Luego de su éxito y el reconocimiento de que tuvo gracias a su interpretación de Juan Gabriel en la serie sobre su vida, Julián Román vuelve a la televisión colombiana, pero esta vez para darle vida a Beto Pérez, reconocido bailarín y coreógrafo de nuestro país. Hablamos con Julián sobre lo que representó meterse en la piel de Alberto en Nadie me quita lo bailao de RCN, y mostrarle a los colombianos ese lado del caleño que hasta ahora, pocos conocen.
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¿Por qué contar la historia de un hombre como Alberto Pérez?
Es una historia que decidieron realizar porque tiene todas las cualidades para un ser un relato emotivo y contado en una producción. De mostrar cómo a este hombre el arte y bailar lo salvaron, en una época muy jodida, de conflicto, donde mandaba la parada el Cartel de Cali. Y es que cuando todos los muchachos tenía una sola opción, la de unirse al narcotráfico, él y sus amigos decidieron sobrevivir a punta de baile.
Y lo mejor es ver en todo lo que se ha convertido Beto y el emporio que construyó gracias al baile, y como la zumba, más allá de ser una simple práctica, se convirtió para muchos en culto, en estilo de vida, en una forma de alegrar sus existencias.
Además del conflicto en nuestro país, esta serie trata otros temas, como por ejemplo, que el baile sigue siendo estigmatizado porque «no es una profesión»…
Y claro, sobre todo, en una sociedad que no ve esto como una carrera porque no da cartón. Como no es una ingeniería, no es una maestría, entonces se convierte inmediatamente en un simple pasatiempo. Y no solamente pasa con el baile, en este país también es un hobby actuar y ser músico.
A mucha gente que conozco le ha tocado hacer carreras para después poder dedicarse a su pasión. Y claro, cumplen con los «requisitos», pero finalmente pierden cinco o seis años de su vida en algo que no les gusta.
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Por ejemplo, en esta historia, la mamá lo apoya, pero hasta cierto punto, pero llega un momento en que por susto le prohibe bailar. Ella quiere que su hijo tenga un futuro, pero en su cabeza está el «pajazo mental» de que necesita una carrera para poder tener estabilidad económica.
Y miren lo paradójica que es la vida. Creo que el éxito que tiene ahora Beto no lo hubiera conseguido de haber estudiado una ingeniería.
Como bien lo dice, la actuación para muchos también es pasatiempo. ¿También fue señalado por preferir esto?
En ocasiones. De hecho, mi abuelo después de que yo me gradué de la escuela del distrito, me dijo que hiciera una carrera en serio. No lo hizo en mala onda, pero sí con esa necesidad de que estudiara algo que realmente fuera reconocido. Y yo los entiendo, lo bueno es que en la actualidad ya hay más de 20 universidades e instituciones educativas que están graduando actores profesionales.
«Todas las generaciones de la casa la van a pasar muy bien, y es que además de la historia, también se van a conectar con la música y con todos los artistas a los que les hacemos un pequeño homenaje», Julián Román.
¿Habló con Beto para ahondar más en su vida?
Yo a Beto lo conozco desde los años noventa, así que puedo decir que he tenido un acercamiento a su vida desde hace mucho tiempo. No me quise entrevistar más con él, porque quería aprovechar de la mejor manera el guión, y dejarme llevar un poco por la intuición del personaje que estaba leyendo.
Él estuvo muy pendiente de los detalles, sobre todo, de las coreografías. También me dio varios consejos de cómo le gustaba bailar y de lo que no le gustaba que se viera en sus coreografías. Entonces corrigiendo todos esos aspectos pudimos perfeccionar el personaje.
¿Cómo le fue bailando? ¿Tronco o tiene su tumbado?
Tuve la fortuna de tener a Richie Sánchez como coreógrafo, quien tuvo toda la paciencia del mundo y entendió que aprendía bien mirando y repitiendo. Así que me tardaba cerca de tres horas aprendérmelas. Con Richie teníamos la disciplina de ensayarlas hasta que las tuviéramos aprendidas, y si no lo lográbamos, las ensayábamos los domingos.
Este tipo de producciones tienen todo tipo de comentarios y varios son los televidentes que critican. ¿Qué puede decirles a ellos respecto a Beto y por qué su vida tenía que ser contada?
Lo que generó bailando fue una locura, y a nadie se le hubieran ocurrido todas ideas maravillosas que llegaron a su mente y lo hicieron exitoso. Beto llegó a Estados Unidos y se convirtió prácticamente en una religión.
De hecho, cuando estuvimos grabando las últimas escenas allá, la gente que nos veía decía que Beto y la Zumba les habían cambiado la vida. Entonces eso es lo que vamos a mostrarle a la gente: como una persona común y corriente, pudo llegar lejos y generar cambios importantes con lo que sentía y deseaba hacer, y no con lo que los demás querían imponer en su existencia.
¿Qué es lo que ha aprendido al estar en la piel de personajes reales como Juan Gabriel o Beto Pérez?
Es un trabajo maravilloso, porque uno tiene que pararse en una raya muy difícil, ya que estás entre la imitación y la interpretación. Yo soy malísimo para imitar, entonces me tocó hacerlo con la interpretación, buscando llegar a un acercamiento real, más allá del físico, y tocar las emociones.
Julián Román en el teatro
- Hace poco estuvo trabajan obra El crimen del siglo, que se presentó en el Teatro Colón. «Posiblemente a finales de año haremos otra temporada».
- Pronto arrancará ensayos para un nuevo montaje que se llama Constelaciones junto a Marcela Mar y Fabio Rubiano.
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