Deportes

Atención, estigma y recambio: los retos del tejo en Colombia

El tejo es patrimonio nacional, pero la tradición se está perdiendo y su práctica como deporte tiene que enfrentarse a la satanización permanente de su vínculo con la cerveza.

Siendo el tejo un deporte reconocido como patrimonio cultural de la nación, en el país solo hay 10 escenarios para su práctica de alto rendimiento.

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Ciudades capitales como Cartagena, Medellín, Barranquilla y Bogotá no cuentan con un tejódromo, de acuerdo con Álvaro Rojas, presidente de la Federación Colombiana de Tejo FEDETEJO (fundada hace 65 años).

Frente al reducido apoyo que reciben las 23 ligas que hay en el país, los jugadores se han relegado a entrenar en espacios que han perjudicado la imagen del deporte, como lo son las cantinas. De ahí, por su puesto, que popularmente se le considere como un simple juego para borrachos.

Hay que sacar aparte lo recreativo de lo competitivo en el tejo. En este último está prohibido el consumo y la distribución de licor, incluso alrededor del escenario deportivo. Por eso se crean ligas y clubes para que los jugadores se adapten y sigan unas reglas, explica Juan Bautista, tesorero y asistente técnico de la Liga Bogotana de Tejo.

El alcohol no es un elemento propio del deporte, por más que la tradición cultural, social y el mercado lo hayan permeado. Bajo esta lógica, ¿por qué el fútbol no es considerado deporte de borrachos, como se hace con el tejo, cuando en él también hay presencia de licor e incluso está patrocinado por su industria? Qué escandaloso sería que las competencias de tejo estuvieran promocionadas por una empresa de bebidas alcohólicas.

El estigma crece, además, por la poca visibilidad al esfuerzo de un gremio consolidado en torno al tejo, que en el año 2000 fue declarado por ley como deporte nacional y hoy lo practican más de 4 mil deportistas. Su primera participación en los Juegos Nacionales fue en 1996 y será deporte de exhibición en los Bolivarianos que se realizarán en 2021 en Valledupar, Cesar, según el presidente de FEDETEJO.

Quienes participen en cualquier competición avalada por el Ministerio del Deporte o la Federación deben prepararse bajo estándares de alto rendimiento. Esto implica seguir unos entrenamientos establecidos, formación física y psicológica, cumplir planes de nutrición y hacer parte de un club reconocido por una liga.

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En estos Juegos Nacionales, doce selecciones se enfrentan en un sistema de todos contra todos en el recién inaugurado tejódromo Enrique “Kike” Castillo, de Turbaco, Bolívar, beneficiando el espectáculo y la competencia digna.

Deporte de arte y precisión

Una agrupación musical toca a la entrada del tejódromo. Frente a las 10 canchas de tejo, los espectadores se van apeñuscando en una gradería que se quedó pequeña para la ocasión. La efusividad de los turbaqueros acompaña con jocosidad las incidencias del juego. Ante las bromas y arengas que sueltan, los equipos de Bolívar y Valle disputan el segundo partido del torneo. Niños y viejos se apoyan en los hierros que los separaban por centímetros de los competidores.

El bullicio aumenta cuando un jugador de Bolívar prepara su lanzamiento. “Vamos, mijo, vamos. Es tuyo. Ya lo viste, ya lo viste”, lo alienta un espectador. El jugador respira profundo, levanta la palma de su mano cargando el tejo y apunta entrecerrando sus ojos; el público calla. El jugador da dos pasos hacia adelante e impulsa el disco. Mientras vuela haciendo una parábola, se congela el furor, que estalla al unísono cuando revienta la mecha. Así, Bolívar logra su primera victoria, por 29 – 20.

El Valle estuvo bajo presión, aunque no fue suficiente para desestabilizarse. Delegaciones potencia como esta, de la mano de diversas instituciones, mejoran la fortaleza mental de sus tejistas, necesaria para mantener la concentración en escenarios como el de Turbaco, llenos de distracciones, música, estruendos de pólvora y mensajes emitidos por altavoces.

