Las gimnastas en Colombia inician su trayectoria deportiva desde una edad temprana como los ocho años, e inclusive antes. Su tiempo de preparación ronda las 36 horas semanales. En esta disciplina, la planificación de trabajo está enfocada en el ciclo olímpico, una serie de competencias y proyectos deportivos a lo largo de cuatro años que preparan a los atletas para la clasificación y desempeño de primer nivel en los Juegos Olímpicos. En un minuto y medio de rutina de exhibición deben exponer todo su talento.
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Su exigente preparación implica una reducción en el tiempo de ocio, e interacción social y familiar. “Cuando nos estamos preparando para una competencia dejamos de ir al colegio. Empezamos a entrenar a doble jornada y eso es muy agotador”, expresa Danna Zabala, de 15 años, gimnasta rítmica de la delegación del Norte Santander.
Sin embargo, se les exige un buen rendimiento académico, pues su educación es imprescindible. La formación personal es tan importante como las habilidades adquiridas en el entrenamiento. Para ello, se buscan horarios favorables o una distribución de las cargas académicas distintos al proceso ordinario de los demás estudiantes. Por ejemplo, Lina Dussán, gimnasta de la delegación boyacense y de la selección colombiana, se desescolarizó en noveno grado para priorizar su proyecto deportivo, y culminó de manera virtual su bachillerato. Ahora cursa una carrera universitaria.
Otro esfuerzo al que se ven sujetas las competidoras es la rigurosidad alimenticia. Para maximizar su flexibilidad y agilidad, precisan de un bajo porcentaje de grasa corporal, resistencia cardiovascular, fuerza, piernas largas y delgadas, de acuerdo con Juan Flórez, deportólogo de la delegación boyacense. En su dieta evitan alimentos fritos y de calorías vacías sin que esto signifique comer poco. Por ejemplo, en algunos casos, las gimnastas llegan a un acuerdo con sus entrenadores para comer un helado cada tres semanas. Las niñas de 12 a 15 años que compiten en representación de Norte de Santander, aunque lo soportan, les causa ansiedad no consumir alimentos de su gusto.
“Tenemos que sufrir, digámoslo así, porque a nosotras nos gusta mucho el dulce. Y porque cada mes tenemos una revisión física, tenemos una meta de que no podemos comer dulces ni chucherías”, dice, entre risas, Adriana Mantilla, gimnasta de norte de Santander.
No basta con estas cualidades físicas o su resistencia mental. Sin amor y vocación por la gimnasia las deportistas no alcanzarán su potencial, transformando las rutinas, de sana pero exigente competencia, en una vida llena de estrés y cansancio. “Los entrenamientos me los disfruto al máximo, no es la idea competir y estar agobiada. Afortunadamente tenemos mucho trabajo de psicología para calmar los nervios, todo es un trabajo de años”, afirma Dussán, quien ha disputado mundiales y otras competencias internacionales en representación de Colombia.
Los objetivos incrementan su dificultad a medida que ellas crecen y adquieren experiencia participando en más competencias. La exigencia lleva a las gimnastas a madurar de forma acelerada, al punto de buscar la clasificación a los Olímpicos sin siquiera haber llegado a su adolescencia
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La Competencia Panamericana de Gimnasia en mayo de 2020 es la última oportunidad genuina para clasificar a los Olímpicos de Tokio 2020. La competencia otorgará un solo cupo para el continente. En los Olímpicos compiten las mejores 26 deportistas en esta disciplina. Aunque viene mejorando, Colombia no es una potencia, ubicándose cerca del puesto 50 en el ranking mundial, de acuerdo con Juan Medina, gerente de la Federación Colombiana de Gimnasia.
“En Europa nos llevan muchos años de experiencia, este es un deporte que nació en la Unión Soviética. Nuestras rutinas tienen un bajo puntaje. A nuestras entrenadoras les falta mayor preparación para elaborar los esquemas”, explica Medina.
La ejecución de una secuencia es compleja, armonizando giros, saltos, contorsiones, danza y equilibrio en movimiento al ritmo de la música por medio de su interacción con objetos, que son bola, aro, cinta y masas. Estos aparatos, como se les llama, son lanzados a 5 o 6 metros de altura mientras las gimnastas se desplazan artísticamente por el tapiz, para recibirlos de manera acrobática con partes de su cuerpo como los glúteos, las piernas, el vientre o la espalda.
Si estos se escapan del control de la gimnasta y rompen con el ritmo de la rutina, su puntaje disminuye, algo recurrente en las competidoras en estos Juegos Nacionales. Sabiendo la exigencia de estas rutinas, los espectadores reconocen el esfuerzo al errar incluso con la misma energía que al presenciar una ejecución exitosa.
Gimnastas y entrenadores concuerdan que debe aumentarse el número de torneos nacionales de alto rendimiento para aumentar la competitividad y calidad deportiva. Por ahora, se realizan dos de ellos: uno en categoría adulta y uno de categoría juvenil, este último es en el que compiten varias de las participantes de los Juegos Nacionales.
“La repetición se convierte en un hábito motor, planteando cada día retos más complejos”, señala Marta Pardo, entrenadora de la Selección Boyacá y Selección Colombia. Competir de manera constante en escenarios de alto rendimiento y presión es el camino principal en la que las gimnastas pueden alcanzar su máximo potencial y desarrollo de destrezas y habilidades. Así toda su preparación y aprendizaje no se restringe al minuto y medio anual de competencia.
En la reunión técnica del día anterior, las delegaciones insistieron en el acondicionamiento de un espacio óptimo de calentamiento. Ya que, en el único camerino habilitado, no se podían realizar lanzamientos. En teoría el espacio de calentamiento debe ser igual al de competencia, pero se improvisó uno con 1/4 del tamaño requerido. “En esta oportunidad, el Ministerio del Deporte compró únicamente una pedana, no hubiéramos hecho en simultáneo dos competencias, fue falta de organización, esa área está bien, no es lo ideal, pero soluciona el problema”, dice Medina, quien también es el coordinador de la competencia.
Desde la Federación Colombiana de Gimnasia se considera que los espacios de competición dispuestos son suficientes frente a los 150 deportistas de alto rendimiento que manejan. También señalan que el modesto apoyo financiero de 400 millones de pesos anuales que reciben se divide en todas las modalidades dejando un bajo porcentaje para la gimnasia rítmica.
“La mayoría de las niñas no tienen oportunidades, falta que se fogueen más. ¿Cómo exigen nivel si no tienen oportunidades de preparación?”, advierte Dussán.
En Bolívar 2019 se entregaron seis medallas de oro, cinco individuales y una por equipos. La gimnasta con mayor número de preseas doradas fue Lina Dussán (4), seguida de Oriana Viñas (2) y Vanessa Galindo (2). Las tres son representantes de la delegación de Boyacá y se proyectan como las candidatas para representar a Colombia en los Juegos Panamericanos de Gimnasia en busca del cupo olímpico.
Se destaca el desempeño de jóvenes atletas como Manuela Gallego (14 años), de Risaralda y quien ganó una plata y dos bronces; Luna Henao (15 años), de Antioquia y Nathalia Hurtado (15 años), del Valle del Cauca.
Hay un dominio de Boyacá sobre las demás regiones y sus competidoras no tienen el suficiente rodaje para exigirlas. Dussán, quien fue la mejor ubicada en la tabla general, logró una diferencia de nueve puntos sobre la mejor competidora de otra delegación.
Sin una competencia fortalecida a escala nacional, los resultados esperados no serán más que una ilusión.