcepción y un conocimiento de qué se trata. Todo el mundo también los cuestiona; hay mucha gente que no da por sentado esta bondad supuesta de un Dios, ni esta maldad supuesta de un demonio. Entonces, esa ambigüedad es la que me permite a mí jugar y tocar temas que son un poco más peliagudos, porque es justamente el uso de íconos y arquetipos dentro de nuestra sociedad. Me es muy cómodo, y a la gente le resuena, es una de las duplas favoritas de mi trabajo.

En su libro Laura y Dino tenemos como personaje a su hija, ¿por qué los niños dan tanto material para caricaturistas?

Yo creo que una de las cosas con las que te encuentras cuando tienes un hijo es que te das cuenta que hay muchas cosas del mundo que son absurdas y uno ya las acepta porque ya simplemente entendió que los códigos y la sociedad funcionan así, y que más te vale remar a favor de la corriente porque si no, vas a estar en problemas. En cambio los niños vienen con el disco duro vacío y hay muchos cuestionamientos que hacen que cuando uno les da una segunda vuelta uno dice ‘sí, es verdad, esta es una mirada más fresca’. ¿Por qué tengo yo que pensar las cosas como las vengo pensando sin cuestionármelas. Yo creo que esta mirada fresca es lo que hace que los niños sean una fuente de inspiración. Porque en el fondo, lo que uno hace para inspirarse es tratar de mantener el cerebro abierto, esperando a que llegue la información con la cual las ideas se configuran. Y de repente ves este bicho que esta al lado tuyo y tiene 4 años. Dice cosas que tu pensaste hace 40 y tantos pero ahora ya se te olvidaron. Es ese resonar en la historia personal lo que hace que los niños sean lo que son, y que cuando los dibujes la gente encuentre la conexión directa.

¿Hay algún tema que haya evitado tocar en sus trabajos?

Nunca me he puesto a hacer una lista de los temas que no quiero tocar. Siempre he hablado de los que me importan, siempre y cuando haya sabido cómo tocarlos. Me explico, hay temas que son muy potentes y por ahí uno puede sentir que no tiene la solución perfecta para tratarlo como quisiera. Entonces prefiero no hacerlo. No porque crea que no se debe hacer, sino porque creo que cuando se haga debe hacerse muy bien. Tampoco tengo el rollo de pensar ‘uy, con esto puedo ofender a alguien’, porque la verdad es que a mí no me importa ofender a la gente. En general yo discuto ideas, no hablo sobre la persona específicamente. Lo que trato de hacer es confrontar ideas. Si una idea no es confrontable, no vale la pena. Si tú mueves una idea que tengo no voy a sentir que viniste a patearme la jaula, simplemente la idea no fue lo suficientemente sólida en mí como para resistir un análisis o una crítica. Así con los temas complicados. Hay que tocarlos y hay que tocarlos bien.

Uno de esos temas «complicados» sobre los que usted se manifestó a favor es el aborto…

El tema del aborto y la libertad para mí es fundamental en la sociedad en que estamos viviendo. Siento que si estoy en contra por alguna posición religiosa, por ejemplo, no estoy en una posición de imponérsela a nadie. Lo que yo creo no es necesariamente una verdad. Si alguien cree lo contrario y quiere seguir por su camino, adelante. Ahí viene una discusión importante y es, cuándo comienza la vida. No podemos trabar una serie de leyes porque esa discusión no está saldada. Yo soy pro aborto, pro elección, creo que las mujeres son libres de decidir qué hacen con su cuerpo. Creo que es importante para quienes tenemos una voz levantarla en pro de lo que creemos, y no tenerle miedo a de repente que alguien se sienta ofendido o a que nos caiga la ola de vuelta. Estoy consciente de que hay mucha gente que es provida y le cae mal que uno comente esto. Pero así funciona, uno no puede andar por la vida tratando de caerle bien a todo el mundo.

 

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