En su columna de este jueves en el diario El Tiempo, la actriz y presentadora Margarita Rosa de Francisco habló sobre un aborto que tuvo. Aunque ella siempre se ha caracterizado por hablar de la no maternidad, hasta ahora no se conocía que hubiera pasado por la interrupción de un embarazo.
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Comienza contando que cuando supo que estaba embarazada decidió quedarse con esta noticia para ella misma, pues no se lo dijo al padre de la criatura un joven con el que creyó que se casaría y del que aseguró haber estado “enamorada hasta los huesos”. Sin embargo, había algo que tenía claro, nunca sería mamá.
“Me le medí sin dilemas y sin consultarle, a sabiendas de que ese silencio sería un hecho aún más violento. Quería correr con la total responsabilidad de mi decisión y lo hice así, impulsada por mi rebeldía y mi ambición de ser yo misma, dispuesta a pagar el precio emocional que la vida me cobrara por mi libertad”, escribió.
En el mismo escrito describe lo que hizo, fue a una clínica de mujeres y cuando le preguntaron por los motivos de su decisión, solo respondió “Porque no quiero tener hijos”…“Fue rápido y grotesco. Un tubo de aspiradora me hurgaba el estómago como un roedor, algo de no repetir. Al siguiente día tuve que juntar trozos de alma para armar una cara decente y sacarla a la calle, mientras mis entrañas y mi corazón sangraban, porque abortar, aunque yo lo considere defendible, es […] un acto violento, como también lo es dar a luz”.
Aunque no da mayores detalles de cuándo sucedió, dice que fue cuando era demasiado joven. Además habla de lo duro que es tomar esa decisión “lo brutal no está en la asociación absurda con un asesinato, sino en la embestida frontal del prontuario triste de pecadoras y culpables que nos ha humillado durante siglos. ¡Ser mujer siempre ha dolido! Pariendo, abortando o negándonos a concebir, no tenemos salida”.
Cabe resaltar que en el año 2015, Margarita había hecho una crítica sobre el tema, dijo que si bien el tema es polémico por involucrar la vida como derecho y violarlo es un delito, lo más grave es que es pecado, y que ese pecado sea “exclusivo de la mujer”.
“En la mujer recae el castigo por tener los ovarios para enfrentarse a sí misma en el momento más visceral que pueda existir, al decidir interrumpir el desarrollo de una semilla de vida (cosa bien distinta del acto de asesinar), aún en el caso de haber sido engendrada sin su voluntad. A las mujeres, de verdad, nos ha ido mal en la distribución de los pecados” escribió.
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