En la caficultura colombiana, la última década se ha caracterizado por constantes altas y bajas. Entre los años 2009 y 2012, el país –tercer productor a nivel mundial– incumplió sus metas por factores como las condiciones climáticas, la menor aplicación de fertilizantes, el incremento en los niveles de roya y una caída en la cosecha.
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Aparentemente ya llegó el momento de las ‘vacas gordas’ para los productores de café, pues en 2016, Colombia alcanzó una producción de 14.23 millones de sacos, siendo la más alta durante los últimos 23 años. La realidad es, sin embargo, que siguen siendo grandes los desafíos para garantizar que el negocio sea viable, sostenible y rentable, y que logre superar los males que durante años lo han afectado.
Si bien las cifras más recientes son esperanzadoras para el gremio, la baja productividad ha sido uno de los tragos amargos para los productores del grano. Basta con comparar nuestros estándares de productividad: mientras en Colombia el promedio es de 18 sacos de café por hectárea, países como Brasil y Vietnam alcanzan los 27 y 35 sacos, respectivamente.
Esta brecha hace que la actividad cafetera siga siendo costosa y con un margen de ganancias estrecho. Por pura lógica económica, en la medida en que aumenta el número de sacos por hectárea, la rentabilidad crece también. Una preocupación importante, teniendo en cuenta los altos costos de producción, en los que la mano de obra necesaria para la recolección del café y los fertilizantes representan aproximadamente el 75%.
El problema de la mano de obra no es solamente el costo, sino que desde hace algunos años se ha vuelto escasa en algunas regiones del país, problemática que tiende a agudizarse mientras la producción continúa aumentando.
“El reto es que seamos capaces de mantenernos en el escenario probable de falta de mano de obra, que se explica por razones como la migración de los campesinos a las ciudades, la concentración de la mano de obra en los proyectos de infraestructura que se están desarrollando en el país y la falta de relevo generacional”, señaló el gerente técnico de la Federación Nacional de Cafeteros, Hernando Duque.
También afecta la productividad el envejecimiento de los cafetales. Para que la caficultura sea competitiva y se mantenga un buen nivel de cosecha, es necesario hacer anualmente una renovación, es decir, cambiar árboles viejos por nuevos. El presidente de la Federación, Roberto Vélez, destacó que es imperativo que el país renueve por lo menos 90.000 hectáreas para mantener los niveles de producción del último año, tarea para la cual aún no se cuenta con los recursos requeridos.
Además, están los factores externos que afectan a la caficultura, como el clima, el precio internacional y la tasa de cambio. Solo durante el último año la producción resultó afectada en calidad y cantidad por la sequía ocasionada por el fenómeno climático El Niño. Otras razones de peso por las que es clave robustecer la productividad para mitigar los riesgos asociados a la volatilidad de estas variables.