El incomprendido

“Algo pasará, y decirle a James que debe mirarse por dentro, evaluar su personalidad y accionar teniendo en cuenta que ya no es un crío, no es malo y no es un ataque. Es por su bien, por su talento y porque todavía está a tiempo”: Andrés ‘Pote’ Ríos

Es una zurda que no tiene discusión en cuanto al talento que tiene y puede desarrollar para jugar al fútbol. Creo firmemente, si de verdad se lo propone y genera algunos cambios en su vida, que lo tiene todo para crecer en su carrera y seguir cosechando éxitos. De igual manera, siempre he visto en él a un buen muchacho al que algunas veces, por su juventud, entorno y la vida que el destino le dio al son de la fama y el dinero, comete errores y desperdicia momentos que el tren de la vida pocas veces pone en la estación en la que uno está parado.

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En el fútbol, el simple hecho de luchar por tratar de llegar a ser un jugador profesional es, de por sí, un logro de pocos. Lucas Jaramillo, un empresario antioqueño que se destacaba en los torneos de fútbol aficionado de Bogotá y Medellín por su calidad en el juego, un día se propuso que quería cumplir el sueño de, al menos, poder jugar un partido profesional. Se puso a punto, movió alguna relación pública necesaria en el mundo del balón, aumentó su nivel y llenó la retina a los veedores de Santa Fe y de un club bogotano de la B en el que hizo tránsito. Hoy, Lucas, ya en sus cuarentas, mira hacia atrás y ve que logró su sueño, marcó algunos goles muy importantes y se metió en el buen recuerdo de los hinchas cardenales. Cumplió un sueño, el del llegar, el del ser profesional, ser ovacionado y visto por miles con el sentir del orgasmo del gol.

Y así, como la de Lucas, el fútbol está lleno de historias de sueños frustrados y realizados. Eso sí, el que llega soporta matoneo, debe luchar contra el ímpetu de miles, cientos que quieren ser jugadores profesionales. A las pruebas se presentan 3.000 muchachos y quedan seleccionados 12, a veces 20. Imaginen entonces lo que es llegar a ser profesional.

No vi la charla que tuvo Daniel Habif con James Rodríguez. Son dos horas y, qué pena con los implicados en este asunto, pero si acaso logro tolerar uno o dos trinos de Habif en sus afirmaciones sobre lo evidente; ponerme en la misión de ver dos horas con James es, por demás, un acto de valentía que no iba a cometer.

Leí en cuentas serias del Bayern Múnich y de otros medios que el 10 colombiano decía que le habían costado mucho el frío, el idioma y otros factores para seguir y triunfar más en el club bávaro. No veo lío en que lo diga, todos nos quejamos, el punto radica en vencer la queja, aguantar y sobreponerse. En parte, James lo logró en ese club, pero, como le ha ocurrido en Mónaco, Bayern y Real Madrid, algo falta en la misión para que él sea recordado como el crack que es.

Porque ser crack no es solo tener una zurda endemoniada de talento. El talento también está en el crecimiento personal, el ejemplo, en el ver hacia atrás y contemplar que el recorrido de la vida dejó huellas más fuertes e imborrables que el dinero mismo. La historia del fútbol mira mucho la estela de la fama, los legados, el cómo más que el qué.

Ancelotti y Pékerman son dos apellidos con los que el nombre James ha encajado a la perfección. Ranieri, Benítez, Zidane, Heynckes (por momentos) y Kovak no lo han sido. Por los motivos que sean, dice mucho que un jugador tenga tantos ‘no encajes’ con diferentes técnicos en diferentes equipos. Algo pasará, y decirle a James que debe mirarse por dentro, evaluar su personalidad y accionar teniendo en cuenta que ya no es un crío, no es malo y no es un ataque. Es por su bien, por su talento y porque todavía está a tiempo. No puede ser que muchos factores en un equipo deban adaptarse a los deseos de un jugador para que él se sienta pleno y pueda fluir su magia.

Muchos abonaron el camino: Asprilla, Ernesto Díaz, El Pibe, El Tren, Iván Ramiro, Ricard, Bolaños, la lista es larga al hablar de tipos que se fueron a Europa y convirtieron la dificultad del todo -clima, idioma, racismo, matoneo y más elementos del comer mierda- en una virtud para potenciar sus carreras.

James lo tiene todo. Ha logrado cosas enormes para este país y para su carrera. Está en todo su derecho de creer que es el mejor de la historia de Colombia, pero creo que hay cosas que van más allá de los números que él tiene, intangibles que da el fútbol que representan la grandeza de un jugador para ser considerado el mejor. De pronto el incomprendido soy yo, es el hincha, ese que quiere potenciar la magia de aquel James modelo 2014 que, año tras año, se ha ido diluyendo.

Por Andrés ‘Pote’ Ríos @poterios

 

 

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