Pelourinho es el centro cultural, histórico y turístico de Salvador de Bahía. En sus calles angostas y pedregosas, hacia arriba y abajo, habita el Brasil colonial, el africano y algo de modernismo. Es una visita obligada para el que llega a esta ciudad del noreste del extenso país suramericano. Y lo es mucho más desde que Michael Jackson le dio reconocimiento mundial, en 1996, con el video de la canción They Don’t Care About Us, en el que el rey del pop hizo visible parte de la cultura de la sociedad bahiana.
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En el videoclip no se menciona el lugar. De hecho, una imagen del Cristo Redentor al comienzo del mismo hace que los fanáticos piensen que el video se grabó en Río de Janeiro y no en Salvador.
No obstante, en la capital del estado de Bahía, aprovechan la trascendencia que el video le dio a la ciudad. El sector mantiene cierto linaje idéntico al clip, con la intención de hacer sentir al visitante dentro de la partitura musical.
Las pequeñas banderas colgadas de un tejado a otro entre calles; los tambores redoblando de día y noche sin cesar, sin importar la lluvia; colores frescos, vivos y cálidos a cada paso; y los vecinos del lugar al servicio de mantener viva la leyenda de Michael Jackson allí, indicando a quien pregunta dónde queda el lugar exacto en el que se llevó a cabo la grabación.
Ahí, tímida y a la vez bulliciosa, se ve la casa azul a la que Jackson, tal vez sin querer, inmortalizó.
La casa donde dicen que aparece el espíritu de Michael Jackson
El refugio de la batucada de Jackson
Pasaron 23 años desde que They Don’t Care About Us recorrió el mundo. Los niños corriendo al ritmo que dictaba Jackson, desafiando a la autoridad y uniendo a los vecinos con baile y rebeldía, se volvieron un himno de resistencia.
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La fusión del pop con la batucada afro brasileña del grupo Olodum rompió récords, como solía hacerlo el ícono musical. De hecho, tras su muerte en 2009, se convirtió en el segundo videoclip más reproducido del artista norteamericano en YouTube. Pese al deceso del autor, la canción mantiene su vigencia a nivel mundial.
Sin embargo, no existe un lugar donde mayor vitalidad tenga esa batucada que en una casa azul de Pelourinho. Vetusta, con telarañas y polvo, es el puesto de trabajo de Carlos. Sentado en su banca, atiende a los curiosos turistas que llegan a sentir la presencia de Michael Jackson y varios dicen haber sentido su espíritu en la estrecha casa de tres pisos.
“Hay personas que les gusta tanto Michael Jackson que sienten miedo creyendo que está allí arriba, en el segundo piso. Incluso algunos aseguran haber visto su espíritu”, cuenta el tendero que se lucra exclusivamente con productos del rey del pop, desde la camiseta pirata con la que Jackson aparece en el video, hasta vendiendo los DVD, llaveros, tazas y un sinfín de productos, todos con la imagen del artista.
Carlos entiende eso como su trabajo y así lo asume. No importa que una y otra vez se repita la canción, al punto de fastidiar. Suena They Don’t Care About Us una y otra vez. Un día, el tendero se animó a contar cuántas veces por día suena la canción, pero en 30 perdió la cuenta.
Thriller es una realidad
De los tantos hitos que consiguió Michael Jackson en el mundo de la música, el mayor fue con Thriller, en 1982. Tanto así que hasta hace poco fue uno de los discos más vendidos de la historia. La canción que da nombre al álbum tuvo un videoclip lleno de terror, con muertos vivientes, algo vanguardista para la época.
Ese ambiente macabro bien podría vivir en el segundo piso de la casa Michael, como la llaman, en Pelourinho. Las tablas rechinan, algunas se levantan, otras están rotas. La oscuridad se apodera del lugar, solo recibiendo luz del balcón al que también dio fama Jackson en el video. En su interior, imágenes gigantes del artista hacen que aunque solo suene una melodía, se sienta que esa es su morada.
Sin embargo, por muy descuidada que esté, su valor sigue siendo alto. La casa, perteneciente a unos italianos, está en venta. Quien quiera quedarse con ella deberá abonar 1.300.000 reales, poco menos que 400.000 dólares. Ese detalle preocupa a Carlos, quien siente seguridad laboral con sus actuales propietarios, pero cree que con un dueño brasileño, su punto de ventas podría desaparecer.
Si tuviera el dinero, Carlos compraría la casa. Con el pasar del tiempo se convirtió en su vida, pero lo que gana con el comercio no le alcanza para hacerse con ella. Los italianos no solo compraron el domicilio en decadencia, sino las de al lado, con el fin de conservar la magia de la canción de Jackson.
El arrendatario (solo del primer piso para vender sus productos, aunque alquila el paso a la segunda planta de manera arbitraria), solo le pide a quien la compre que no acabe con la leyenda que ahí habita. En Pelourinho, en esa casa y sus alrededores, no interesan los líos judiciales en los que está metido el legado del artista. Allí, el reinado del pop de Michael Jackson perdura, aunque solo suene una canción.