Estamos en el Mundial Juvenil de Polonia. En el mundo ‘resultadista’, eso es sinónimo de éxito. Sin embargo, la Tricolor logró el tiquete producto de la fortuna y del bajo nivel de alguno de sus rivales.
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Hay valores para rescatar. La defensa cerró una destacada participación, permitiendo solo tres goles en contra y siete vallas invictas en nueve partidos disputados, erigiéndose como la mejor del campeonato. Nombres propios como Carlos Cuesta, Hayen Palacios, Andrés Reyes y Brayan Vera, sumado al portero Kevin Mier, saben que serán más vistos a partir de ahora, no solo en el país, sino internacionalmente.
Pero más allá de eso, hay poco para rescatar. Escaramuzas de Iván Angulo, el mejor en ofensiva, fueron lo único rescatable de la mitad para adelante. A los jugadores se les notó la falta de roce profesional, algo que era una marca registrada del fútbol colombiano en los anteriores sudamericanos. La norma sub-20, que posicionó a la Tricolor en la élite del fútbol juvenil, fue abolida en 2011 y a partir de allí se evidenció un bajón en el semillero de jugadores y, por ende, en el rendimiento de las selecciones Colombia.
Cantera de cracks
Cuando se impuso la norma sub-20, en 1999, una camada de jugadores juveniles comenzó a salir del país y a formarse en ligas europeas y de mayor nivel en Suramérica. El reglamento obligaba a los clubes profesionales a alinear al menos a un jugador sub-20 (luego sub-19), en los partidos del campeonato nacional. Asimismo, por dos años se les dio cabida a los futbolistas sub-18, pero la misma fue retirada rápidamente al considerarlos demasiado niños para la categoría profesional.
La primera selección sub-20 que tuvo el beneficio de esta regla no consiguió grandes resultados, pero sí posicionó a varios jugadores. En esta se destacaron Johnnier Montaño y Aldo Leão Ramírez, como los que más lejos llegaron en sus carreras.
A partir de 2003, los frutos comenzaron a cosecharse. La aparición de juveniles que apenas llegaban a 18 años, como Freddy Guarín, José Julián de la Cuesta y Abel Aguilar, le levantó el pulgar a la norma.
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Fueron en total 29 los jugadores que, como ellos, lograron actuar en las cinco grandes ligas europeas. Otros más, aunque no llegaron al máximo nivel, sí se consolidaron en la liga local y en torneos suramericanos, como el de Brasil, Argentina y México.
Grandes futbolistas como Hugo Rodallega, James Rodríguez, Luis Fernando Muriel, Santiago Arias y Duván Zapata formaron parte de estos procesos, que lograron la clasificación a dos mundiales en ese lapso, además de organizar la Copa Juvenil 2011, con una camada para envidiar.
No obstante, los detractores de la norma se escudaron en las pocas clasificaciones a mundiales para pedir su desmantelamiento.
La cama
Uno de los acusados de impulsar la desaparición de la norma en 2011 fue Víctor Marulanda. El exfutbolista asumió la presidencia de Atlético Nacional en 2006 y con el pasar de los campeonatos se opuso a su ejecución. Consultado por PUBLIMETRO, quien vistió la camiseta verdolaga entre 1989 y 1999 aclaró que jamás estuvo en contra del reglamento que favorecía a los sub-20, sino de su modo de empleo.
“Siempre me pareció una gran idea. Con lo que no estaba de acuerdo era con el tiempo y la cantidad de minutos que se ponía a los jugadores. Esa fue mi consideración en ese momento. Consideré que los jugadores sub-20 debían tener un mínimo de minutos. No estaba de acuerdo con ponerlos 30 segundos, o cuando el cuarto árbitro sacaba la paleta de adición”, afirma Marulanda ocho años después de la eliminación de la regla.
El exdirectivo se refiere a las actitudes que ciertos entrenadores asumieron para salvar su pellejo. Recordado es el caso en el que Hernán Darío Gómez puso al juvenil de 14 años, Luis Mauricio Alarcón, solo un minuto y 34 segundos en el campo, en un partido entre Santa Fe y Pereira, en marzo de 2009.
Gómez ya había advertido que lo haría como boicot a la entonces norma sub-18. Y lo hizo. “Utilizaré a un niño de 13 o 14 años para que se tome la foto con el equipo y lo saco”, afirmó días antes de hacerlo.
Así como Gómez, varios entrenadores tomaron la modalidad de sacar a los jóvenes recién utilizados. Entre los técnicos son recordados Oscar Héctor Quintabani y José Eugenio Hernández, entre otros. Dos años después, no solo murió la ley sub-18, sino también la sub-20.
Soluciones a corto plazo
Existen versiones a favor y en contra sobre el uso de la norma sub-20. Algunos quieren volverla a implementar, otros no. En lo que todos están de acuerdo es en que alguna medida se debe tomar. Algunos formadores, como Arturo Boyacá, creen que apoyar el fútbol juvenil no debería ser una imposición, sino un deber moral de los clubes. “La verdad, debería ser una necesidad de los clubes tener una mayor inversión en los procesos formativos”, dice Boyacá.
Por su parte, aunque Marulanda apuesta por el regreso de la norma, cree que no es la única medida que debe tomarse: “Hay que ayudar a los pedagogos y entrenadores que llevan los procesos formativos en su educación y formación”.
Alternativas hay. Los que aman el fútbol colombiano reconocen que el futuro saludable del país está en el material juvenil. Aun así, la norma sub-20 es una piedra en el zapato que enfrenta a lo comercial con lo deportivo y por eso es vista como el ‘patito feo’.