Ricardo ‘Liniers’ Siri inició su consolidación a partir de 1999 con su tira Bonjour en el diario Página/12. En 2002, por recomendación de la caricaturista Maitena, empezó a dibujar para el diario La Nación, dando a luz su serie más conocida, Macanudo. Ha realizado muestras de pintura y ha colaborado con músicos como Andrés Calamaro o Kevin Johansen. Es autor de más de 20 libros, que han sido traducidos a más de una docena de idiomas.
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Con la internacionalización de su trabajo libros como Macanudo ya se consiguen en inglés y en muchos otros idiomas, ¿cómo se asegura de que el humor se conserve y no se pierda en la traducción?
Sé inglés y tengo una traductora, entonces puedo ver la traducción y aprobar lo que se está haciendo con las historietas. Ahora, también las tradujeron al checo, al sueco y al chino, y ahí tengo que confiar, no tengo la menor idea. La traductora de checo me dijo un día, ‘A Enriqueta le puse de nombre Indrishka’, y yo le dije ‘qué bueno, ¿es la traducción de Enriqueta?’ y me dijo: ‘no, es el nombre de mi abuelita’ (risas). No sé qué están haciendo, pero van como por el noveno Macanudo, y seguro que algunos libros en otros idiomas son mejores que los originales.
Muchas veces ha dicho que el cine y el cómic tienen mucho en común, ¿cómo es esa similitud?
Sí, es que yo de chiquito era muy fanático del cine hasta el día de hoy, y tenía la fantasía de ser director pero en Argentina no había mucha industria de eso y era díficil. Pero más que eso, yo tenía la sensación de que al ser tan tímido no podía manejar actores y actrices, ni camarógrafos y toda esa gente a la que le iba a tener que hablar. En cambio hacer historietas era como hacer películas pero no tenía que hablar con nadie (risas). El dibujito hacía lo que yo decía, y listo. La historieta tiene lo mejor de dos mundos que a mí me gustan mucho; lo mejor del cine y lo mejor de la literatura, cuando está bien hecha. El cine lo que te presenta a vos es la piel de una historia, estás viendo la cara… ves a Matt Damon corriendo (risas), el auto vuela, explota todo. Es la estética de esa historia. En la novela, estás viendo la historia desde adentro. Un libro de Borges o uno de 50 sombras de Grey son iguales por fuera, pero nunca son iguales por dentro. ¡Son bastante diferentes! En una historieta, cuando está muy bien hecha, te presentan las dos opciones; los personajes desde adentro, su manera de pensar, y al mismo tiempo te presentan un valor estético para emocionarte, para llevarte a diferentes lugares. Power Paola (historietista colombiana) en ese sentido para mí es una genio, es de lo mejor que hay en historieta latinoamericana, para mí. Es una fuerza de la naturaleza.
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¿Se podría decir que el cómic pasa por un buen momento?, Ahorita mismo hay trabajos como el de Joe Sacco, que ha puesto en viñeta temas tan difíciles como la situación palestina…
Lo que pasa con la historieta es que tiene una historia rara. La historieta y el cine son como hermanos gemelos, aparecieron al mismo tiempo, en el mismo ámbito porque eran dos medios populares. Los diarios fueron el lugar de las historietas, y el cine se volvió muy popular rápidamente con su complejidad narrativa. Tenían una libertad en la que no había ninguna historia que no se pudiera llevar al cine, pero con la historieta no fue así. Siempre se decía, ‘no, esto es un arte menor, no pueden hacer una historieta sobre el holocausto, ustedes hagan aventuras, superhéroes y chistes, y no jodan’. Y eso empezó a cambiar en los sesentas con el underground americano, y en Francia. Ya en la década de los 80 aparece Maus, y yo creo que fue la bisagra, el punto de maduración. A partir de ahí nos dijeron ‘hagan lo que quieran’, y finalmente hubo mucha libertad. Los dibujantes hoy en día encontraron una forma de expresión, no es solamente el chiste para el diario.
