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Rachid Hami llega con su ópera prima: La Mélodie

El director de orígen argelino es el invitado de honor al 16º Festival de Cine Francés en el país, que va hasta el 22 de octubre de este año.

La Mélodie, que se estrenará en Colombia en el mes de noviembre, cuenta cómo un distinguido profesor de violín se enfrenta a la labor de enseñar a niños de contextos socio económicos difíciles y poco a poco comprende que la educación es una herramienta más poderosa de lo que él mismo cree. PUBLIMETRO conversó con este director, que con apenas 32 años ya es una de las promesas del cine francés.

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¿Cuál fue la inspiración para La Mélodie?

Tuve la fortuna de conocer niños que salían adelante con este tipo de proyectos musicales. Son niños que vienen de barrios difíciles y de situaciones familiares complicadas. Me di cuenta que la música clásica les abría un horizonte totalmente diferente y para mí eso fue algo muy importante, me marcó desde todo punto de vista: social, político y cinematográfico. Ver a esos niños en ese tipo de edificios en el gueto tocando violín me inspiró.

¿Tenía algún tipo de conocimiento musical previo a esta cinta?

Cuando era joven pude escuchar mucha ópera, cuando tenía entre 15 y 16 años iba a la ópera de París y me quedaba ahí esperando a que vendieran los últimos tiquetes, que salían por tres y cinco euros (menos de 15 mil pesos colombianos), y podía quedarme por varias horas viendo el espectáculo en los Campos Elíseos. Ese fue mi primer acercamiento a la música clásica, pero yo no toco instrumentos y tampoco me interesa meterme demasiado en el tema ni en lo que sufren las personas que tocan violín porque eso implicaría involucrarme de más en el tema.

¿Cómo fue trabajar con niños actores?

Yo organicé un protocolo de trabajo con ellos en la que tuviéramos una relación como de hermanos, no una relación jerárquica de director-actores. Durante dos meses tenía una persona que repasaba los libretos con ellos para que se aprendieran las notas musicales y los textos, y la siguiente etapa ya era en el set de grabación, donde opté por destruir lo que ellos habían hecho para que reconstruyéramos juntos el guión, de modo que pudieran construir escenas nuevas para que realmente “vivieran” el momento.

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¿Cuál es el mensaje detrás de La Mélodie?

Hay varios mensajes en la película. Me gusta hacer cine impresionista, es decir, que los personajes se van conociendo a través de sus matices con pequeños puntos y no con grandes trazos. Uno conoce a cada personaje de La Mélodie pero es por los pequeños momentos que ves de cada uno de ellos a lo largo de la película. Obviamente hay un mensaje político también: ¿cómo luchamos para que la cultura y la música pueda llegar principalmente a quienes más lo necesitan en el arte? Para mí el cine acerca a las personas y permite mayores intercambios. También hablo de inmigración, la sociedad europea es multicultural en este momento. Europa se compone de muchos países y tiene además una historia fuerte de colonización. Tenemos mucha inmigración por distintas razones, así que la pregunta es cómo construir un mundo más mixto.

¿Hay obstáculos evidentes a la hora de tratar estos temas en el cine?

El principal obstáculo que veo en el mundo es el miedo. La gente teme porque no hay trabajos y porque somos cada vez más personas. Los recursos son finitos y cada vez hay menos. Hay temores económicos y sociales, y la gente teme perder su cultura, por eso se generan esas reacciones agresivas donde vemos partidos nacionalistas crecer en países europeos, o como sucede en EE. UU., yo todavía no puedo creer que Trump sea presidente. El segundo obstáculo tiene que ver con la injerencia de la colonización, que es una de las fuentes del miedo. La mejor forma de luchar contra eso es mostrar el lado humano de las cosas. Entonces no tratemos más a las personas como estadísticas sino como seres humanos. Otro reto es hacer que las películas no hablen de política directamente. Hay un tema político, pero no se habla directamente de cómo se debe hacer política. Lo que la película propone es una visión de una solución que ya existe (la educación y el acceso a la misma), que es ver cómo el cine invita a hacer planteamientos sociales. Es más fuerte mi amor por el cine que mi amor por la política, no me interesa plantear verdades. El principal reto sigue siendo eso, preguntarnos cómo el cine puede ser superior a la política.

Además de ser director también ha actuado, ¿qué lo motivó a pasar de una etapa a otra?

Comencé dirigiendo un mediometraje cuando tenía 17 años, y otro a los 22. Ser actor no fue algo voluntario, actuar y dirigir fueron dos cosas que evolucioné en paralelo. No acepto muchos trabajos como actor porque no me siento cómodo, sin embargo he tenido la fortuna de trabajar con diferentes directores en temas y películas que me interesan de manera política, pero ser actor siempre ha sido algo secundario para mí.


La cifra: 17 años tenía Rachid Hami cuando dirigió su primera cinta. 


¿Cómo ha cambiado su visión y su forma de hacer cine desde ‘Choisir d’aimer’ (2008)?

Mi visión cambia todo el tiempo. Hice esa película cuando tenía 22 años porque en ese momento pensaba en el amor, que era algo nuevo para mí en ese entonces. Yo pensaba que no podía hacer una película como esa más adelante, ese era el momento para hacerla, además porque tenía otros interrogantes desde el punto de vista cinematográfico que probablemente tendré a lo largo de mi vida y que tardaré por siempre en responder. Choisir d’aimer era una búsqueda de definición de quién soy yo y es diferente con La Mélodie. Ahora busco una puesta en escena más pura y simple, y hay una frase que me gusta: “la puesta de escena más bella, es aquella que no se ve”, que aplica para La Mélodie, donde vi la oportunidad de hacer una película de autor con escenas muy elaboradas pero también accesible a todo público, que de alguna forma se parecen a Rocky y a Billy Elliot por su estructura narrativa.

¿Qué proyectos tiene a futuro?

Hay uno que ya está en curso pero se trata de un tema delicado. Continuaré interrogándome sobre el aprendizaje, la evolución social y cómo hacer para crear personas y no personajes en el cine. También empiezo a pensar en otra película más pequeña en la que de nuevo me planteo cómo crear buenos personajes. Eso es lo que me da ganas de hacer cine.

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