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Los juegos del hambre: Sinsajo – Parte 1 “El fuego está alcanzando” … poco a poco

Los Hunger Games están de vuelta, con la revolución a fuego lento en esta excursión decepcionante.

“Es medio emocionante que algo que sucede en la película pueda ser un símbolo por la libertad”, dice el director Francis Lawrence en su reacción a la noticia de que los manifestantes antigolpistas de Tailandia habían adoptado el saludo ‘mockingjay’ de los tres dedos. “Pero lo que es preocupante es que estamos reflejando lo que está pasando en el mundo”.

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Al igual que los héroes rebeldes de la saga, los de Tailandia, que se atreven a hacer alarde al gesto en contra de la junta de Gobierno, no se les muestra misericordia. “Cuando las personas están siendo arrestadas por hacer algo de la película es preocupante”, explica, triste, Lawrence.

El director no debe sentir la carga culpable de ser cómplice en el estímulo de cierta resistencia revolucionaria de la vida real. Lamentablemente, para todas sus políticas distópicas, The Hunger Games: Mockingjay. Parte 1 no es una cinta muy inspiradora, ni polémica.

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La acción central de los juegos del hambre reales –las batallas de gladiadores televisadas que tienen lugar entre homenajes nominados de cada uno de los distritos de Panem– está ausente en Mockingjay. Parte 1.

Nuestra heroína Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence); Finnick Odair (Sam Claflin), con trastorno de estrés postraumático; junto con Gale Hawthorne (Liam Hemsworth); Beetee (Jeffrey Wright) y compañía se levantan desde, literalmente, abajo (la mayor parte de la película tiene lugar en un búnker subterráneo sin alma) en la rebelión contra el tiránico presidente Snow (interpretado por Donald Sutherland).

“Él es un político y un burócrata que está haciendo un trabajo que él cree que tiene que hacer. No está matando a la gente por placer –es por necesidad. Quiero decir, Lyndon Johnson mató a 50.000 de nuestra gente por lo que él presumía que era necesidad”, dice Sutherland de su personaje, el líder del Capitolio, una especie de emperador Nerón.

Mientras tanto, la líder de los rebeldes, Alma Coin (Julianne Moore), es la antítesis del autocrático, extravagante y despótico Snow. Su estricto régimen, que casi va en contradicción con la idea de la libertad, es tan plano como una línea de montaje de una fábrica soviética. Su personaje frío y su decidido compromiso con la causa es un intento de desdibujar las líneas entre el bien y el mal, para crear un espacio político gris. Resulta en un grado, pero no tiene a nadie aplaudiendo desde la barrera para que la revuelta tenga éxito.

Esto da paso a Katniss para ser la chica del cartel de la revolución. Ella también está en la necesidad de capacitación de los medios de Gamesmaster Plutarch Heavensbee (Philip Seymour Hoffman) y Haymitch Abernathy (Woody Harrelson). Moore describe a Katniss como la “esperanza de cambiar el mundo y la fantasía de los sueños de todos los niños”, pero sin su equipo de asesores publicitarios, los esfuerzos de propaganda de Katniss están lejos de ser arrolladores.

Katniss encuentra fervor en la guerra. Esa es la razón por la que el equipo de comunicaciones de fabricación de películas, que incluye Cressida (Natalie Dormer), se ensamblan para capturar sus mejores momentos, por así decirlo, en vivo desde las zonas de guerra afectadas y transmitido de nuevo a los barrios asediados de Panem y sus amos del gobierno en el Capitolio.

Gran parte de la lucha se lleva a cabo a través de las ondas de radio, paralelismos obvios se pueden hacer con lo que ha ocurrido en casi todas las guerras modernas y ahora con ISIS. Tan relevante como esta guerra de relaciones públicas es que no se puede dejar de sentir que Snow, con su rosa blanca, de pronunciada carga explosiva, después de bombardear fuertemente el búnker de los rebeldes, ganaría.

Él tiene la arrogancia, confianza en sí mismo y la ilusión de un megalómano. Las emociones de Coin están tan amarradas como las puertas del refugio antiaéreo.

Katniss, el mascarón de proa de los habitantes de los distritos oprimidos, que son víctimas de genocidio, tiene su propia agenda personal, que más bien se desvía de la causa. Ella está decidida a rescatar a su novio Peeta (Josh Hutcherson) de manos del Capitolio, para gran desdén de sus camaradas. La historia de amor es algo discorde, pero sirve el propósito de amor en la cara de la adversidad.

El problema es que no se siente exactamente el ardiente deseo de amor, ni revolución, a pesar de la advertencia de  Katniss de que “el fuego está alcanzando”. Todo está yendo fuera de lugar como un petardo mojado.

El público se queda con ganas de más acción, más pasión, porque por ahora esta película parece apenas un puente entre las primeras cintas y el final, que será estrenado en noviembre del próximo año.

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