Una fetidez llamada fútbol de Colombia

“los hechos que se han acentuado al son de la pandemia ponen la realidad dirigencial y deportiva en la palestra del límite de la no tolerancia. Ya ese hedor no lo aguanta ninguna nariz honesta”: Andrés ‘Pote’ Ríos

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Cada gol de Ecuador, cada vez que el pobre Camilo Vargas sacaba el balón del fondo de la malla de su propio arco, cada vez que en la pantalla de televisión se veían las caras de desconcierto, de trágame tierra de los jugadores colombianos, el hedor, la fetidez, lo nauseabundo de nuestro fútbol colombiano quedaba más en evidencia. Porque esta goleada es otro eslabón más de lo que es todo el andamiaje mediocre y pobre de nuestro balompié.

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Y no es tampoco que nuestro fútbol haya sido en su historia un oasis de los buenos manejos, la honradez y la eficiencia. No, pero los hechos que se han acentuado al son de la pandemia ponen la realidad dirigencial y deportiva en la palestra del límite de la no tolerancia. Ya ese hedor no lo aguanta ninguna nariz honesta, porque las deshonestas toleran todo lo que pasa con tal de sacar su tajada y engrosar el bolsillo.

La Federación Colombiana de Fútbol, la Dimayor y la Difútbol conforman un pozo séptico en el que sus gases hediondos estallaron. Así lo vemos nosotros, los hinchas, tocamos fondo, pero, lo aseguro, los directivos ven otra cosa. Ellos siempre tienen una máscara de gas; ellos siempre buscan sostener el grifo abierto que nutre, repito, sus bolsillos, aumenta el diámetro de sus panzas y vuelve más grasos sus hígados al ritmo de la generosa vida que les da el manejo del fútbol. Nada más pasa con esos.

¿Qué más puede pasar? Cada semana es uno o dos escándalos que crecen, que les salen más cabezas y nada pasa. Perdón, sí pasa, pasa en lo deportivo y en los resultados que reflejan la corrupción y malos manejos de este fútbol criollo.

En la Federación, Jesurún, González Alzate y el resto de personajes del comité directivo se quedaron sin caja para poder salir del lío llamado Queiroz. Y lo hicieron para pagar-“tapar” sus actuaciones en el caso de la reventa de boletería de las eliminatorias. Afortunadamente, no para ellos, ese asunto va camino a ser penal y tendrán que responder ante la Fiscalía. Una esperanza tendríamos para ver si se van de una vez por todas. En todo caso, tenemos una dirigencia investigada, dudosa y señalada.

Ya si miramos en las categorías juveniles del equipo nacional, el panorama hace años es de derrotas y objetivos no cumplidos, salvo en torneos medios como los centroamericanos. Pero en el top, que son los mundiales, poco o nada. No hay proyecto, no hay norte, no hay brújula, pasa y pasa el tiempo y esas categorías que surten la selección de mayores no nutren y el futuro pinta mediocre.

El fútbol femenino es otro karma. No por las mujeres, no, ellas son las víctimas valientes que luchan día a día por su dignidad, respeto y reconocimiento. Es por la misma dirigencia. Acá se apoya al fútbol femenino a regañadientes, por obligación y no por convicción.

Ahora miremos hacia la Dimayor, ahí el olor se pone más rancio. La pandemia ha sacado a flote lo peor de estos señores. Ya sabemos todo lo que pasó con Vélez, su contrato de televisión internacional, sus promesas y todo ese humo. Ahora, con el actual presidente, Fernando Jaramillo, ve uno un tipo con pinta decente al que se le nota el encarte en el que está y su mirada solo refleja una pregunta: ¿yo por qué me metí en este mierdero?

La Dimayor se mueve al son de presidentes de clubes que se amenazan entre sí, se ofrecen puño, bala, se hacen zancadillas el uno al otro. Es una cultura “mafioneta” la que se respira ahí. Y es igual: tienen el mismo ADN: plata, plata, plata y lo deportivo que se joda. Ante tipos esclavistas y perversos como Cadena, el del Cúcuta, la solución es que 33 clubes voten a favor de salvarlo. ¡Increíble! No les da ni pena, no saben de moral, de ética, de valores, solo piensan en el negocio.

Hay clubes, no solo el Cúcuta, ojo a eso, que deben en hoteles, que deben alimentación, que deben el arriendo de estadios, que no les pagan a sus jugadores. Un club chico (chicó) que humilla a una señora que protesta y busca que le paguen una plata que le deben por confeccionar uniformes. Un asco, amigos. Nivel de humanidad paupérrimo…

La Dimayor es el foco de las decisiones desacertadas, de la soberbia, porque lo saben y les importa un bledo. Saben que no son eficientes, que son mediocres y se mofan de ello. Tienen el poder, se jactan de ello; del decir que el fútbol es privado y ellos sus amos.

Y todo redunda en lo deportivo. Jugadores de Selección Colombia carentes de humildad, amor propio y amor por el proyecto. Ellos, islas millonarias pegadas de un celular a los que se les olvidó la sangre que dejaron en las canchas llenas de barro, arenilla y pobreza. Porque cuando uno olvida la humildad de dónde vino, olvida todo.

Equipos de la liga colombiana que nos representan en las copas internacionales y van de fracaso en fracaso. Flojo nivel para competir, flojo nivel cultural, flojera para exigir. Nuestro fútbol hiede, es fétido, esto hay que refundarlo, se tienen que ir todos…

@poterios

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