El fútbol colombiano vive la peor crisis económica de la historia. El COVID-19 amenaza con ahogar definitivamente a un campeonato que ya tenía problemas para respirar. Y es que si esta coyuntura ha golpeado con fuerza a ligas y equipos con finanzas sanas, puede ser letal para los nuestros que ya habían entrado en recesión incluso antes de que se detuviera el balón.
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El 2020 arrancó con estridentes sirenas al interior de la DIMAYOR. Los equipos de fútbol profesional advertían que el agua estaba subiendo rápidamente y que si la plata prometida por la televisión internacional no llegaba pronto, las vigas iban a empezar a crujir.
Y el agua se metió. Como era de esperarse esa plata no llegó y los ingresos pasaron, en muchos casos, de insuficientes a nulos. Sin taquillas, sin patrocinios, sin tiendas, sin escuelas de formación. Las pérdidas en el mejor de los casos serán de 70.000 millones de pesos. La burbuja que estaba a punto de explotar fue lanzada con violencia a una espada afilada.
Solo tres equipos de primera división cumplen los requisitos para ser considerados sujeto de crédito hoy en Colombia. El fútbol se hunde y está claro que los otros barcos no van a venir al rescate. Y no deben hacerlo, es lógico. Sería una locura no ver que el país tiene otras urgencias que atender. Primero lo más importante: la salud y las (muchísimas) personas que si no salen a trabajar no tienen con que comer o pagar el arriendo.
Le toca entonces a quienes han viajado con lujo en este barco, pensar en sobrevivir. Muchos de los gigantes del fútbol, buques insignia de este deporte, han recortado salarios de sus estrellas, que aún así seguirán ganando más que los ciudadanos comunes del planeta y no tendrán que hacer cuentas y maromas para no perder sus mansiones.
Aquí toca igual. No se trata de dejar sin sueldo a los profesionales, pero sí de entender que los tiempos del derroche pasaron y que el mundo entero, en todos los campos, se está apretando el cinturón. Nadie quiere lanzar su maleta al agua. Pero si es la única forma de no hundirse, habrá que hacerlo.
No se trata de salvar a la DIMAYOR, ni a su presidente, ni a los dueños de los equipos (que en muchos casos han llegado al borde de esta situación por su culpa y sus terribles manejos). Se trata de tirarle un salvavidas al fútbol, qué más allá de entretenimiento, le da sustento a decenas de miles de familias en Colombia.
Es evidente que, en gran parte de los casos, renunciar a una parte de su sueldo no va a quebrar a los futbolistas ni a los dirigentes de los equipos. Sin embargo, no hacerlo ahora, no lanzar al agua algunas maletas, sí podría terminar de asfixiar al fútbol en Colombia.