Hoy son más bien pocos los futbolistas que aún guardan esa extraña identidad de ser una especie de fronterizos que son capaces de comer la carne viva de su adversario como tributo a su despliegue en la cancha. Claro, la tecnología, las banderas del Fair Play y demás ingredientes han resultado perjudiciales para aquellos que comprendían que el fútbol debía afrontarse como una guerra que, aunque bien entendida, tenía como objetivo caminar por la cornisa del reglamento y, al mejor estilo de la familia Walenda -aquella que se ganaba la vida caminando entre rascacielos sobre una cuerda-teniendo como consigna ese mágico asunto de mantener el equilibrio y no caer al vacío.
PUBLICIDAD
Hace 60 años eran tiempos de Nobby Stiles. Hoy las cosas pintan más para ser de Harry Styles porque el fútbol de hoy es más limpio, más cercano a un quirófano que a un césped. Por eso hay que volver con Nobby, un futbolista que era indispensable en la tesitura de un once inicial porque su rol correspondía con el hombre encargado de llevar a cabo con prontitud el trabajo sucio. Y ese papel le gustaba mucho a Nobby.
No le importaba ir a duelos frontales, cuerpo a cuerpo: conocía bien de golpes físicos porque se metía cada tanto en problemas con las peleas callejeras que protagonizó en su niñez pobre en Collyhurst y porque, a partir de esa calle aprendida, también había querido ser boxeador y eso le ayudó mucho en el campo. Matt Busby, el legendario entrenador del Manchester United, echó mano de él en tiempos en los que el club estaba reconstruyéndose luego de la tragedia de Munich. No era un virtuoso con el balón, pero sabía exactamente cómo contrarrestar a los contrarios que sí sabían con la pelota: ese era el gran mérito de Stiles.
Contaban que su higiene dental era poco menos que desastrosa. Que entre las caries y los puños fue perdiendo piezas y que antes de un partido exigente Nobby no se cepillaba los dientes -o lo que quedaba de ellos-. Lo hacía a propósito para, en los primeros minutos de juego, lanzarle una bocanada de nauseabundo aliento a su marcaje. Casi que como advirtiéndole que eso sería lo menos difícil que el rival tendría que enfrentar. Miope como Mr Magoo, trataba de esconder esa condición que lo hacía ver nebulosas para que no lo excluyeran de las formaciones inicialistas. Cuando Matt Busby se enteró, lo puso a jugar con lentes de contacto. Stiles debía estar como fuera dentro de la titular.
Él, un tipo opacado por figuras como Bobby Moore, Bobby Charlton, Alan Ball, Geoffrey Hurst y Gordon Banks, fue clave para que Inglaterra se llevara la Copa del Mundo de 1966 porque anuló a Eusebio en las semifinales del torneo y porque su ánimo competitivo era capaz de hacerlo brillar así sus condiciones naturales y su talento no fueran tan amplios.
Stiles falleció y con él un estilo, una manera de jugar.
@udsnoexisten