La cifra: +25 libros de historietas ha hecho Liniers
Y de hecho hay muchas cosas que no son precisamente para niños…
Me parece que la gente que cree que las historietas son solo para niños se va a perder de mucho. Es como pensar que el cine son películas de Chuck Norris. Pensar que la historieta es solo Condorito, es reducirla, con todo y el valor que tienen tanto Chuck Norris como Condorito, no lo digo por reducir su valor cultural (risas), pero me parece que se están cerrando la puerta a historias de todo un género.
En su trabajo hay cierta crítica a las cosas que nos obsesionan superficialmente hoy en día, como el niño que dice que su papá no lo quiere porque no tiene un tatuaje con su fecha de nacimiento. ¿Cuáles son esos temas que le gusta retratar?
(Risas) Hay ciertos lugares comunes que se vuelven graciosos. El tatuaje se suponía que era una cosa para diferenciarte de la sociedad, para marcarte como una diferencia. Pero ahora no tener tatuajes es el nuevo ‘tener tatuajes’. No está mal ni lo uno ni lo otro, pero me parece gracioso cuando la gente se toma en serio cosas que son una estupidez. Ese tipo de cosas me hacen gracia, aunque generalmente me hacen más gracia las tonterías que hago yo.
¿Y hay temas que prefiera evitar?
Yo creo que se puede hacer humor con todo. Si se puede hacer con la inquisición, se puede hacer con cualquier cosa. Ahora, dónde lo hacés y cómo lo hacés, y cuanto más complejo sea el tema y más posibilidad haya de lastimar a alguien, más responsabilidad tenés de que esté bueno el chiste. Si vas a hacer un chiste sobre el holocausto, tiene que estar muy bueno. Si no se hace bien, corres el riesgo de parecer como alguien que apoya el genocidio, lo peor que puede pasar. El humor se hace para generar felicidad en el otro. En un funeral, siempre hay chistes. No se los hacen a la viuda, pero se hacen. El humor es nuestro mecanismo de defensa contra la muerte. El arte, en general. Somos los únicos bichos que sabemos que nos vamos a morir, ni las flores ni las cebras saben que se van a morir. Somos los únicos que hacemos chistes, no vemos cebras haciendo chistes, salvo en mis dibujitos. Entonces, ¿por qué hacemos eso? Sabemos que nos vamos a morir, tenemos muy poco tiempo acá, nos da rabia morir. Entonces nuestra manera de reaccionar, como una actitud punk de decirle a la muerte ‘nah’, es el humor negro. Hacer humor con temas fuertes es decirle a la muerte: no tengo miedo. Por otro lado, yo no entiendo el humor para lastimar. No entiendo el bullying como humor, y la televisión muchas veces funciona así. En las cámaras escondidas todo es ‘riámonos de ese por boludo’, y después a esos mismos que les hacen el chiste se ofenden. Eso no es sentido del humor, eso es ser bully. Entonces para mí no es el tema, es la responsabilidad con que lo hagas. Si estás restando, no estás haciendo humor, estás siendo una mala persona.
Hablando de animales, ¿por qué siempre se ha retratado como un conejo?
Hay un tipo de humor anclado en la realidad. Un día caminaba por la calle y venía un diente de león flotando en el aire directo hacia mi cara, así que me corrí, y pasó derecho. Ahí pensé, ‘esto es lo más débil que podés hacer’ (risas). Pensar, ¡uy! cuidado, me va a chocar y ¡pif! es algo muy pequeño. Si eso lo invento no tiene mucha gracia para mí, pero el hecho de haberme movido me pareció gracioso. Para eso necesito el conejo, aunque a veces Enriqueta dice cosas que pienso, pero el conejo siempre va anclado a la realidad, son cosas que me pasaron. Me daba vergüenza dibujarme a mí, y siempre me gustaron los conejitos. Lo veo como si fuese el disfraz de Batman, cuando no está de Bruno Díaz rompe todo, choca el auto… uno en la fiesta de disfraces hace más papelones.