España ejecutó la venganza más dulce, zanjando la racha histórica sin derrota de Italia en su propia casa, conquistando San Siro para saldar cuentas pendientes de la Eurocopa.
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Fue un doblete de Ferran Torres y una reivindicación de un estilo futbolístico que se sobrepuso a todos los condicionantes con los que Luis Enrique encaró la final a cuatro de la Liga de Naciones.
El fútbol le debía una a España. La tenía apuntada desde la exhibición sin premio en Wembley en las semifinales de la última Eurocopa. Esa tanda de penaltis dejó al grupo de Luis Enrique a puertas de la gloria cuando más lo merecía. Sin futbolistas clave en su esquema, logró lo que parecía un imposible, convertir en terrenal a Italia en su cancha. Nunca lo había logrado en partido oficial, hace 50 años en amistoso.
La racha de 37 partidos sin derrota italiana la destrozó España a base de fe en una filosofía que se mantiene pese a las bajas, sobreponiéndose a todo y con Luis Enrique reforzado en decisiones que generaron revuelo. Gavi, titular con 17 años y 62 días, dio la razón en el campo al seleccionador. Con un descaro impropio de su edad, brilló donde es menos habitual pero donde Italia exigió, en labores defensivas, sin amilanarse ante nadie.
Y ante la falta de un 9 puro apareció el verdadero goleador de Luis Enrique, Ferran Torres con números de récord. Su doblete le consagra como referente, 12 tantos en 21 partidos muestran la importancia de un futbolista que abandonó la banda y se comió a los centrales italianos. Sin Chiellini de inicio para sorpresa de todos y con Bonucci tan desacertado con balón como al medir su juego con amarilla. Al borde del descanso sacaba el codo en un salto con Busquets y dejaba a su selección al borde del precipicio, segundos antes de encajar el segundo.
No hay duelo que rebaje el nivel entre dos selecciones como España e Italia, menos aún en San Siro, con capítulos recientes que marcan un enfrentamiento de grandeza. Faltaban estrellas en el césped por las lesiones pero no importó para un planteamiento valiente, con los de Luis Enrique adueñándose de nuevo del balón de inicio, mandando, anulando al rival con una presión alta perfectamente ejecutada.
Pese a que la primera ocasión fue italiana, con un disparo seco de Barella que sacó con una estirada Unai, nada detuvo a España. Marcos Alonso volcó el juego hacia la izquierda haciendo todo bien. Cada subida con criterio, pases al espacio, firme en defensa y rápido para frenar contragolpes. De su visión nació la primera, cuando Sarabia la puso atrás pero Oyarzabal se topó con Bastoni.
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Gavi demostraba un oficio impropio de su DNI, frenando la única acción de un desaparecido Chiesa que debía ser referente pero que apareció caído a banda y alejado de su zona de influencia. Por ella, en el otro área, apareció Ferran Torres para rematar de primera un gran centro de Oyarzabal. Era el minuto 17 y la jugada nacía, como no, de Marcos Alonso.
El héroe de Wembley, Donnarumma, mostró nervios. Silbado por su propia afición por su decisión de abandonar el Milan para jugar en el PSG. Sin ritmo de partidos le tembló el pulso dos minutos después del primer gol, ante un zurdazo de Marcos Alonso que no blocó y repelió la madera.
Italia, incapacitada de rescatar su fútbol sin superar el planteamiento español, debía dar un paso al frente y correr el riesgo de presentar el contragolpe a la velocidad de Ferran. Sus mejores momentos nacieron de imprecisiones en la salida de balón pero entre Unai y el poste evitaron el tanto del empate de Bernardeschi e Insigne perdonaba lo que un delantero no debe, con todo para marcar con el portero español vencido.
No hubo tiempo para la duda porque Gavi volvió a instalar el respeto en San Siro en una transición que culminó Oyarzabal con un disparo raso que sacó Donnarumma y por la mala decisión de Bonucci que le costó la expulsión. El partido se le ponía de cara a España y le asestaba un golpe definitivo en el tiempo añadido del primer acto. De nuevo el toque medido de Oyarzabal a la testa de Ferran para poner la firma al segundo.
Con el pase a la final en el bolsillo y esperando rival entre Francia y Bélgica, el encuentro para España se convirtió en evitar la dureza italiana con un ojo en el reloj. Pero da igual las circunstancias, que el carácter italiano siempre asegura caer de pie en caso de derrota. Subió la intensidad hasta el límite que permitió el colegiado y los cambios de Mancini aumentaron el músculo, con Kean mordiendo y aumentando la verticalidad.
Al estreno de Gavi se sumó el de Yeremy Pino, otro soplo de aire fresco sobrado de calidad en ataque. Lo hizo todo bien hasta un error en el cierre de un saque de esquina que provocó un dos contra uno y el tanto a placer de Pellegrini a siete minutos del final.
Era el castigo al único defecto que tuvo España, la falta de contundencia en las acciones de las que dispuso España para golear. Oyarzabal había mandado al lateral de la red un regalo de Yeremy y Donnarumma se lució a un zurdazo de Marcos Alonso al que solo le faltó el gol que enmarcase su partidazo.
Con la grada de San Siro resucitada, empujando hasta el final a su selección, Italia peleó hasta el último segundo pero España no sufrió y selló su pase a la final. Nueve años después dispone de la oportunidad de volver a conquistar un título tras ejecutar una dulce venganza.
EFE