Existe en los Alpes franceses un pueblo que se llama Brianzón (en francés Briançon). Es la segunda población a mayor altura en toda Europa, después de Davos, Suiza. Pero, lo más particular de Brianzón, es que sus habitantes entienden cuando uno les dice “sumercé”.
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Brianzón se encuentra al pie de puerto de uno de los premios de montaña más importantes del ciclismo: Col du Galibier. En el Galibier sólo ganan los héroes de este deporte: Eddy Merckx, Marco Pantani y Alexander Vinokurov, entre otros. Entonces, el que gana en Brianzón es porque ganó en el Galibier.
De este pueblo alpino, tan importante para nuestro país, partió la etapa mítica del Tour para el ciclismo colombiano, en que hicieron el uno y el dos, Fabio Parra y Lucho Herrera. Allí llegó la etapa que ganó Santiago Botero en el año 2002, en lo que fue, sin duda, una fuga de otra época. El año pasado, en una etapa que nos emocionó a todos, Nairo Alexander Quintana, llegó a Brianzón solo, demostrando que aún es un gran campeón. Y, si bien en esa oportunidad la etapa terminó unos pocos kilómetros más allá, los amantes del ciclismo supimos que una vez el colombiano llegara a Brianzón, era como si estuviera en Boyacá, y ya nadie le podía quitar la victoria.
Pero hoy nos queremos referir al momento más emocionante en la historia de ciclismo colombiano en el Col du Galibier y en Brianzón. Fue en el año 2007, cuando Mauricio Soler Hernández, después dejar atrás a Alberto Contador, Alejandro Valverde, Ivan Mayo, y los demás favoritos para el Tour de ese año, pasó del anonimato a la historia del ciclismo.
En un equipo sudafricano que no conocía nadie, y que generó muchas dudas cuando fue invitado al Tour, iba un colombiano que no conocían sino algunos muy aficionados al ciclismo de Colombia. Resulta que este desconocido se descolgó en las primeras rampas del Galibier, pero midió sus fuerzas y alcanzó al lote de favoritos. No atacó una, sino cuatro veces, en una de las catedrales del ciclismo mundial, dejando atrás al pelotón de favoritos, lanzándose como un loco en la bajada y llegando solo a Brianzón.
Como el Col du Galibier es tan importante, su victoria la presenció hasta el presidente Sarkozy, que ese día fue a ver la etapa. En la rueda de prensa, con ese castellano tan castizo, tan ortodoxo, que tienen algunos boyacenses, Juan Mauricio Soler contó que cuando el presidente de los franceses lo saludó, él, lo único que le pidió, fue que no le volvieran a negar la visa, para poder seguir corriendo en Europa. Un gran campeón con ilusiones sencillas.
Juan Mauricio Soler tenía en sus piernas una Gran Vuelta, pero, desafortunadamente, un accidente en la Vuelta a Suiza, lo separó del ciclismo profesional. Sin embargo, en Brianzón inspiró a toda una generación de ciclistas que no han ocultado su admiración por él. Ese día también despertó una afición que se encontraba dormida y no son pocos quienes dicen que a partir de ese día volvieron a engancharse con el ciclismo.
Ese día en Brianzón, Juan Mauricio Soler nos regaló una de las grandes victorias del ciclismo colombiano, una de las más gritadas por la afición más tradicional del ciclismo. Pero, como es un gran campeón, hace pocos días se regaló a él mismo otra victoria y lo vimos graduarse como bachiller. Se le ve ya recuperado de sus lesiones y, como siempre, inspirándonos, porque Juan Mauricio Soler nos ha mostrado que no era un campeón sólo por sus piernas, sino también por su espíritu, por su familia, y que ha luchado en las carreteras, en las trochas, luchó en la vida y nunca se rindió.