En ese municipio el tejo es una de las principales ramas de su cultura e historia. De él surgían los jugadores más respetados de la región, quienes de niños afinaban su precisión lanzando pesas en improvisadas canchas con latas y llantas. Ahora, con un nuevo coliseo, la gente espera mayor participación.

“El tejo es pasión, compromiso y dedicación. No hay nada como la felicidad, y la felicidad me la da este deporte. Para jugar no necesito beber alcohol. En cambio, sí voy al gimnasio y entreno tres días a la semana”, dice Jean Carlos Puertas, capitán de la Selección Bolívar, quien lo practica desde hace 10 años y recibe un sueldo por su destacado rendimiento en el departamento.

Las políticas del tejo

Este furor y competitividad no se dan en todas las regiones por más esfuerzo de los competidores y las ligas. A pesar de que la ley 613 del 2000 reconozca al tejo como deporte nacional, este no es practicado de manera competitiva en todos los departamentos.

Entre los puntos de dicha ley se ordena al antiguo Instituto Colombiano de la Juventud y el Deporte (hoy MinDeporte) la formación de alianzas con el sector privado para promover esta disciplina.

Por ahora no existe un patrocinador oficial para el tejo, como sí lo tienen otros deportes como el ciclismo o el fútbol. De ahí que la principal fuente de recursos provenga de las Gobernaciones. Sin estímulos económicos fuertes no se logrará la formación de entrenadores, la promoción activa del deporte y, sobre todo, la construcción de escenarios deportivos.

Adicionalmente, la ley 1947 de 2019 decreta la dotación de infraestructura adecuada para cada uno de los departamentos que cuenten con una liga registrada ante la FEDETEJO. Por ahora, de las 23 que existen, 13 carecen de un tejódromo.

De ahí la importancia de competencias de la categoría de los Juegos Nacionales, que traen desarrollo y renovación a las regiones. Ahora bien, ¿habría un tejódromo en Turbaco si la sede de estos Juegos no fuera Bolívar?

Álvaro Rojas, presidente de la Federación, asegura que no. Sin tejódromos no se popularizará entre los jóvenes, pues los padres no tienen la confianza para enviar a sus hijos a entrenar a un bar, añade Rojas.

El disco en mano de los jóvenes

Uno de los objetivos para que el tejo crezca, ligado a la construcción de escenarios, es el recambio generacional de sus jugadores, pues la población que lo practica está envejeciendo.

En estos Juegos Nacionales, la Liga Bogotana de Tejo tiene alrededor de 20 deportistas que superan los 50 años de edad, de acuerdo con Miguel Mora, presidente de esta liga. Una de sus competidoras destacadas es Camila Ramírez, quien ha participado en ocho Juegos y ha obtenido tres medallas (bronce, plata y oro).

“Practico tejo porque es bonito y se comparte en familia. Con mi esposo jugábamos en la Liga. Luego lo hice con dos de mis hijas. Hoy mis cincos nietos me felicitan y para mí es un orgullo competir a esta edad”, explica. Sin embargo, sabe que su retiro está próximo.

De ahí el propósito de la Liga de Bogotá, situación que comparten otras delegaciones, de crear semilleros deportivos que incrementen la participación de los jóvenes.

“Necesitamos promocionar las escuelas de formación para mantener los niveles de competencia que tenemos hoy. Si no tenemos un respaldo, si no iniciamos procesos con los niños, los actuales jugadores van a envejecer y no habrá cómo seguir”, afirma Mora.

En el 2017 el tejo volvió a los Juegos Intercolegiados Nacionales Súperate, pero la participación aún no es suficiente para consolidar las categorías inferiores. Hasta el momento solo existen 5 categorías para los torneos interclubes e interligas: Sub 17, Sub 25, Mayores, Senior máster (para deportistas que superan los 50 años) y Abierta (que permite diversas edades).

Junto al tejo persisten el compañerismo, la sana competencia y la pasión. Como deporte nacional y en concordancia con las leyes, es primordial su difusión en todo el territorio. De la mano de su crecimiento surgirán oportunidades para que en el país se encuentren más valores, espacios, personas y emociones que favorezcan la unión del país.

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