El 15 de junio de 1998 jugaban en Lyon las selecciones de Colombia y Rumania en el marco del Mundial Francia 98. Seis meses antes yo me encontraba en Alemania, en una ciudad que muy pocos conocen: Mannheim. Estaba viviendo con una familia alemana, trabajando como Au Pair. Una gran experiencia para mis 19 años.
PUBLICIDAD
Compré la boleta por Internet y posteriormente envié un cheque por correo de mi cuenta del Deutsche Bank. En ese entonces los pagos en línea no existían de la forma como existen hoy. Mi boleta llegó 2 meses antes de aquel junio 15 que yo esperaba con demasiada emoción. Ir a un partido de un Mundial era un sueño de adolescencia. En 1998 aún no conocía Francia ni hablaba francés.
Mi viaje comenzó el sábado 13 de junio en tren. Mannheim, Estrasburgo, Besanzón, Lyon. Llegué a Lyon ese mismo sábado sobre las 7 de la noche. Yo nunca había estado en un Mundial, no imaginaba ni siquiera lo que podía ser eso. Aquella noche de verano en Lyon fue imposible conseguir una habitación en un hotel. La ciudad estaba llena de coreanos y mexicanos que en la tarde acababan de jugar.
Mi primera noche en Francia en aquel Mundial la pasé en la estación de trenes de la Part-Dieu rodeado de un centenar de turistas mexicanos y coreanos que, al igual que yo, no encontraron una habitación en un hotel. Tenía 19 años y todo hacía parte de la aventura. En ese entonces no había whatsapp ni video llamada para contarle a mi familia esa historia que recién comenzaba.
El domingo 14 de junio desperté -si así lo puedo decir- en aquella estación de trenes. Una mezcla extraña de idiomas y acentos se confundían entre la multitud. Español con acento mexicano, coreano y, por supuesto, francés. Desayuné en un Quick, cadena francesa de hamburguesas, el equivalente a Mac Donalds. Y me fui lleno de emoción a conocer la ciudad.
La fiesta y el colorido en las calles era impresionante. Pronto llegué a la famosa Place Bellecour, en el centro de la ciudad. Para gran sorpresa mía ésta ya estaba llena de colombianos. En la plaza había instalada una chiva rumbera, donde vendían empanadas y todo tipo de comida típica colombiana. Los franceses participaban de la fiesta, muchos de ellos, recuerdo, con peluca del Pibe Valderrama.
En esa chiva conocí a Mónica y a Camilo, dos colombianos que estaban estudiando en Lyon. Por razones que desconozco, tal vez el destino, ese famoso hilo del destino que conecta a la gente en situaciones extrañas, ellos me ofrecieron quedarme esa noche donde ellos, dado lo difícil que era conseguir una habitación en un hotel. No solo encontré unas personas maravillosas con quien hablar, sino que me mostraron la ciudad, fue como haberse visto con unos viejos amigos.
PUBLICIDAD
Al fin llegó el esperado lunes 15 de junio. Lyon ya no era francesa. Era 80% colombiana, 10% rumana y 10% francesa. No miento si les digo que en las calles solo se escuchaba el español. Mis nuevos amigos me indicaron como ir al Estadio Gerland. Y como la organización había previsto centenares de buses gratuitos para llevar a los turistas, ellos decidieron acompañarme y disfrutar de la fiesta, aunque fuera en los alrededores del estadio. Yo les dije, llevo meses (aunque en realidad eran años) esperando este momento ¿y ustedes que viven aquí no pensaban ir? Y pues no pensaban ir porque no eran futboleros, como le pasa a mucha gente.
Pero lo de ese día era una ola de colombianos que iba creciendo a medida que se acercaba la hora del partido. En los alrededores del estadio, recuerdo, vi a Amparo Grisales, Alejandro Villalobos y en mi tribuna estaba el mísmisimo Willington Ortíz. El partido fue uno de los peores que ha jugado Colombia en un Mundial. Salimos aburridos y poco a poco fuimos llenando de nuevo los buses de regreso al centro de Lyon.
En la noche me encontré de nuevo con mis amigos y al día siguiente tomaba mi tren de regreso a Alemania. Aunque Colombia perdió, lo vivido en esos 3 días sigue intacto en mi memoria como uno de los mejores recuerdos. Tanto me gustó Lyon, y en general Francia, que 6 meses después estaría regresando con visa de estudiante para comenzar a estudiar francés y posteriormente toda mi carrera en fotografía. Pero esa es otra historia, esta era la historia detrás de la foto.