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Pedro Alonso invita a “alimentar el alma”

El actor español se sincera luego de estar en una de las series más populares en la historia de Netflix

Pedro Alonso visitó el país con motivo del 5º Congreso SmartFilms (6 al 8 de septiembre), festival de cine hecho con celulares , junto a la actriz mexicana Eréndira Ibarra. En rueda de prensa, habló sobre su famoso personaje de La casa de papel, Berlín, y compartió sus opiniones sobre algunos aspectos de la industria audiovisual actual.

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«A estas alturas de mi vida profesional, me parece un milagro seguir vivo, profesionalmente hablando», dice este actor de 48 años, con toda la seriedad de quien comparte una confesión humilde con aires de gratitud. «Yo soy un actor de clase media que ha resistido contra viento y marea momentos difíciles en España. Trabajar como actor me parece un milagro. Como me las he visto de todos los colores, sé lo difícil que es que todo se alinee para que te pase algo rico en fondo y en forma. El proyecto de La casa de papel ha sido el que me ha dado la vida, hay muchísimo talento ahí. Sin talento alrededor uno no podría volar, así que lo bueno que me haya tocado con Berlín ha sido porque tenía gente más lista que yo. Solo habría sido imposible».

Berlín, el personaje que lo lanzó al estrellato, es conocido por su cinismo. Y sobre este reto, el actor cuenta que se enfrentó a un sujeto que tomaba muchas pausas que le agregaban dramatismo a cada cosa que decía, con frases como «si no pones cadáveres encima de la mesa, ahí afuera no se te respeta”, a la cual le siguió una oleada de pánico en los demás personajes presentes en la escena.

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«A mí me gusta mucho de mi profesión que se puede hablar mucho, es un rol que tiene muchos lados. Este es el personaje que más lejos me ha permitido ir en términos de respiración. Cuando digo respiración me refiero a que [Berlín] es el personaje que más tiempo se toma en la acción real de lo que está pasando. Si fuera Berlín en este momento… (se queda mirando fijamente por algunos segundos mientras apunta el índice al horizonte) [sin hacer nada más] pasan cosas. Berlín no tiene respeto por ciertos espacios. Eso me permitía tiempo de lucirme, me daba tiempo como personaje y como actor», dice, saliendo del personaje como si despertara de una hipnosis.

También, al pensar en lo mucho que las personas aprendieron a querer a este «insolente» personaje, asegura que siente una frescura al ser «el malo», porque al ser un irreverente es también un libro abierto. «No deja de dejarme perplejo que haya generado tanta empatía con Berlín. El poder oscuro tiene mucho carisma. Este tío te puede estar ahogando mientras tú dices, ‘qué buena tarde estamos pasando’. Y el mundo se rige muchas veces por este tipo de cosa perversa. Eso también como actor es un desafío, porque no hay tabú. No estamos para defender al personaje y justiciarlo. Al principio de esta profesión lo justificaba todo, y ya no. ¿Que soy un asqueroso? Sí, soy un asqueroso. En el ‘asquerosismo’ a veces hay mucha humanidad también», comenta.

Azúcar y compulsión

Así describe Pedro Alonso los tiempos en que vivimos, donde se busca la gratificación instantánea en los modos de consumo, y eso incluye la televisión y las series. «El otro día estaba hablando con gente de Netflix, y decían, ‘es curioso, está pasando un fenómeno doble: los capítulos deben ser muy cortos para que la gente los vea y no le dé pereza, pero luego hay mucho compulsivo que puede ver ocho horas seguidas’, es alucinante, todo es súper rápido; pero si es rápido, me lo como todo de una», comenta. «Es un síntoma de que vivimos en un mundo que es puro azúcar y compulsión. Para mí, esa es la enfermedad de nuestra civilización, estamos enfermos… moriremos en frente de una pantalla llena de información, pero sin saber nada. Allá cada uno con lo que haga con su vida, pero hay que ser muy fuertes para sustraerse de la cantidad de estímulos que tenemos alrededor. Yo procuro armarme de razones para saber qué es lo que más me alimenta, lo que alimenta mi alma. Solo si hay un principio moral que te toca, cambias. Ese es el secreto, buscar dónde está el principio de la emoción».

Y así, en este frenesí, Alonso admite abiertamente (y como un jalón de orejas) que hay muchas producciones que le parece que son más de lo mismo: «narrativamente, las fórmulas están desgastadas. Tú ves muchos productos donde se suponen que están pasando cosas alucinantes, pero me dan igual. Para mí, hay que encontrar una voz narrativa propia, y es un viaje que es muy difícil de explicar. La mayoría de lo que uno hace no deja de ser una copia de algo anterior, pero editada para que tenga algo nuevo».

Finalmente, este actor se dirige a los nuevos cineastas y actores, y aunque no les esconde que el mundo del entretenimiento no es para cualquiera, les incita a trabajar duro y a entender que el aprendizaje solo puede llegar a quien se permite ser vulnerable al no creer tener el conocimiento absoluto de todo. «Yo creo que no hay nada como la humildad del aprendizaje. La competencia es tan cruel que solo quien se ha muerto 80 veces y sigue vivo acaba asumiendo que esto te obliga a ser humilde. Solo desde la humildad y la ambición inusitada alguien llega a ser mejor de lo que es. Cuando lo ves en otros es aluncinante. Por eso Alex Pina (creador de La casa de papel) es alguien que se cuestiona cómo poder saltar de nuevo al vacío, mientras que muchos productores siguen haciendo lo mismo que ya les trajo éxito. La diferencia es una: el coraje. Hay que tener mucho coraje».

 

 

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